CAPITULO I:
Yo era espectador
-Esta bien, cierren sus libros muchachos- dijo el profesor, mientras le interrumpía el desesperado timbre- Creo que eso es todo por hoy.
Todos salieron desde el atlético Jerry Martínez el cual estaba contento, presumiendo el nuevo reloj de oro que le trajo su padre de Italia, hasta Johnny Collins el problemático por supuesto, que no esperaba la hora para ir detrás del liceo y fumar un cigarrillo con sus compañeros de quinto año. Todos con excepción de Rafael Hernández, quien, en ese momento se encontraba un poco confundido con la vista perdida en el horizonte, un sueño muy extraño le perturbaba, no podía dejar de pensar en las palabras de su difunto hermano:
-"Los dones se le dan a los que menos los buscan".
Su momento de meditación se vio interrumpido por su amigo Daniel Serpa quien le advertía la hora de la salida:
-Oye Rafael ya es hora, vámonos.
-Ah si, ya voy- recogiendo sus útiles rápidamente para evitar, desde su punto de vista, la cólera de sus padres, si llegaba tarde- Daniel, nunca has tenido sueños "predictivos".
Confundido le responde:
-¿Como así, como un deja-vu?
-No, no creo que me entiendas- le respondió Rafael- solo escúchame, desde la muerte de mi hermano he soñado las cosas que me van ha pasar en ese día, pero claro cosas insignificantes.
-Si ya recuerdo, me lo has dicho antes pero, ¿son solo cosas que te pasan a ti no?- dijo Daniel.
-Si pero eso cambió, esta vez soñé con alguien mas, esta persona estaba en un lugar muy caliente, habían esqueletos como paredes, parecía el propio infierno, este hombre gritaba de agonía, se estaba quemando vivo y yo solo estaba de espectador, no me movía solo lo miraba mientras el se quemaba, pedía piedad pero...
Ya era hora de subir al autobús en ese momento sus caminos se separarían por muchos kilómetros, Daniel estaba un poco confundido por lo que le había contado, ¿Si esa persona que se estaba quemando, era su amigo? Mientras Rafael estaba preocupado por que ya sus padres habían pasado por la estación en donde les tocaba recogerlo, tenia que caminar a su casa
-Otro día no le cuento nada- pensó Rafael.
Camino a casa se tropezó con una injusticia, un joven que tenía apariencia de mendigo, toda rota estaba su ropa, portaba una mochila, llevaba una cara muy despreocupada con lo que le pasaba, estaba siendo robado por un sujeto que le pareció ciertamente familiar a Rafael. Fue en auxilio de este desconocido por una corazonada:
-¡Dame lo que tengas en ese bolso!- gritó el maleante apuntándole con una pequeña navaja.
-Yo solo tengo comida para mis hermanos, mi madre esta muy enferma, por favor déjeme ir señor- suplico el chico.
-¡Me importa poco los problemas que tengas, dame el bolso!- grito sin compasión.
Rafael en un movimiento rápido golpeo al maleante con una botella de vidrio:
-Corre, corre yo me encargo- le grito, pero en un abrir y cerrar de ojos el mendigo no estaba.
Fue una gran sorpresa tanto para Rafael para como el ladrón, este extraño desapareció ante sus ojos, apenas le dio tiempo a su adversario de reaccionar por el golpe, escapó. ¿Que paso allí? Eso fue lo que se preguntaba Rafael en el camino a casa primero el ladrón le parece conocido, como de haberlo visto antes y luego el otro sujeto desaparece.
YOU ARE READING
Karl McCallister Cazador de almas
Adventure¡Admirad a los cobardes de ellos podéis aprender que no existe el miedo a la debilidad!