Capítulo 3.

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Derek miraba por la ventana como se formaba el amanecer mientras se acomodaba su chaqueta, pensaba seriamente si despertar al menor o huir con ese pedazo de coche.

Anoche no se dio cuenta de a que hora se durmió su acompañante obligado, se perdió en un relajante sueño. Muy dentro de él agradecía ese pequeña introducción sobre la escencias y las velas, pues a pesar de haber estado un rato si lograron calmarlo.

Estando listo decidió salir a dar una vuelta y buscar algo para desayunar en lo que Stiles despertaba, pensaba que tardaría horas en lo que decidía despertarlo.
Después de unos 10 min de la retirada de Derek sonó la alarma de Stiles.
Somnoliento, paso por toda la mesa de noche hasta encontrar su móvil.

—Derek— dijo al tiempo que apagaba su alarma —despierta.
Y al no tener una respuesta intento tirarle una almohada. Nada. Nadie contestaba. Entonces con toda la pereza del mundo decidió moverse para ver a la cama temporal de su acompañante y la decepción junto con el enojo se hicieron presentes a partes iguales.

Se levantó tan rápido como le fue posible —porque se enredó con las propias sabanas— y sacó un par de prendas de su mochila. Con la velocidad de un rayo se cambió a esa indumentaria, se colocó los tennis, una sudadera y agarro las llaves de su Jeep.
Corriendo, se dirigió a la salida y abrió de sopetón, al intentar salir chocó con un sujeto corpulento y alto derramando un liquido caliente en ambos: era Derek con una charola de cafe y una bolsa con lo que parecía ser donas.

Quedaron estupefactos en la entrada y el chico de los mil lunares podría apostar cualquier cosa que ahora si lo empotraria en la pared para desgarrarle la garganta con sus finos dientes. Pero no. Derek sólo bufaba sonoramente como si de un toro bravo de tratara y no de un lobo aplastando el poco contenido que tenía en ambas manos; cerró los ojos con exasperación y le pidió —exigió— permiso —que se hiciera a un lado o cumpliría su amenaza latente—, y así fue.

Derek estaba del lado de su cama temporal y sin tapujos se empezo a desvestir frente al menor. La cara colorada de Stiles era épica, casi un poema pues recorría sus mejillas hasta las orejas y abarcaba hasta el puente de su nariz. Le sorprendía que hace un momento se temía lo peor y ahora tuviera que lidiar con deseos inapropiados.

Al voltear a ver su sudadera vió la enorme mancha de café y en sus vaqueros, así que optó por hacer lo mismo.
El mayor le miraba de reojo y sentía el pulso de Stiles acelerado al igual que el suyo. Obviamente ya sabía de sus deseos e intenciones, pero no suponía que fuera él quien los trajera a plan con maña para descubrir cada línea de sus cuerpo. Daba en el clavo si relacionaba el hecho de que anoche casi se infarta por estar hablando con quien sabe quien y estaba casi seguro que era él o la responsable.
Y ahora, ¿que podía hacer? Ya estaban hasta acá, y el también lo desea, ¿que podía perder?.

Al acabar de revestirse salió de filo. El joven Stilinki estaba por acabar, sólo le faltaba guardar su ropa sucia de café y dulce para salir. Al terminar acomodo un poco su desorden y salió con ambas mochilas aventandolas a la parte de atrás del Jeep, maldiciendoce por dentro por lo tonto que se vió en esa escena. Se subió al coche al ver que Derek iba de regreso de la recepción y encendió a su bebé.
Se subió del lado de copiloto y cruzó sus brazos creando un muro graffiteado con la leyenda «no, no me hables. No preguntes. Ni lo intentes» por lo que atinó en poner su música empezando con Just Breath de Pearl Jam lo que hizo al mayor borrar aquella leyenda y cambiarla por «esta bien, pero no me hables ahora» pues relajó su pose de maleante a una de seriedad.

El frío calaba a pesar de que ya era medio día. Las tripas de ambos exigían comer —o devorar— algo. Estaban de paso por (incerte una localidad de California) y ya veían algunos locales, entre ellos uno de comida.

