23. EL SERMÓN DOMINICAL
En la cuna de toda ciencia yacen teólogosextinguidos, como las serpientesestranguladas junto a la cuna de Hércules.
T. H. HUXLEY (1860)
Hemos visto el círculo superior de la espiralde poderes. Hemos llamado Dios a esecírculo. Le hubiésemos podido dar cualquierotro nombre: Abismo, Misterio, Oscuridadabsoluta, Luz absoluta, Materia, Espíritu,Esperanza última, Silencio.
NIKOS KAZANTZAKIS (1948)
En estos días suelo dar conferencias científicas ante audiencias populares.En algunas ocasiones me preguntan sobre la exploración planetaria y lanaturaleza de los planetas; en otras, sobre el origen de la vida y lainteligencia en la Tierra; en otras todavía, sobre la búsqueda de vida encualquier lugar; y otras veces, sobre la gran perspectiva cosmológica. Comoesas conferencias ya las conozco por ser yo quien las doy, lo que más meinteresa en ellas son las preguntas. Las más habituales son relativas aobjetos volantes no identificados y a los astronautas en el principio de lahistoria, preguntas que en mi opinión son interrogantes religiososdisfrazados. Son igualmente habituales, especialmente después de unaconferencia en la que hablo de la evolución de la vida o de la inteligencia,las preguntas del tipo: «¿Cree usted en Dios?». Como la palabra Diossignifica cosas distintas para distintas personas, normalmente pregunto quéentiende mi interlocutor por «Dios». Sorprendentemente, la respuesta es aveces enigmática o inesperada: «¡Oh! Ya sabe Vd., Dios. Todo el mundo 359sabe quien es Dios», o bien, «Pues una fuerza superior a nosotros y queexiste en todos los puntos del universo». Hay muchas fuerzas de ese tipo,contesto. Una de ellas se llama gravedad, pero no es frecuente identificarlacon Dios. Y no todo el mundo sabe a lo que se hace referencia al decir Dios.El concepto cubre una amplia gama de ideas. Alguna gente piensa en Diosimaginándose un hombre anciano, de grandes dimensiones, con una largabarba blanca. sentado en un trono en algún lugar ahí arriba en el cielo,llevando afanosamente la cuenta de la muerte de cada gorrión. Otros —porejemplo, Baruch Spinoza y Albert Einstein— consideraban que Dios esbásicamente la suma total de las leyes físicas que describen al universo. Nosé de ningún indicio de peso en favor de algún patriarca capaz de controlarel destino humano desde algún lugar privilegiado oculto en el cielo, perosería estúpido negar la existencia de las leyes físicas. Creer o no creer enDios depende en mucho de lo que se entienda por Dios.A lo largo de la historia, ha habido posiblemente miles de religionesdistintas. Hay también una piadosa creencia bien intencionada, según la cualtodas son fundamentalmente idénticas. Desde el punto de vista de unaresonancia psicológica subyacente, puede haber efectivamente importantessemejanzas en los núcleos de muchas religiones, pero en cuanto a losdetalles de la liturgia y de la doctrina, y en las apologías consideradasautenticantes, la diversidad de las religiones organizadas resultasorprendente. Las religiones humanas son mutuamente excluyentes encuestiones tan fundamentales como: un dios o muchos, el origen del mal, lareencarnación, la idolatría, la magia y la brujería; el papel de la mujer, lasproscripciones dietéticas, los ritos mortuorios, la liturgia del sacrificio, elacceso directo o indirecto a los dioses, la esclavitud, la intolerancia con otrasreligiones y la comunidad de seres a los que se debe una consideración éticaespecial. Si despreciamos esas diferencias, no prestamos ningún servicio ala religión en general, ni a ninguna doctrina en particular. Creo quedeberíamos comprender los puntos de vista de los que hacen las distintasreligiones e intentar comprender que las necesidades humanas quedancolmadas con esas diferencias. 