Parte 4: Juntos

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— ¿Estás seguro de lo que viste? — preguntó Luzu, mirando directamente a Frank con la sorpresa aún recorriendo su cuerpo.

— No os mentiría amigo mío, estoy completamente seguro de lo que he visto — Frank caminaba de un lado para otro, pensando, gruñendo y sobre todo, muy pero que muy dolido. Su prácticamente hermano los había traicionado. Para su buena suerte el jardín se encontraba prácticamente vacío, así que no había nadie que osara entrometerse en su plática.

— No podemos dejar que este aberrante acto quede impune, Samuel ha traicionado todas las buenas leyes que nuestro querido rey y la santa iglesia han inculcado en nosotros... — se descruzó de brazos y se levantó del banco de piedra donde se encontraba reposando.

— Aunque me duele admitir que estás en lo cierto, Samuel sigue siendo nuestro compañero, ¿no os duele solo un poco esto? Podríamos hablar con él y obligarlo a dejarlo, mandarlo con los caballeros del norte y que nunca más vuelva. Que purgue sus pecados ahí...— Frank estaba de acuerdo con que Samuel merecía un castigo, pero tampoco podía aceptar que le hicieran algo tan malo. No podría vivir con ello.

— Frank, Samuel ha cometido un severo delito... — Luzu pensó un momento la situación, si bien era cierto que Samuel había sido uno de sus grandes amigos también le consideraba un hombre bastante extraño, desde el principio de su historia como colegas y compañeros de batalla siempre había visto en Samuel algo extraño; no era como los demás, siempre perdido en sus pensamientos, solitario, extrañado de la vida y con ideas que nunca habían tenido cabida ni siquiera en aquellos más locos del pueblo. Siempre había visto en Samuel un desconocido con una perfecta mascarada. Y ahora lo entendía a la perfección, ahora llegaba a la conclusión de que posiblemente a Samuel siempre le habían atraído ese tipo de gustos asquerosos, nunca le había visto con una dama ( incluso cuando prácticamente todas las doncellas de la corte habían intentado algo con su persona) e nunca había conseguido pillarlo con la mano debajo de la falda de alguna mujerzuela que se le insinuara. Ahora podía mirar al verdadero Samuel, aquel hombre aberrante, hijoputa y posiblemente hipócrita que en un principio su propio hermano había mencionado mirar en su persona la primera vez que lo había llevado a casa. Apretó las puños, Samuel de Luque y Góngora estaba acabado. — esto no se puede sino pagar con la muerte...—




Oh, he de pediros una disculpa por hacer una pausa aquí querido lector, pero hay algo que debo aclarar para continuar esta historia y es que no he querido que me tache de hablador o cotilla, porque ¿sabe? yo estuve ahí en aquel momento. Yo lo presencié con mis propios ojos cuando al caballero Luzuriaga Bojar y Toledo le fue entregado el título de Duque tras entregarle al rey la prueba de que Samuel de Luque y Góngora, uno de sus más fieles caballeros, le había traicionado. Por supuesto que yo tenía el conocimiento de que todo lo que venía escrito en la carta que había mandado era una completa farsa. Y aún así me quedé callado. No sabe lector cuánto me arrepiento ahora por no haber podido advertirles... Y es por eso que no me gusta contar mucho esta historia, porque me hace recordar lo cobarde que mi persona fue al no haberme detenido a mitad del camino para romper la carta y huir, porque yo osé ser aquel desalmado mensajero que condenó el destino de aquellas dos almas. Es algo que cargaré para siempre en mi conciencia...

¿Sabe? Podría decirle que todo salió bien, que Samuel cumplió su promesa y que ambos huyeron a Nueva España para empezar de cero, pero usted no vino aquí para escuchar mentiras, usted me rogó por contarle un historia de amor, una que indudablemente se quedará arraigada en su corazón...y habiendo aclarado esto ¿Os gustaría saber como acaba esta historia?



Por comisión y mandato de los señores del Consejo he visto los actos realizados por Samuel de Luque y Góngora; haciendo contra a nuestra fe católica y buenas costumbres, antes dador de honesta caballería y bienaventurados actos en favor nuestro. Hallo en él cosa indigna como la traición al honor de los caballeros de la orden del Rey nuestro señor Felipe IV y la virtud moral que la sagrada iglesia ha educado para nosotros, por lo tanto y sin censura alguna hago en presencia de quien lo lea, los cargos por los que se le ha impugnado la sentencia de muerte.

Caballero (One-shot Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora