Lisbeth y yo salimos del aula, ella con paso firme y decidido, y yo con paso inseguro, algo nerviosa y asustada, ya que mis manos se volvían cada vez más rojas y me picaban cada vez más. Anduvimos por los pasillos en completo silencio, cuando de repente ese silencio algo incómodo se rompió.
- ¿Qué tal las manos? ¿Estás bien? -dijo amablemente-.
- Si, estoy bien, no te preocupes.
- ¿Porqué no dijiste que eres alérgica a la tiza?
- Porque no lo sabía, es la primera vez que me pasa esto.
- Que raro, bueno, esperemos que esté la enfermera. -dijo ella algo preocupada-.
En mi cara se reflejó toda mi angustia, ¿y sí la enfermera no estaba?, ¿qué pasaría conmigo?.
En ese momento pensé que ese era el peor día de mi vida.Por fin llegamos a la enfermería y allí estaba, la vimos de reojo detrás de una puerta, era una mujer bajita, de mediana edad, delgada y muy seria. Estaba sentada en su silla, mirando el ordenador con una cara de concentración tan extrema, que parecía que se le iba a escapar un pedo. Estaba muy contenta, mi suerte había cambiado en minutos. Entré con Lisbeth a la sala de espera y nos sentamos en unas butacas de colores esperando que me llamara. Dentro de la consulta había alguien más, era un niño. No sabía su nombre, ya que no iba a mi clase, bueno, no me sabía ninguno en todo el colegio, a parte del de Lisbeth. Era un niño alto, pelirrojo y tenía los ojos azules y llevaba gafas rojas, haciendo que pareciesen más grandes de lo normal, como los de un león marino con miopía.
Estábamos calladas y no sabía de que hablar hasta que por fin se me encendió la bombilla.
- ¿Llevas mucho tiempo viviendo en londres?-pregunté algo insegura, ya que no sabía si le parecería cotilla por mi parte-.
- Más o menos, nací en Brighton y poco después mi familia y yo nos mudamos aquí. Es como si llevase toda mi vida en Londres- dijo con un tono de felicidad, parecía que sus pensamientos decían, "¡bien! Por fin algo de lo que hablar", o eso me pareció a mí-.
¿Y en que zona de Londres vives?, me conozco esta ciudad como la palma de la mano -afirmó sonriente-. - En Notting Hill -respondí contenta-.
- ¡¿En serio!?, mis abuelos viven ahí, es una zona muy bonita -contestó emocionada-.
- ¿De qué color es la casa de tus abuelos?
- Azul pastel, ¿y la tuya?
- La mía es rosa palo.
- Yo vivo en Hampstead, las calles no san tan coloridas, pero en mi opinión es un barrio muy bonito
-en ese momento nos miramos contentas al ver que podríamos congeniar y llevarnos bien-.
Iba a preguntarle si conocía algún cine, ya que a mis padres y a mi nos gusta mucho ver películas; cuando la puerta de la consulta se abrió haciendo un gran estruendo, pegué un brinco, me había asustado.Por aquella puerta salió el niño pelirrojo, Lisbeth saltó de su sitio y se dirigió a el.
- ¡Kenny!
- ¡Liss!
- ¿Pero qué te ha pasado?
- Me he hecho un esguince.
- ¿Y eso? ¿Cómo? -dijo ella riendo-.
- Pues me dirigía a clase cuando de repente me empujaron, ya sabes todo el barullo que se arma por las mañanas en los pasillos, y más en el primer piso...
- ¡No te enrolles! -le interrumpió de repente-, se de sobra lo que pasa todas las mañanas en el primer piso, llevo toda mi vida aquí, venga sigue.
- Pues me comí la puerta. - dijo muy tranquilo con una sonrisa-.
- ¡Ja ja ja, el karma! -dijo muriéndose de la risa, casi cayendo al suelo-.Lisbeth estaba a punto de presentarme al supuesto "Kenny", cuando de repente me llamó la señora Wood. Entré algo apenada, porque tenía ganas de conocer a otro niño, tendría que esperar. La señora Wood me dió un medicamento, no tenía ni idea de lo que era aunque recuerdo que mencionó un antiestamínico, el único que conocía era el Dalsy y poco más, pero sabía muy mal y el olor me recordó a los pañales sucios e infectos de mi primo Dani. Después rellenó un papel que justificaba mi ausencia en clase y luego me hizo una pequeña revisión.
Tardamos entre veinte y treinta minutos. Estaba mucho mejor, ya no me picaban tanto los ojos y mis manos empezaban a recobrar mi color de piel natural.
Cuando salí de la consulta, Lisbeth y su amigo me estaban esperando, sentados en las mismas butacas de colores. Estaban hablando, hasta que me vieron.
- ¿Qué tal estás? Tienes mejor aspecto -dijo Lisbeth-.
- Si, es verdad, antes estabas fatal. Por cierto me llamo Kenny.
- Yo soy Isabelle.
- ¿Y ahora que hacemos? -preguntó Lisbeth-.
- Deberíamos ir a clase -dije yo-.
- Uf... que pereza, pero no nos queda otra ¿no? -protestó ella-.
- ¿Qué íbamos a hacer si no? -pregunté sorprendida-.
- No sé -dijo ella mientras soltaba una pequeña carcajada-.
- Isabelle tiene razón, deberíamos irnos a clase, ¿nos vemos luego? -Kenny me dió la razón-.
- Por supuesto donde siempre -contestó Lisbeth en un tono como si fuese obvio-.
Kenny se fue andando tranquilo por el pasillo mientras que Lisbeth y yo subíamos las escaleras hasta el segundo piso.La clase de matemáticas había acabado, ahora tocaba inglés. Cuando llegamos se oían voces a través de la puerta, bueno, más que voces eran gritos.
Lisbeth y yo nos miramos con miedo de entrar, pero como sí me hubiese leído la mente, tocamos la puerta las dos a la vez. Ella no se percató de aquel detalle, pero yo si.
Cuando oímos a la profesora darnos permiso entramos, delante de la pizarra estaba la susodicha, era alta, muy delgada, tenía el pelo lacio de color rubio con vetas de color gris y tendría aproximadamente cincuenta años.
- Señorita Patterson, ¿qué ha hecho esta vez? -preguntó suspirando-.
- Esta vez no he hecho nada, simplemente he acompañado a mi amiga a la enfermería.
¡Me había llamado amiga! ¿Nos acabábamos de conocer y ya me consideraba su amiga?
A lo mejor lo decía por decir, pero esas palabras me hicieron sentir muy bien.
Salí de detrás de Lisbeth y la profesora se sorprendió a causa de mis ojos, era un poco raro que la gente se sorprendiera al verme, pero yo ya me había acostumbrado.
- Usted debe ser la señorita Holdsworth, ¿verdad?
- Si.
- ¿Qué le ha pasado?
- He tenido una reacción alérgica a causa de la tiza -le enseñé el justificante de la enfermera-.
Ésta se puso las gafas, que eran rectangulares y parecían de vieja, y empezó a leer.
- De acuerdo, ¿se siente mejor? -dijo con tono de preocupación-.
- Si, ya estoy mejor, gracias.
- Está bien, puede sentarse donde quiera.
Lisbeth me hizo una señal para que la siguiera, y eso hice. Me señaló un sitio al lado suyo, parecía que estaba libre. En ese momento no puede evitar dibujar una sonrisa en mi pálido rostro; ella me devolvió la sonrisa y nos sentamos. Nuestros pupitres estaban situados al fondo del aula, el suyo junto a una ventana por donde se podía ver un precioso bosque, y el mío estaba en el pasillo central.La señora Miller estaba explicando todo ese rollo de las preposiciones, los adverbios...etc. Aquella hora de clase pasó volando para nosotras, ya que Lisbeth y yo no parábamos de hablar, uno de nuestros principales temas de conversación fue Kenny. Ella me contó que llevaban siendo amigos desde infantil, se conocieron cuando estaban en el colegio. Durante un recreo en el que él estaba haciendo figuritas de arena, unos niños le destrozaron todo lo que había hecho, Lisbeth, que lo había visto todo se acercó y le ayudó a reconstruirlo todo; una forma bonita de conocerse.
Más tarde, cuando faltaban unos minutos para que sonara el timbre me preguntó sí quería pasar el recreo con ellos, evidentemente dije que sí alegremente. La hora de inglés había acabado, y Lisbeth y yo salimos muy contentas del aula, sin embargo yo lo estaba mucho más, porque ya había hechos amigos, ¡en un día!, mientras que en Bath no llegué a hacer ninguno de verdad.
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Dos Mundos
Teen FictionEsta historia narra la vida de Isabelle Holdsworth desde que nació hasta hoy en día. En su infancia descubrirá cosas completamente inusuales para ella, y en ese periodo de tiempo conocerá a sus amigos y a personas importantes en su vida con los que...