—Derek— llamó el menor —, tomenos un descanso, vamos a comer. ¿Qué dices?.
Y no dijo nada, sólo le miro pero no con severidad, era más una contestación tipo «has lo que creas conveniente»
— Lo tomare como un si.

Y fue directo al estacionamiento del local. Bajaron sin dirigirse la palabra, Derek paso como Juan por su casa y se fue a la última mesa, detrás de él iba el joven Stilinski.
Al tomar asiento una mesera paso a tomarles la orde. Mientras Stiles pedía un par de huevos estrellados, tocino y salchichas (porque a pesar de querer comer sano tenía el antojo) Derek sólo pidió un cafe americano cargado y a lo mucho una dona.
Antes de que la orden viniera Stiles estaba jugando con una servilleta y Derek sólo miraba por la ventana como si de un video clip se tratara.
La desesperación de invadió de adentro hacia afuera y con sumo coraje hizo bolita dicha servilleta y la aventó en la cabeza de su acompañante obligado.

—A ver, Derek— habló el menor al ver que le dirigió la mirada —. No tengo ni la más mínima idea del porque estes tan enojado e indiferente. Lo sé, se que eres un lobo amargado, lo sé, esta en tu naturaleza. Pero, oye, estamos lejor de toda civilización y de paso, de Beacon Hills. No puedes simular un poco ser más, amm, no se ¡humano!. Porque mira, te guste o no, estas conmigo ahora, a-ho-ra, ¿no puedes disfrutar un poco esto?

El joven Hale estaba sorprendido y enojado a partes iguales. Eso se podia traducir en su gesto; le sentenciaba con la mirada a pena capital por tal acto de niñeria.
Stiles esperó unos segundos una respuesta pero lo único que obtuvo fue un gruñido, algo parecido al rechinar de sus perfectos dientes y el color escarlata resplandeciendo en sus ojos.

—Oye, no me mires así. Tu mismo lo provocaste.
—¿Yo?
—No, la mesera que ya tiene nuestro desayuno.
—Stiles...
—Ya te dije, es tu culpa.

Antes de reclamar, abalanzarse a su garganta y arrancarsela con saña la mesera llego con los alimentos y le puso su respectivo café y un par de donas frente y de Stiles su respectivo desayuno.

Como si lo anterior sucedido fuera parte de su ajetreada imaginación el menor empezó a comer con mucho gusto y tranquilidad que dudo por un momento sobre su amenazadora actitud. Era cosa suya o ¿Stiles le perdió el miedo?.

No tuvo de otra más que soltar el suspiro de su vida y tomar el primer sorbo de su bebida. Estaba seguro que después de lo que estaba a punto de decir no habría un retorno, y de cierta manera le asustaba, pero,¡hey! él mismo lo dijo, ya no tiene nada que perder. Eran ellos dos lejos de cualquier conocido, ¿que más da?

–¿Stiles?
—¿Hmm?— respondió distraído llenando su boca de salchichas.
—¿No quieres ir a otro lado?,me refiero a que si vamos a darle la vuelta a California.
La última oración pronunciada por el ojiverde hizo una explosión en el pecho del menor, retumbando en su garganta y ahogándose como resultado, como si la espuma hubiera subido en un proceso de efervescencia. Carraspeo un par de veces intentanto retener el bolo en su cabina bucal.
—¿Eso es un si?
—¿Y que le vamos a decir a los demás?— replicó pasando el bocado con dificultad.
—No lo sé— dejó ver un ápice de duda cubierto de gallardía —Ellos agarraron un vuelo, porque dudo que vayan en el Camaro por días para llegar a Dakota del Sur.
—Seguramente.
—Seguimos en California, sólo digo que hay que aprovechar.

Y por un momento sintió que se ahogaría de nuevo, pero no, muy al contrario, dejo ver una tímida sonrisa.
La emoción acrecentó a cantidades bíblicas, mil posibilidades de hacer y deshacer muchas cosas le daba incapié a iniciar el recorrido de Estado.
Sin dudarlo respondió un si con una sonrisa sincera.

El viaje para ellos a penas empezaba. Y, por su puesto, los deseos ocultos no se harían esperar.

Lost Travelers |Sterek|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora