Al cerrar la puerta, Elena se marchó directa al cuarto de baño, se desnudó lentamente, se despojó de su camisa, se descalzo, se quitó sus pantalones y sus braguitas, apoyo sus dos manos en el borde del lavabo y se miró al espejo. En silencio.
Toda la casa estaba en silencio, solo podía oír sus pensamientos, claros y nítidos como cuando se habla en el centro de una enorme catedral.
- ¿Qué has hecho Elena?
Se lo repetía constantemente, no era un reproche, era una pregunta sin respuesta. Se metió en la gran bañera, puso la ducha y dejo que el agua fresca callera por su espalda, refrescando tanto el calor de su piel, como el calor interno que ese beso, le había provocado.
Cuando termino, se fue desnuda a su cama, se tumbó boca abajo para evitar el roce de la ropa de la cama sobre su espalda y con los ojos abiertos, repaso una y otra vez ese momento en el que beso su boca.
Paso el tiempo y el sueño la rindió.
Al amanecer, el sol entraba por su ventana, iluminaba la cama y Elena brillaba como el oro, reflejando los rayos de sol en su cuerpo aun desnudo.
Poco a poco abrió sus ojos, no quería pensar, no quería recordar, solo sabía que tenía hambre y ganas de tomar el aire.
Antes de salir, como pudo se extendió un poco más de aloe en su espalda y los hombros. Aquella pócima natural, calmaba tremendamente su piel ya bastante menos dolorida que la noche anterior. Se puso un bikini, unas playeras, un pantalón corto y una blusa muy fina, casi transparente que dejaba ver a través de ella, los colores de su bikini.
Tomo sus gafas, el monedero y las llaves, lo repartió todo por los distintos bolsillos que tenía su pantalón y cerro tras de si la puerta.
Iba por la calle, andando y mirando al suelo, con sus manos en los bolsillos, jugando a poner sus pies en las baldosas, sin pisar las rayas de unión, parecía una niña pequeña. Distraía su mente, para no acordarse de Ariel.
Al llegar al pueblo, entro en la tasca, pidió un desayuno y le dijo al chico que lo tomaría fuera. El chico, como con cierta familiaridad, contesto...
- ¡ahora te lo llevo Elena!
Su nombre no sonaba igual que en labios e Ariel.
Y se enfadó consigo misma por volver a pensar en él.
¿Qué clase de brujería era aquella? ¿Por qué no podía dejar de pensar en él?
Nunca haciendo memoria, ella había sentido algo por alguien tan rápidamente como lo que creía estaba sintiendo por Ariel. Su mente creo una especie de resistencia a esa idea. Luchando por olvidar todo lo posible lo sucedido.
El chico, llego con su café, la tostada y una nota.
- ¿Esto qué es? Pregunto alterada Elena.
- Lo dejo el señor Ariel para usted esta mañana.
De nada sirvió que su cerebro le dijera ¡no lo abras! Sus dedos, desdoblaron aquel papel con precisión de cirujano, vio su letra, estaba escrito con pluma estilográfica.
- ¿Quién escribe aún con pluma estilográfica?
Tenía una letra bonita, clara, limpia, continua. Cada palabra empezaba y terminaba con un solo trazo, denotaba interés en la comprensión de lo escrito, firmeza, elegancia, misterio.
Empezó a leer, Ariel quería que, al terminar de desayunar, fuera al puerto, según le decía en la nota, allí la estaría esperando para dar un paseo especial. No hacía falta que llevase nada, simplemente termino la nota con un... Por favor no faltes.
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El faro de Elena
RomansaElena busca encontrarse a sí misma. En su aventura, descubre que ella es mas de lo que esperaba, sobretodo cuando se cruza en su camino Ariel, quien le enseñara una nueva manera de mirar el mundo. Relato sensual, que mezcla el romanticismo con la s...