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Capítulo 4: Fin de Semana Inolvidable

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Capítulo 4: Fin de semana inolvidable

Tras una semana muy dura, por fin llegó mi tan ansiado fin de semana

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Tras una semana muy dura, por fin llegó mi tan ansiado fin de semana. El viernes había estado trabajando a toda máquina para que esos dos días pudiera tomarme un descanso.

El sábado por la mañana salí a correr a primera hora de la mañana. En vez de recorrer la misma ruta, decidí desviarme un poco. Mason, mi mejor amigo, me había recomendado un lugar en el que podría correr todo lo que quisiera y fue allí a dónde me dirigí. Crucé el puente de Williamsburg y dejé mi vehículo en uno de los aparcamientos subterráneos cercano. Subí las escaleras y empecé a correr hasta llegar al lugar.

Muy pocas veces había estado en aquel lugar y en todas aquellas ocasiones la belleza me dejaba impresionado. Esa vez no fue la excepción.

Tompkins Square Garden era, a mi parecer, hermoso y relajante. Era un lugar verde dentro de la burbujeante ciudad que nunca descansaba. Por eso me gustaba tanto. Era un sitio en el que las familias podían pasar un día en conjunto y en donde las personas mayores podían relajarse, ajenos al mundo exterior.

Empecé a correr, disfrutando del frío matutino. Había despejado. La nieve se había posado en los jardines y habían despejado el camino de ella para que las personas pudiésemos dar una caminata sin temor a resbalarnos. Amaba aquella época del año: la nieve, la Navidad y el ambiente hogareño que se respiraba.

Estuve corriendo media hora sumido en mis pensamientos, escuchando una lista muy larga de canciones que me estimulaban a seguir adelante. No sé cómo pasó, pero de un momento a otro estaba en el suelo, tumbado bocarriba.

Solté un breve quejido e intenté moverme, pero descubrí que tenía una persona encima. ¿Qué narices...?

—Lo siento, lo siento —se disculpó rápidamente aquella persona cuya voz se me hizo muy familiar.

Se levantó y cuando su rostro quedó de cara a mí, descubrí con asombro que se trataba de la misma mujer que no me había reconocido el jueves. ¿Qué hacía ella allí? ¿Me habría seguido? No lo creía.

La miré.

Llevaba unas mayas ajustadas negras con toques rosas en los laterales y un jersey del mismo color que aquellas pinceladas. Tenía las mejillas coloradas por el esfuerzo, pero el color se intensificó al reconocerme. Sus ojos se agrandaron y su boca se abrió en una gran "O".

—Lo... lo siento, se... señor Foster —volvió a disculparse apartando aquellos ojos que me habían estado quitando el sueño los últimos días.

Me quedé un rato observándola sin apenas ser consciente de ello hasta que su mirada se volvió a posar en mí. Movió los labios, pero no supe qué dijo. Luego extendió las manos y entonces me di cuenta de que todavía seguía tirado en el suelo.

Rechacé su ayuda. Me sacudí los pantalones deportivos, aunque sabía que no se habían ensuciado. Estaba algo molesto y adolorido, pero quitando eso estaba bien.

Palabras Enredadas (Amor Enredado 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora