Capítulo 2 - ¿Tom?

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Tras una mañana de estudio y cansancio, al fin llegué a mi casa. Dejé la mochila en el suelo de mi habitación y me dirigí hacia la cocina.

«Genial, estoy sola»

Volví de nuevo a mi habitación y abrí el bolsillo pequeño de mi bolsa, sacando así un bocadillo de jamón para comer. Me lo había comprado Kelly, ya que la había dicho que me había dejado el dinero en casa, ella solo soltó un «mira que eres despistada, Anna».

En la cocina, lo partí por la mitad, medio me lo comí yo y el otro medio se lo dejé a mis padres. Siempre me han dicho que me tome la mayor parte yo, ya que como soy más joven, pues hay tendencia a aguantar menos.

Al acabar de comerme el medio bocadillo solitariamente, hojeé mi agenda, a ver qué deberes tenía para esta semana. Para mañana, el trabajo de sociales: la revolución francesa. Genial, hoy tendría una larga tarde, encerrada entre las cuatro paredes de la biblioteca.

Saqué un papel para reutilizarlo, y escribí unas simples palabras para mis padres:

«Mamá, papá, estaré en la biblioteca haciendo el trabajo. Por cierto, aquí os dejo el resto del bocadillo, Os quiero.

-Anna».

Puesto esto, partí hacia la biblioteca, con todo lo necesario dentro de mi mochila, esta colgando de mi hombro derecho.

No quedaba a mucho camino de mi casa, tan solo tenía que bajar bastante la calle y ya estaba.

Tras un par de minutos de andar, llegué a un gran edificio que solía ir algunos fines de semana. Un sitio repleto de libros de todo tipo.

Vagué por los diferentes pasillos de la biblioteca, hasta que llegué a una estantería repleta de libros de historia, entre ellos un par de la revolución francesa. Tomé los que creí más importantes y me los llevé a una de las vacías mesas que había al lado de donde me situaba.

Me pasé gran parte de la tarde hojeándolos y tomando apuntes en una de mis libretas que había traído. Más tarde, decidí subir a la segunda planta, donde esta contenía un par de ordenadores.

Me senté en el único asiento que quedaba libre y seguí averiguando sobre la revolución francesa.

El reloj marcaba las ocho, mi trabajo prácticamente estaba terminado, tan solo debía retocarlo en casa. Agarré mi mochila y la dejé colgando de mi hombro derecho, como ya era habitual.

Caminaba por las solitarias y oscuras calles de la ciudad. Entonces oí unos pasos, que con rapidez se iban acercando a mí. Me giré hacia el sonido, ¿pero qué había? nada, no había nada, tan solo más oscuridad. Seguí mi camino, intentándole darle la menor importancia a lo que había ocurrido, pero volví a escuchar esas pisadas detrás mía; mi único remedio fue correr.

Cazada por el miedo y la desesperación, huía por las -ahora temerosas- calles.

-No huyas... - eso fue lo único que pude auscultar, antes de alcanzar la velocidad máxima que permitían mis pies.

Algún ser más alto que yo, consiguió alcanzarme, me agarró y me dejó inmóvil, acurrucándome en una esquina. Le daba la espalda, lamentablemente no podía conseguir verle el rostro.

Intenté pegar un chillido, pero él me lo impedía, poniendo su mano en mi boca. La tenía fría y muy fuerte.

Una lágrima salvaje nació involuntariamente en mis ojos, se deslizó por mi mejilla y terminó en la mano de aquel desconocido que impedía mi huída.

-No está bien lo que haces, Anna...

Su ronca voz oí, provocándome un escalofrío que viajó por toda mi espina dorsal. Jadeé. No podía hablar, no podía huír, no podía... El miedo me comía por dentro y por fuera. Me sentía tiesa, demasiado tiesa, era como si mis músculos estuvieran rígidos, mis pulmones se hubieran parado y tan solo podía escuchar su ronca voz.

-Te he visto Anna, te he visto - añadió, a lo que yo me estremenecí más de lo que estaba - ¿Crees que robar una cadena de tu mejor amiga está bien?

Tan solo pude negar con la cabeza, era lo único que él me permitía. Ahora mismo, tenía poder sobre mí, podía dañarme, violarme, lo que él quisiera. Los pensamientos que divagaban por mi mente, no hacían más que abrumarme constantemente, haciéndome crear más lágrimas todavía.

-Ahora... retiraré mi mano. No grites, ni un chillido, no te va a ocurrir nada, puedes tranquilizarte.

Asentí levemente mientras su fría mano se quitaba lentamente de mi boca.

-Yo no he robado nada - dije, recobrando mi seguridad.

-Entonces, ¿de quién es esta hermosa cadena?

Su fuerza se fue debilidando lentamente, permitiéndome así darme la vuelta, para contemplar la cadena que yo le había robado a Kelly. Una capucha negra tapaba su pelo, y el comienzo de los ojos. Me superaba un par de centímetros en cuanto altura, así que levanté levemente mi cabeza, para tener una mejor visión de su rostro.

-¿T...om? - balbuceé.

Él era uno de los chicos de mi clase, con cierta popularidad en esta. Las únicas veces que habíamos hablado eran cuando alguna vez nos habían emparejado para hacer juntos algún trabajo, después de eso, ninguno existía en la vida del otro.

-¿Cómo puedes pensar eso de mí? Yo nunca he hecho tal terrible cosa. ¿Podrías devolverme mi cadena, por favor? - pregunté amablemente recobrando la compostura de niña inocente, la chica buena a los que todos estaban acostumbrados desde hacía años.

-Anna...

Su voz se paró, al notar como gotas de agua nos empezaban a mojar.

-Será mejor que nos vayamos, Anna.

-Iré a casa.

-No, vendrás a la mía. Esta conversación todavía no terminó.

Intenté discutir, pero era demasiado tarde, ya me había tomado de la mano y me hacía correr a través de la lluvia.

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Y ahí lo dejo. ¿Qué os parece? ¿Qué pensáis que ocurrirá? Bueno, agradeceros todo el apoyo en el capítulo anterior, que aunque sean menos de 70 de leídos, significa mucho para mí, porque esta es mi novela favorita de todas las que escribo, así que muchas gracias.

Agradecería todos los votos y comentarios. Odio a los lectores fantasmas, así que, no lo sean porfavor, no en esta novela, al menos.

Gracias, Isa♥

Mi inocencia engaña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora