34┃Black Crow Challenge

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Black Crow Challenge

Agustín, Juan, Pedro y Cristian eran unos amantes de los retos de internet. Habían hecho de todo, desde los más conocidos, hasta los menos. Desde los más simples, hasta los más extremos. Nadie sabía más de retos que ellos, salvo por algunas personas de su audiencia, ya que ellos tenían un canal de Youtube en donde subían los retos. No tenían muchos subscriptores, pero eso tampoco importaba, no lo hacían por fama ni por dinero, solo por diversión.

Tenían ganas de hacer uno extremo, ya que de estos no había muchos. Encontraron uno llamado el reto de la ballena azul, pero el último paso constaba de suicidarse, por lo que lo descartaron. Siguieron buscando durante unos minutos, incluso tuvieron que ir a las páginas en las que Google te comienza a recomendar cualquier cosa menos lo que buscas, hasta que finalmente lo encontraron. El Black Crow Challenge, o reto del cuervo negro en español. La verdad es que no era un reto extremo, era de esos típicos retos de fantasmas y demonios tan famosos. Se suponía que, de salir bien, el ganador gozaría de una vida plena, pero lo más probable era el fracaso, y eso conllevaba la muerte.

Juan, el más escéptico, no quería hacer el reto ya que lo consideraba ridículo. Cristian tampoco estaba de acuerdo en hacerlo, pero por la razón contraria. Sin embargo, Agustín y Pedro lograron convencerlos, el reto no constaba solo de hacer las típicas cosas espirituales, lo cual convenció a Juan. Cristian accedió, aunque no estaba muy de acuerdo.

El reto podía hacerse solo o en grupo. Primero debían colocarse en un lugar oscuro y, si era más de uno, ubicarse de una forma que todos pudieran verse. Después de su típica introducción a un vídeo, fueron a la habitación de Agustín, cerraron la puerta, bajaron las persianas, y comenzaron.

Para comenzar había que decir en latín: Cuervo Negro (o parvada de Cuervos Negros si se realiza en grupo), fija tu ojo en mi/nosotros, que las alas se están por desplegar. Así que, los cuatro, en ronda, recitaron: “Corvi de ovibus aperire oculos tuos super nos sunt, et alas pandere ad”. Lo que seguía era esperar al menos 6 minutos, que era el tiempo en que los Cuervos llegarían del inframundo, según la guía.

“El reto ha comenzado” decía la página “ahora cada uno tiene un Cuervo que los observa desde el Abismo, pero aún no ha llegado. Esta es la última oportunidad de darse la vuelta. Pero si lo hacen, sean conscientes de que uno de los Cuervos los estará mirando de por vida.”

—¿Seguro que no quieres abandonar? —dijo Juan burlándose de Cristian.

—Ya déjalo —lo regañó Agustín —Vayamos con el primer paso.

Antes de cualquier paso, debían recitar una oración, también en latín y en ronda, aunque valía cualquier lugar. La primera oración era: Primera Puerta, Puerta del Miedo, abierta.

—Porta prioris, felix caeli porta metus, aperta —dijeron los cuatro al unísono. Luego fueron al baño, cada uno con una vela encendida, y se colocaron frente al espejo.

“La vela guiará a un Cuervo hacia nuestro mundo. Tardará tres minutos. Pero el abismo es un lugar muy oscuro. Si no se apaga en ese instante, el Cuervo se encandilará y sus ojos se quemarán. Por eso el Cuervo solo vendrá si se recita la siguiente oración en latín: Cuervo que todo lo ve, que esta luz guíe tu camino hacia nuestro mundo, y prometo por mis ojos que no lastimaré los tuyos.” “Corvus omnia videt, quod lumen dirigat viam nostram in mundum, et ego promitto meum in oculis tuis non nocere” fue lo que dijeron los cuatro compañeros frente al espejo. Tenían un cronómetro en el celular, para saber cuándo apagar la vela.

Llegó el tercer minuto. Agustín, Pedro y Cristian apagaron la vela al instante, sin embargo Juan no. Sopló, pero no fue suficiente y la vela se volvió a prender. Luego volvió a soplar y esta vez sí se apagó. Cristian lo miró muy preocupado.

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