360Bertrand Russell fue arrestado en una ocasión por protestar pacíficamenteen ocasión del ingreso de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial. Elfuncionario de la prisión preguntó a Russell cual era su religión, lo que erauna pregunta rutinaria por aquel entonces en todos los ingresos. Russellrespondió «Agnóstico» y tuvo que deletrearle la palabra. El funcionariosonrió afablemente, movió la cabeza y dijo: «Hay muchas religionesdistintas, pero supongo que todos adoramos al mismo Dios». Russellcomentó que esa observación le mantuvo alegre durante semanas. Y nodebía haber muchas cosas que lo alegraran en la cárcel, aunque consiguióescribir toda la Introducción a la filosofía matemática y empezó a leer parasu trabajo El análisis de la mente, todo ello dentro de sus limitaciones.Muchas de las personas que me preguntan por mis creencias lo que enrealidad quieren es confirmar si su sistema de creencias particular escoherente con el conocimiento científico moderno. La religión ha salidodañada de su confrontación con la ciencia, y mucha gente —pero no todo elmundo— se muestra reacia a aceptar un cuerpo de creencias teológicas queentre en conflicto frontal con lo que conocemos. Cuando el Apollo 8 cumplíala primera navegación tripulada alrededor de la Luna, en un gesto más omenos espontáneo los astronautas a bordo leyeron el primer versículo delGénesis en un intento, a mi criterio, de tranquilizar a los contribuyentesnorteamericanos en cuanto a que no existía incoherencia entre lasconsideraciones religiosas tradicionales y un vuelo tripulado a la Luna. Losmusulmanes ortodoxos, por su parte, se sintieron ultrajados por losastronautas del Apollo 11, ya que para el Islam la Luna posee un significadoespecial y sagrado. Después del primer vuelo orbital de Yuri Gagarin, y enun contexto religioso muy distinto, Nikita Kruschev, presidente del Consejode Ministros de la URSS, afirmó que Gagarin no había encontrado ni diosesni ángeles allá arriba; es decir, Kruschev tranquilizó a su "feligresía" en elsentido de que el vuelo orbital tripulado no entraba en contradicción con suscreencias. 361En los 50 una revista técnica soviética llamada Vo-prosy Filosofii (Problemasde Filosofía) publicó un artículo que sostenía —muy poco convincentemente,a mi criterio— que el materialismo dialéctico exigía la existencia de vida entodos los planetas. Algo más tarde, apareció una triste refutación oficial enla que se marcaban las distancias entre el materialismo dialéctico y laexobiología. Una predicción clara en un área que está siendo estudiada afondo permite que las doctrinas sean objeto de refutaciones. La situación enla que menos desea encontrarse una religión burocrática es la de lavulnerabilidad ante la refutación, es decir, que pueda llevarse a cabo unaexperiencia en la que la religión pueda tambalearse. Así, el hecho de que nose haya encontrado vida en la Luna no ha modificado en nada las bases delmaterialismo dialéctico. Las doctrinas que no hacen predicciones son menosconsistentes que las que hacen predicciones correctas; éstas a su vez tienenmás éxito que las doctrinas que hacen predicciones falsas.Pero no siempre. Una prominente religión norteamericana predicabaresueltamente que el mundo finalizaría en 1914. Ahora bien, 1914 hallegado y se ha ido y, aun a pesar de que los acontecimientos de ese añofueron verdaderamente importantes, el mundo no parece haberse acabado.Son tres las respuestas que pueden ofrecer los seguidores de una religiónorganizada ante un fracaso profético tan notorio como ése. Podrían haberdicho: «¿Dijimos 1914? Lo sentimos, queríamos decir 2014. Un pequeñoerror de cálculo; esperamos que no les haya causado ningún perjuicio».Pero no lo hicieron. Podrían haber dicho: «El mundo se habría acabado en1914, pero rogamos tan intensamente e intercedimos tanto ante el Señor,que eso evitó el fin de la Tierra». Pero tampoco lo hicieron. En lugar de ello,hicieron algo más ingenioso. Anunciaron que el mundo se había acabadorealmente en 1914 y que si los demás no nos habíamos dado cuenta, eseera nuestro problema. Ante tamañas evasivas resulta sorprendente que esareligión tenga todavía adeptos, pero las religiones son duras de roer. O bienno hacen ninguna propuesta que pueda refutarse, o bien revisanrápidamente la doctrina después de una refutación. El hecho de que lasreligiones sean tan descaradamente deshonestas, tan despreciativas de la 362inteligencia de sus adeptos y de que a pesar de ello todavía florezcan nodice nada bueno en favor del vigor mental de sus creyentes. Pero tambiénpone de manifiesto, como si ello necesitase una demostración, que cerca delnúcleo de la experiencia religiosa existe algo que se resiste a la racionalidad.Andrew Dickson White fue la fuerza intelectual motora, el fundador y elprimer presidente de la Universidad Cornell. Fue también uno de los autoresde un libro extraordinario titulado The Warfare of Science with Theology inChristendom, que levantó un gran escándalo en la época de su publicación,hasta el punto de que el coautor solicitó que su nombre fuese omitido. Whiteera un hombre de sólido sentimiento religioso.