Mortífera Existencia

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Cuando mi mente divaga en las cavernas de la inconciencia no respondo de mis actos. Mortuorio final el tuyo, satisfactorio momento el mío, mi misma sangre sale de tus heridas, hermano.

Mi nacimiento para ti fue una maldición, pero luego de un tiempo encontraste en mi algo de uso, quizás pensaste que al ser tan pequeña no recordaría… terrible error el tuyo.

Tú en la pubertad, yo en la niñez, de nada importó, mi inocencia corrompida por tus frustraciones, tu adultez destruida por mi rencor. Largas son mis noches inmersa en los obscenos recuerdos, quizás ahora me sienta mejor, aunque lo dudo. Los oscuros recuerdos de tu morbosa mirada mientras destruidas mi niñez, perturban mi mente. Pronto seré libre de los pensamientos malditos, pero todavía falta un tiempo.

Yo tan pequeña e indefensa, mientras me arruinabas la existencia. Toda mi vida preguntándome que fue lo que hice para merecer tal cosa, para que hoy pudiera contestarme: Simplemente había nacido.

Tanto me odiabas, tanto te quería hasta esa primera vez, disfrutabas viéndome sufrir y sin saberlo alimentabas mi infecto odio hacia ti. Nuestros ingenuos padres desconocían tus actos, pues eras inteligente y aprovechabas la ausencia de ellos para hacerlo.

¿Acaso alguna vez pensaste en las consecuencias de tus actos?

No lo creo, siempre fui nada para ti y no lo merecía, a diferencia de ti, que si te mereces esto.

Frenético apuñalamiento, tu vida escapándose de tus heridas abiertas, mi vista cegada por el putrefacto odio. No es venganza, es solo hacerte sentir un poco de lo que yo sufrí, y digo solo un poco porque a ti te daré la bendición de la muerte, en cambio yo tuve que vivir todos estos años en silencio, con el peso de la cruz de la violación sobre mi espina dorsal.

 Al verme llegar sonreíste, ¿yo visitándote? Deberías haberlo tomado como algo extraño y peligroso, creía que eras más inteligente.

¿Acaso nunca tuviste remordimiento? Al menos ya con tu madura edad podrías reflexionar sobre lo que me hiciste en el pasado, aunque ahora que lo pienso, soy una idiota al pensar que tú podrías sentir remordimiento alguno. Los años pasaron y olvidaste esa insignificante etapa en tu vida, pero yo no.

Terminé la secundaria cuando tú ya estabas en la mitad de tus estudios universitarios, Psicología, que ironía, aunque quizás podría ser conveniente ya que podrías atenderme y escucharme hablar de mis traumas del pasado, de cuando me penetrabas sin piedad, mientras mis gritos resonaban en la lúgubre habitación que compartía contigo.

Verme con el cuchillo te sorprendió, palpitaste el terror, sangriento tu final, que ya estaba predicho desde el día en que nací. Tus plegarias nadie oirá, pues estamos solos, no hay nadie aquí…yo también soy inteligente.

Tus ojos abiertos me miran aterrados, como si no supieras la razón de mi impulsivo y mortífero ataque. Tu estómago, totalmente cubierto de la asquerosa sangre que llenaba tu cuerpo, se mueve de arriba abajo en movimientos cortos y rápidos. No puedes respirar, como cuando me tapabas la boca con tus inmundas manos cuando mis gritos eran demasiado fuertes.

Tu boca media abierta deja salir un último suspiro y tus ojos se cierran, mientras tu cuerpo se libera de la tensión producida por el pánico.

Sé que has sentido dolor, pero no se compara con mi tormento, sé que has sufrido, pero no tanto como  yo. Bajo la sombra del odio he crecido, y es tu culpa, he pasado muchos años planeando esto, pero no pensé que sería tan reconfortante, al menos sé que no habrá consecuencias negativas para mí, ya que de esta habitación nadie saldrá vivo…ni yo.

El cuchillo yace en el centro de tu estómago y al tomarlo siento que no podré sacarlo de allí, parece pegado a tu piel, pero con un poco de esfuerzo logro sacarlo junto con un nauseabundo ruido sordo. Creo que es tiempo del final, todo esto acabará, al menos me aseguraré de que te vayas al infierno junto a mí, para continuar destruyéndote en el mundo de los muertos.

La piel casi transparente de mis muñecas deja ver las moradas venas, solo un corte y todo acabará. Al limpiar la sucia hoja del cuchillo con mi camiseta, puedo ver mi cara en su reflejo. Mis ojos celestes, mi piel pálida y mis mejillas rojas evidenciando el gran esfuerzo, sé que no es el mejor final, pero es lo único que me queda, debo escapar de los recuerdos, no podré seguir viviendo así.

Arremango las mangas de la camiseta dejando ver el antebrazo y apoyo el filo en la piel, el frio temor de la muerte se apodera de mí, pero no me acobardaré. Hago solo un poco de presión y el cuchillo ya está hundido en la piel, comienzo a cortar de forma vertical y llego hasta la articulación interna del codo, sé que no era necesario cortar tanto, pero debo asegurarme. La sangre rápidamente comienza a manar de la herida y los recuerdos afloran en mi mente. Me recuesto sobre la alfombra mientras mi vista se nubla y los mareos aparecen, mi historia termina aquí, al menos sé que no morí en vano, al menos hice algo por mí, la muerte está llegando y yo solo puedo repetirme una frase en mi perturbada mente.

 No es una muerte en vano. No es una muerte en vano. 

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