Dos Mundos

El traslado

Yo era la nueva en la escuela Hamilton; empezaba sexto de primaria. Estaba muy contenta ya que había conseguido una plaza en el colegio que querían mis padres, un colegio del que habían oído muy buenas críticas; pero también estaba asustada porque no conocía a nadie, yo venía de otra ciudad, Bath.

Nací el 13 de Mayo de 1999. Viví en Bath toda mi infancia, hasta que a finales de agosto de 2010, cuando mis padres me dieron la noticia, que en ese momento me pareció horrible.
Empecé el colegio una semana después de llegar a Londres.

El domingo por la noche no podía dormir, por mucho que intentara que mis pensamientos fuesen positivos, tenía miedo, miedo de empezar las clases, miedo a ser marginada por los demás niños. Temía que fuese a pasar lo mismo que en Bath, porque nunca había tenido muchos amigos, siempre había sido tímida e insegura, y eso hacía que fuera más callada.
A los niños no les gustaban acercarse a mí, no sé por qué, pero no querían jugar conmigo; menos Anne, la única amiga que tenía.
Esa silenciosa, oscura y calurosa noche de domingo lo pasé bastante mal, recordando esos malos momentos en mi antiguo colegio.

El lunes por la mañana, cuando me despertó mi padre hacia las seis y media sentía un dolor incómodo en el cuello, debido a la mala postura en la que había dormido, y tenía mucho sueño, por lo que en ese momento temía el hecho de poder dormirme en mi primer día de clase.
Me vestí e hice lo que hace todo el mundo por las mañanas.

Yo vivía en una casa de color rosa palo en Notting Hill, una calle muy conocida y transitada, que en mi opinión era muy bonita. Lo que más me gustaba de mi nuevo barrio eran las casas de colorines, parecía más bien la calle arcoiris.
Salí de casa sobre las ocho menos veinte, el colegio estaba algo lejos y por eso me llevó mi padre en su coche (del que no tenía ni idea qué marca era), mientras mi madre se iba a trabajar en su coche rojo (por supuesto tampoco sabía qué marca era, definitivamente los coches no eran lo mío).

Mi padre trabajaba como médico en un hospital de las afueras, por eso íbamos los dos juntos; mientras que mi madre trabajaba en una academia de teatro como profesora. Me gustaban mucho los oficios de mis padres, me parecían interesantes; no como otros, había algunos trabajos muy aburridos que no sabía cómo podían gustar a la gente, como el padre de Anne, él trabajaba en una empresa de taladros, menudo aburrimiento.

Antes de irnos al colegio, tomamos un pequeño desvío hacia la panadería "les deux moulins" (era francesa, de ahí su nombre).
Yo me quedé en el coche, esperando ansiosa a que mi padre saliera de la panadería, pensando que a lo mejor me había comprado una napolitana, que así fue.
Durante el viaje mi padre no paraba de darme ánimos, diciéndome que seguro que les caería bien a los niños, y que no tuviese miedo.

Cuando mi padre y yo llegamos al colegio sentía como las tostadas del desayuno se revolvían en mi estómago, temí que salieran volando en cualquier momento. Al salir del coche, delante de aquella enorme escuela me vino un terrible pensamiento a la cabeza, la idea de perderme por aquellos grandes y espaciosos recintos me hizo sentirme aun peor.

Mi padre me acompañó a secretaría, donde una mujer de mediana edad, bajita y risueña me dió mi horario.
Me habían asignado en sexto R (las letras de los cursos iban ligados a la primera letra de una capital, en este caso, Roma).
A primera hora (a las ocho en punto) tocaba artes plásticas en el aula-12.
Philippe me dió un beso en la mejilla y me tranquiliźó, diciéndome que todo saldría bien, justo antes de irse a trabajar, y yo me quedé con aquella secretaria, que me acompañó hasta mi clase, pasando por enormes y largos pasillos que estaban en completo silencio. Caminamos por un suelo decorado con baldosas rectangulares y marrones, algo gastadas a causa de los roces con las suelas de los zapatos de los niños.

Pues allí estaba yo, delante de la puerta azul del aula de artes plasticas, donde supuestamente conocería a mi mejor amiga.