(*) Pero escribió sobre lalarga y penosa historia de las erróneas posiciones que las religiones habíansostenido acerca de la naturaleza del mundo, y de cómo fueron perseguidosaquellos que investigaron y descubrieron que era distinta a los postuladosdoctrinales, y cómo sus ideas fueron suprimidas. El viejo Galileo fueamenazado por la jerarquía católica con ser torturado por el hecho deproclamar que la Tierra se movía. Spinoza fue excomulgado por la jerarquíajudía. En realidad, difícilmente se encontrará alguna religión organizada, conun amplio cuerpo de doctrina, que no se haya erigido en perseguidora, enalgún momento, del delito de investigar abiertamente. La misma devociónde Cornell por la investigación libre y no sectaria fue considerada tanobjetable en el último cuarto del siglo xix que los sacerdotes recomendabana los graduados de la escuela secundaria que era preferible no recibireducación universitaria antes que matricularse en una institución tan impía.De hecho la capilla Sage fue construida para apaciguar a los píos, aunque esuna satisfacción decir que, de vez en cuando, se han realizado seriosesfuerzos en favor de un ecumenismo abierto..-- (*) White habría sido también el responsable de la ejemplar costumbre deno otorgar grados de doctor honoris causa por la Universidad de Cornell; lepreocupaba un abuso potencial: la posibilidad de que esos gradoshonoríficos fuesen intercambiados por legados o donativos económicos.White era un hombre de convicciones éticas profundas y valientes. 363--Muchas de las controversias descritas por White son discusiones sobre losorígenes. Se solía pensar que hasta el más trivial acontecimiento del mundo—la eclosión de una flor, por ejemplo— se debía a una microintervencióndirecta de la Deidad. La flor era incapaz de abrirse por sí sola; Dios teníaque decir: «¡Eh, flor, ábrete!». Al aplicar esta idea a los asuntos del hombre,las consecuencias sociales han sido a menudo muy variables. Por un lado,pareciera indicar que no somos responsables de nuestras acciones. Si larepresentación teatral que es el mundo está producida y dirigida por un Diosomnipotente y omnisciente, ¿no puede deducirse acaso que cualquier malque se produzca es una acción de Dios? Me consta que esta idea resultaembarazosa para Occidente; los intentos por evitarla pretenden que lo queparece ser obra del demonio en realidad forma parte del Plan Divino,demasiado complejo para que podamos comprenderlo en toda su extensión;o que Dios prefirió ocultar su propia visión de la causalidad cuando sedispuso a hacer el mundo. No hay nada totalmente imposible en esosintentos filosóficos de rescate, pero parecen tener un fuerte carácter deapuntalamiento de una estructura ontológica tambaleante.(*) Además, laidea de una microintervención en los asuntos del mundo ha sido utilizadapara prestar apoyo al statu quo social, político y económico. Por ejemplo,estaba la idea del «Derecho Divino de los Reyes», que fue teorizada porfilósofos como Thomas Hobbes. Si alguien tenía pensamientosrevolucionarios con respecto a Jorge III, por poner un ejemplo, entonces eracondenado por los delitos religiosos de blasfemia e impiedad, así como porotros delitos políticos más vulgares, como la traición.---(*)Los teólogos han hecho muchas afirmaciones sobre Dios en materias quehoy nos parecen, como poco, engañosas. Tomás de Aquino pretendíademostrar que Dios no puede crear otro Dios, o suicidarse, o fabricar unhombre sin alma, o incluso fabricar un triángulo cuyos ángulos interiores nosumen 180 grados. Pero Balyai y Lobachevsky fueron capaces de hacer estoúltimo (sobre una superficie curva) en el siglo XIX y ni siquiera se acercaban 364a ser dioses. Curioso concepto éste, el de un Dios omnipotente con unalarga lista de cosas que le está prohibido hacer por mandato de losteólogos...---Hay muchos debates científicos legítimos relacionados con orígenes yfinales. ¿Cuál es el origen de la especie humana? ¿De dónde vienen lasplantas y los animales? ¿Cómo surgió la vida? ¿Y la Tierra y los planetas, elSol y las estrellas? ¿Tiene origen el Universo y, en ese caso, cuál? Y tambiénuna pregunta más fundamental y poco frecuente, de la que muchoscientíficos opinan que carece de sentido por no poderse comprobar: ¿Porqué las leyes de la Naturaleza son como son? La idea de que es necesario unDios (o varios) para producir esos orígenes ha sido atacada en repetidasocasiones en los últimos mil años. Gracias a nuestros conocimientos acercadel fototropismo y de las hormonas vegetales, podemos explicar hoy laeclosión la flor sin recurrir a una microintervención divina. Lo mismo pasacon la causalidad en el origen de las cosas. A medida que vamoscomprendiendo mejor el universo, van quedando menos cosas para Dios. Lavisión que tenía Aristóteles de Dios era la de un ser capaz de producir elprimer movimiento sin moverse, un roi faineant, un rey perezoso que creaprimero el universo y se sienta luego para observar cómo van tejiéndose lasintrincadas y entremezcladas cadenas de la causalidad a lo largo de lostiempos. Pero esa idea parece abstracta y alejada de la experienciacotidiana. Es un tanto perturbadora y aviva la vanidad humana.Los seres humanos parecen tener una aversión natural hacia la progresióninfinita de las causas, y ese desagrado es precisamente el fundamento delas demostraciones más famosas y más efectivas de la existencia de Dios,formuladas por Aristóteles y Tomas de Aquino. Pero esos pensadoresvivieron mucho antes de que las series infinitas se convirtiesen en un lugarcomún de las matemáticas. Si en la Grecia del siglo v a. J.C. se hubieseinventado el cálculo diferencial e integral o la aritmética transfinita, y nohubiesen sido desestimados posteriormente, la historia de la religión enOccidente hubiese podido ser muy distinta, o por lo menos no hubiera 365existido la pretensión de que la doctrina teológica puede demostrarsemediante argumentos racionales a quienes rechazan la revelación divina,como intentó Tomas de Aquino en su Summa Contra Gentiles.Cuando Newton explicó el movimiento de los planetas recurriendo a la teoríade la gravitación universal, dejó de necesitarse que los ángeles empujasenlos planetas. Cuando Pierre Simon, marqués de Laplace, propuso explicar elorigen del sistema solar —aunque no el origen de la materia— tambiénmediante leyes físicas, la necesidad de un dios para los orígenes de lascosas empezó a ser profundamente cuestionada. Se cuenta que Laplacepresentó una edición de su trabajo matemático Mecanique céleste aNapoleón, a bordo del barco que a través del Mediterráneo los llevaba aEgipto en su famosa expedición de 1798. Unos días más tarde, siempresegún la misma versión, Napoleón se quejó a Laplace de que en el texto noapareciese ninguna referencia a Dios.(*) La respuesta fue: «Señor, nonecesito esa hipótesis». La idea de que Dios es una hipótesis en lugar deuna verdad evidente es una idea moderna en Occidente, aunque ya fuediscutida seria y torcidamente por los filósofos jónicos hace unos 2.400años.--(*)Resulta encantadora la idea de que Napoleón se pasase realmente unoscuantos días a bordo repasando un texto de matemáticas avanzadas comoMecanique céleste. Se interesaba verdaderamente por la ciencia e hizo unintento serio por conocer los últimos descubrimientos (ver The Society ofArcueil: A view of French Science at the Time of Napoleon I, de Maurice deLaplace; Crosland, Cambridge, Harvard University Press, 1967). Napoleónno tuvo la intención de leer toda la Mecanique céleste y escribió a Laplaceen otra ocasión: «Los primeros seis meses que pueda, los dedicaré aleerlo». Pero también hizo la siguiente observación, con motivo de otro librode Laplace: «Sus libros contribuyen a la gloria de la nación. El progreso y laperfección de las matemáticas están íntimamente ligados a la prosperidaddel estado».-- 366Normalmente se cree que al menos el origen del universo necesita de unDios, según la idea aristotélica.