Segunda Parte: Los Fabricantes de Paradojas

139 1 0
                                    

5. SONÁMBULOS Y TRAFICANTES EN MISTERIOS: SENTIDO YSINSENTIDO EN LAS FRONTERAS DE LA CIENCIA 

LOS LATIDOS DE UNA PLANTA ESTREMECEN A UNA REUNIÓN DECIENTÍFICOS EN OXFORD

 Sabio hindú causa nuevo asombro al mostrar «sangre» manando de laplanta

 EL PÚBLICO, TOTALMENTE ABSORTO,contempla con el ánimo en suspenso cómo el conferenciante combate amuerte con una planta de linaria.

 The New York Times, 7 de agosto de 1926, p. 1

 William James solía predicar la «voluntad de creer». Yo, por mi parte,quisiera predicar la «voluntad de dudar»... Lo que se persigue no es lavoluntad de creer, sino el deseo de descubrir, que es exactamente loopuesto.

 BERTRAND RUSSELL Sceptical Essays (1928)

 Durante el reinado del emperador romano Marco Aurelio, en el siglo II denuestra era, vivió en Grecia un magistral timador llamado Alejandro deAbonútico. Elegante, hábil, inteligente y falto por completo de escrúpulos,según palabras de uno de sus contemporáneos, iba de un lado para otrohaciendo gala de oscuras pretensiones. Su engaño más célebre consistió en«irrumpir en la plaza del mercado, sin más vestimenta que un taparrabos delentejuelas de oro y su cimitarra, agitando al viento su larga melena, comolo hacen los fanáticos que recolectan dinero en nombre de Cibeles, seencaramó a un elevado altar y desde allí arengó a la multitud» anunciando el advenimiento de un nuevo dios oracular. Alejandro exhortó a laconstrucción de un templo en aquel mismo lugar, idea aceptada deinmediato por la multitud que le rodeaba, y descubrió -en el lugar donde lohabía previamente enterrado, desde luego- un huevo de oca en cuyo interiorhabía encerrado una cría de serpiente. Abriendo el huevo, anunció al gentíoque el nuevo dios profetizado era precisamente aquella pequeña serpiente.Alejandro se retiró luego a su casa durante unos pocos días, y cuandodecidió volver a presentarse ante el pueblo expectante lo hizo con unaenorme serpiente enroscada alrededor de su cuerpo; la serpiente habríacrecido asombrosamente en el ínterin.En realidad, la serpiente era de una variedad convenientemente grande ydócil que para tal propósito se había procurado tiempo antes en Macedonia,y además estaba provista de una caperuza de lino de aspecto vagamentehumano. El templo estaba apenas iluminado. A causa de la presión ejercidapor la multitud expectante, ningún visitante podía permanecer demasiadotiempo en la habitación o examinar la serpiente con detenimiento. Enconsecuencia, la opinión difundida entre la multitud era que el profeta lesentregaba un auténtico dios.A continuación Alejandro indicó que el dios era capaz de dar respuesta apreguntas planteadas por escrito que se entregaran dentro de sobressellados. Una vez a solas, doblaba o rasgaba el sello, leía el mensaje,recomponía con todo cuidado el sobre e introducía el texto original al quehabía añadido una respuesta. Pronto llegaría gente de todo el imperio paraatestiguar con sus ojos la existencia de una maravillosa serpiente pitonisacon cabeza humana. En caso de que la respuesta del oráculo se mostraseluego, ya no ambigua, sino claramente errónea, Alejandro tenía una soluciónmuy simple: alterar el contenido de la respuesta escrita previamente.Además, cuando la interrogación de alguna persona adinerada envolvíaalguna flaqueza humana o secreto punible, Alejandro no tenía el menorescrúpulo en extorsionar a su cliente. El resultado de todo este fabulosotinglado produjo unos ingresos equivalentes hoy en día a varios cientos de miles de dólares anuales, además de una fama con la que pocos hombres dela época podían rivalizar.Quizá sonriamos ante Alejandro, el traficante de profecías. Todosquisiéramos vaticinar el futuro y entrar en contacto con los dioses, pero hoyen día es imposible que nos veamos envueltos en un fraude de este tipo. ¿Oacaso no lo es? M. Lámar Keene vivió durante trece años de sus servicioscomo médium espiritista. Era pastor de la Iglesia Asamblearia de la NuevaEra, en Tampa, uno de los administradores legales de la AsociaciónEspiritista Universal y, durante muchos años, una de las figuras señeras dela principal corriente del movimiento espiritista americano. Asimismo, fue untimador confeso, convencido, y ello con informaciones de primera mano, deque prácticamente todas las sesiones, conferencias y mensajes procedentesdel más allá y obtenidas con la intervención de médiums eran supercheríasintencionadas, fraudes destinados a explotar la aflicción y añoranza quetodos sentimos por nuestros amigos y parientes muertos. Como Alejandro,Keene podía responder a interrogaciones escritas depositadas en sobrescerrados, pero él no lo hacía en privado sino desde un púlpito. Keene leía laspreguntas con la ayuda de una lámpara oculta o de un líquido abrillantador,métodos ambos que proporcionaban transparencia transitoria a los sobresen cuestión. Encontraba objetos perdidos, asombraba a los quepresenciaban sus sesiones con asombrosas revelaciones sobre sus vidasprivadas «que era imposible que conociese», se comunicaba con losespíritus y conseguía materializar ectoplasmas, claro está, todo ello enreuniones mantenidas en penumbras y gracias a toda una serie de trucosbastante simples, una absoluta confianza en sí mismo y, por encima detodo, la inmensa credulidad, la absoluta falta de escepticismo de que hacíangala sus feligreses y clientes. Keene creía, como lo hiciera Harry Houdini,que no sólo era generalizado el fraude espiritista, sino que sus cultivadoresprofesionales estaban altamente organizados e intercambiaban entre sídatos o clientela potencial para conseguir que sus revelaciones causaranmayor asombro. Lo mismo que las apariciones de la serpiente de Alejandro,todas las sesiones espiritistas se consuman en habitaciones oscuras, pues la claridad de la luz puede poner al descubierto con demasiada facilidad elengaño. En sus años de encumbramiento, Keene a duras penas logróequiparar sus ingresos, en cuanto a valor adquisitivo, a los de su ilustreantecesor, Alejandro de AbonúticoDesde la época de Alejandro hasta nuestros días, incluso parece probableque desde que sobre este planeta existen seres humanos, la gente hadescubierto que podía ganar dinero arrogándose el poder de desentrañar lomisterioso y conocer lo oculto. Puede encontrarse una encantadora eiluminadora exposición de algunos de estos engaños en un notable libro deCharles Mackay, Extraordinary popular delusions and the madness of crowds(Fraudes populares extraordinarios e insensatez de las multitudes),publicado en Londres en 1852. Bernard Baruch afirmaba que la lectura deeste libro le había ahorrado millones de dólares, presumiblementealertándole de los necios proyectos en que no debía invertir ni un centavo.Mackay trata desde las profecías, las curaciones milagrosas y la alquimiahasta las casas embrujadas, las Cruzadas o la «influencia de la política y lareligión en el crecimiento del cabello y la barba». El valor del libro, comomuestra la historia relatada del traficante de oráculos Alejandro, reside en laantigüedad de los fraudes y engaños descritos. Muchas de las imposturasreseñadas no tienen un marco actual y estimulan nuestras pasiones sólomuy débilmente; el tema del libro son los fraudes en que cayeron gentes deotros tiempos pasados. No obstante, tras leer muchos de los casosdescritos, empezamos a sospechar que existen versiones contemporáneasequivalentes. Los sentimientos impulsivos de la gente siguen siendo tanfuertes como antaño, y probablemente el escepticismo es algo tan raro hoycomo pueda haberlo sido en cualquier otra época. En consecuencia, cabeesperar que sean muchos los timos difundidos por doquier en la sociedadcontemporánea. Y efectivamente es así.Tanto en tiempos de Alejandro como en los de Mackay, la religión era lafuente de las intuiciones más ampliamente difundidas y de lascosmovisiones dominantes. Quienes intentaban embaucar a las gentessolían, pues, hacerlo, por medio del lenguaje religioso. Desde luego, el método sigue en plena vigencia, como atestiguan sobradamente losespiritistas y otros movimientos similares. Pero dentro del último siglo, parabien o para mal, la ciencia se ha convertido para el común de las gentes enel medio fundamental para penetrar los secretos del universo, lo que llevaríaa esperar que buena parte de los fraudes contemporáneos adoptaran unaenvoltura científica. Y así es.Desde hace poco más o menos un siglo se han expuesto una serie defantásticas pretensiones en los terrenos limítrofes de la ciencia, un conjuntode asertos que han logrado excitar la imaginación popular y que, de serciertas, tendrían una enorme importancia científica. Vamos a examinarsucintamente un muestrario representativo. Los fenómenos reivindicadosson siempre de carácter extraordinario, nos arrancan de la monotoníamundanal y, en no pocos casos, implican esperanzadoras promesas. Porejemplo, se presupone que gozamos de amplios poderes jamás registrados,que fuerzas desconocidas nos envuelven para salvarnos o que existe algúnarmónico modelo del cosmos cuyo conocimiento todavía no hemospenetrado. En ciertas ocasiones la ciencia ha sostenido pretensiones deorden similar, por ejemplo al postular que la información hereditariatransmitida de generación en generación se encierra en una larga aunquebastante simple molécula de ADN, al postular la existencia de la gravitaciónuniversal o la deriva continental, al registrar la energía nuclear o alinvestigar el origen de la vida o la evolución histórica del universo. Portanto, ¿qué diferencia puede haber entre éstas y otras pretensionessimilares como, por ejemplo, que es posible flotar en el aire mediante unsimple esfuerzo de la voluntad? Ninguna, excepto en lo que respecta a laforma de probar unas y otras. Quienes sostienen la existencia de lalevitación tienen la obligación de demostrarlo ante sus escépticos oponentesbajo condiciones experimentales controladas. La obligación de demostrarloes suya, no de quienes ponen en duda el fenómeno levitatorio. Talespretensiones son demasiado importantes para no analizarlas con todocuidado. En los últimos años se han afirmado muchas cosas sobre lalevitación, pero no existe ni una sola película correctamente iluminada que  nos muestre a una persona elevándose por los aires sin ayuda alguna,digamos cinco metros, y de la que pueda excluirse todo tipo de trucaje ofraude. Si la levitación fuese posible, sus implicaciones científicas, y másgenéricamente, humanas, serían enormes. Quienes llevan a caboobservaciones acríticas o afirmaciones fraudulentas nos inducen a error ynos desvían del gran objetivo humano de comprender la maquinaria deluniverso. De ahí que jugar fuerte y deslavazadamente con la verdad seaasunto de la mayor seriedad. 

EL CEREBRO DE BROCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora