Capítulo 2

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Capítulo 2

No pudo dormir esa noche, daba vueltas en su cama que parecía más calurosa de lo habitual.

A la mañana siguiente, preparo una bolsa de baño, con una toalla, crema para tomar el sol, un par de latas de refresco y una botella de agua, un sándwich y una pequeña bolsa de patatas fritas. Se puso un bikini, un pareo ligero y no muy llamativo, pero compañero al bikini, unas sandalias de goma para la playa, una especie de pamela trenzada, sus gafas de sol y su libro.

Se encamino a la pequeña cala que vio la noche anterior desde el faro.

Al llegar, vio que tan solo unas pocas personas estaban allí, no era lo que se dice, una playa concurrida. Un caminito entre las rocas, la conducía desde la parte de arriba, hasta la playa, a modo de escalera natural, bordeada de espesa vegetación que le daba un aspecto misterioso y paradisíaco, aun sin ver ni una sola palmera. Pinos grandes y verdes coronaban las dos colinas que flanqueaban la cala y que cerraban la playa por los dos lados. El agua era clara, verde botella, limpia.

Al llegar a la arena, extendió su toalla, coloco su bolsa a la cabeza y se sentó. Jugo durante un rato con sus pies hundiéndolos en la arena, la sentía cálida en la superficie y fresca a medida que ahondaba más los pies en ella. Parecía una actriz famosa, su pamela, sus gafas y el pareo. El libro a un lado, la brisa moviendo las puntas de su larga melena, le daban un aire a postal de los años 60.

Tan solo se desdibujo ese glamour, cuando de su bolsa, extrajo una bolsa de patatas y una lata de refresco de cola... un tanto anacrónico para toda aquella puesta en escena.

Las personas que por allí andaban iban cada una a lo suyo. Teniendo mucha distancia, unos entre otros.

Unos niños, jugaban a coger cangrejos y conchas en las rocas donde rompían las olas, en uno de los lados de la cala. Sus risas y gritos eran mitigados por la distancia, el sonido del viento y las olas al romper en la misma playa.

Elena, se despojó de su pareo, lo anudo al asa de su bolsa, para que no se lo llevase el viento, dejo su pamela en la toalla junto a sus gafas y recogió un poco su sitio. Se dirigió andando descalza y tranquila hasta la orilla y metió sus pies en la fresca agua. Andando poco a poco se fue metiendo en el mar, donde al final se zambullo mojando su pelo y nadando un rato. Todo esto mientras pensaba. Su cabeza esta vez, no tenía en mente a su amigo el farero. Sino que, en silencio, sopesaba porque era tan tonta, porque todos los tíos con los que había topado hasta el momento, terminaban riéndose de ella y engañándola. Era una reflexión constante, una cascada de reproches a sí misma.

¡idiota, idiota, idiota!

Se repetía en silencio en su cabeza. Sus manos agarraron su largo pelo y lo paso por su hombro, estrujándolo entre sus manos para extraer el exceso de agua. Un perro blanco, paso corriendo por su lado, llenando de arena su libro, su toalla y pegando la arena de la playa en sus muslos. Se molestó, aunque no dijo nada, a fin de cuentas, no pensó que aquel perro loco, fuera de nadie.

Pero no era así. Escucho una voz familiar... ¡Aronnax!

Puso una mano en su frente, a modo de visera, puesto que la voz conocida venia hacia ella, con el sol a su espalda la silueta que se acercaba a ella era un borrón oscuro que, conforme se aproximaba a ella, se hacía más reconocible. Era Ariel.

Llego hasta sus mismos pies, mientras ella estaba sentada en su toalla en la arena, parecía un gigante, un coloso rudo e inmenso.

Tenía puesta una gorra negra, descolorida, con solera, pero limpia. Unas gafas de sol ocultaban sus ojos, lo que ella agradeció, puesto que su mirada aun conociéndolo, la intimidaba.

El faro de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora