11┃Señor Sonrisas┃Parte 5

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Jessica y yo hablamos por Skype ayer, fue un poco extraño. Para darles un poco de contexto, Jessica y yo somos muy cercanas desde que ella ingresó a la secundaria y se dio cuenta que tenemos varias cosas en común. Y ahora que ella está estudiando al otro lado del país, nos tenemos que comunicar por Skype, mayormente lo hacemos un domingo por la mañana, ordenamos comida china, bebemos cervezas o mimosas y hablamos sobre lo que ha pasado en el transcurso de esa semana. Hablar con ella me hace sentir como si estuviéramos cerca a pesar de que ninguna puede pagar un viaje en avión para visitar a la otra.

La conversación de hace 2 días empezó muy normal. Jessica me habló sobre las clases de verano que tenía que tomar (ya casi termina, gracias a Dios), y un tipo con el que se estaba besando la noche anterior en un bar.

“¿No eres demasiado grande ya para ese tipo de cosas?” Le reclamé mientras ella destapaba otra botella de cerveza – terminamos tomándonos un six-pack cada una. “Deberías dejar de andar en bares besuqueándote con extraños y conseguirte un novio de una vez.”

Ella resopló. “Como sea, tu tampoco has tenido un novio en años.”

“Tal vez, pero no paso las noches en bares besándome con cualquiera que encuentre.”

Seguimos hablando así un tiempo hasta que llegamos a las 3 o 4 cervezas y ya casi terminábamos con la llamada. Ya comenzaba a sentir que las cervezas cobraban efecto y podía ver que Jessica empezaba a reírse y bambolearse de vez en cuando.

“Oye Jess, ¿Podemos hablar sobre el Señor Sonrisas?” Le dije.

Ella suspiró un poco fastidiada. “¿Por qué quieres seguir hablando sobre él? Ya nos libramos de él, ¿No es eso suficiente?”

Es rara la rapidez con la que puedes volverte sobrio cuando comienzas a hablar de un tema serio. Me senté más recta que antes cuando Jessica me hizo saber que se acordaba del Señor Sonrisas.

“¿De qué estás hablando?” Le pregunté cautelosamente. “La última vez que hablaste de él me preguntaste que le había pasado.”

“Sí, no recuerdo exactamente lo que le pasó pero sí recuerdo que papá se libró de él.” Me respondió, riéndose después.

“¿Cuándo?” Le pregunté, tratando de evitar que mi voz sonara temblorosa.

“Justo antes de que nos mudáramos a la otra casa, boba,” Me respondió ella. “Cuando nos enteramos que no dejaría de seguirnos si no hacíamos algo.”

Traté de sacarle más información a Jessica sobre esto, pero se aburrió del tema y comenzó a hablar sobre la graduación y el mercado del trabajo, y que estaba algo asustada por eso. La calmé un poco y terminamos la llamada, me sentía algo enferma y más que todo somnolienta.

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Creo que tengo que hablar sobre el tiempo en el que mi papá comenzó a creerme. Me tomó mucho tiempo convencerlo de que algo pasaba. Le rogué por meses para que me dejara dormir en el cuarto con ellos, meses de mostrarles mis juguetes fuera de la caja por la mañana.

Mis padres son gente muy buena, y tengo que darles algo de razón, si parecía que lo que quería era atención. Y en ese punto, los animales muertos dejaron de aparecerse en la entrada por las mañanas. Eso era casi todo lo que les importaba, así que para ellos el problema ya había sido resuelto.

Pero luego me volví más lista (lista para una niña de 7 años por lo menos). A veces me quedaba dormida afuera de la habitación de mis padres, pidiéndoles que vieran mi cuarto por la noche antes de irme a dormir, y que luego lo volvieran a revisar temprano en la mañana. Al principio mi padre era escéptico al ver mis juguetes y peluches acomodados en la cuna de Jessie por la mañana.

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