(*) Vale la pena detenemos un poco mássobre este punto. En primer lugar, es perfectamente posible que el universosea infinitamente viejo, eterno, y por tanto no requiera ningún Creador. Estaidea concuerda con nuestros conocimientos cosmológicos actuales, los quepermitirían un universo oscilante en el que los acontecimientos desde el BigBang no serían sino la última encarnación de una serie infinita de creacionesy destrucciones del universo. Pero, en segundo lugar, consideremos la ideade un universo creado de la nada por Dios. La pregunta que apareceinmediatamente (de hecho, muchos críos de diez años piensanespontáneamente en ella antes de ser disuadidos por los mayores) es: ¿dedónde viene Dios? Si la respuesta es que Dios es infinitamente viejo y haestado presente en cualquier época, no hemos resuelto nada. Con ello noshabremos limitado a retrasar un poco más el afrontar el problema. Ununiverso infinitamente viejo y un Dios infinitamente viejo son, a mientender, misterios igualmente profundos. No hay evidencia de que uno deellos esté más solidamente establecido que el otro. Spinoza pudo haberdicho que las dos posibilidades no se diferencian en nada en absoluto.--(*)Sin embargo, a partir de consideraciones astronómicas, Aristótelesdedujo que en el universo existían varias docenas de seres capaces deproducir el primer movimiento sin necesidad de moverse. Esos argumentosde Aristóteles parecen tener consecuencias politeístas que algunos teólogosoccidentales pueden considerar peligrosas.--Cuando se trata de afrontar misterios tan profundos, considero prudenteadoptar una actitud humilde. La idea de que los científicos y los teólogos,con el bagaje actual de conocimientos, todavía raquítico, acerca de estecosmos tan amplio y aterrador, pueden comprender los orígenes deluniverso es casi tan absurda como la idea de que los astrónomosmesopotámicos de hace 3.000 años —en quienes se inspiraron los antiguosHebreos, durante la invasión babilónica, para explicar los acontecimientos 367cosmológicos en el primer capítulo del Génesis— hubiesen comprendido losorígenes del universo. Sencillamente no lo sabemos. El libro sagrado Hindú,el Rig Veda (x: 129) presenta una visión mucho más realista sobre esteasunto:¿Quién sabe con certeza? ¿Quién puede declararlo aquí?¿Desde cuándo ha nacido, desde cuándo se produjo la creación?Los dioses son posteriores a la creación de este mundo;¿Quién puede saber entonces los orígenes del mundo? Nadie sabe desdecuando surgió la creación;Ni si la hizo o no;Aquel que vigila desde lo alto de los cielos, Solo él sabe —o tal vez no losabe.Pero la época en la que vivimos es muy interesante. Algunas preguntassobre los orígenes, incluso algunas preguntas relacionadas con el origen deluniverso, pueden llegar a tener una comprobación experimental en laspróximas décadas. No existe una posible respuesta para las grandespreguntas cosmológicas que no choque con la sensibilidad religiosa de losseres humanos. Pero existe la posibilidad de que las respuestasdesconcierten a muchas religiones doctrinales y burocráticas. La idea de unareligión como cuerpo de doctrina, inmune a la critica y determinado parasiempre por algunos de sus fundadores, es a mi criterio la mejor receta parauna larga desintegración de esa religión, especialmente en los últimostiempos. En cuestiones de orígenes y principios, la sensibilidad religiosa y lacientífica tienen objetivos muy parecidos. Los seres humanos somos de talforma que deseamos ardientemente conocer las respuestas a esaspreguntas —a causa quizá del misterio de nuestros propios orígenesindividuales. Pero nuestros conocimientos científicos actuales, aún siendolimitados, son mucho más profundos que los de nuestros antecesores 368babilonios del año 1000 a. J.C. Las religiones que no muestranpredisposición por acomodarse a los cambios, tanto científicos comosociales, están sentenciadas de muerte. Un cuerpo de creencias no puedeser vivo y consistente, vibrante y creciente, a menos de ser sensible a lascriticas más serias que Le puedan ser formuladas.La Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos contempla ladiversidad de religiones, pero no prohibe la crítica religiosa. De hecho,protege y alienta la critica religiosa. Las religiones tienen que estar sujetas,por lo menos, al mismo grado de escepticismo que, por ejemplo, lasopiniones sobre visitas de OVNIs o sobre el catastrofismo de Velikovsky.Creo aconsejable que sean las propias religiones las que fomenten elescepticismo sobre los puntales fundamentales de sus propias bases. No secuestiona que la religión proporcione alivio y ayuda, que sea un baluartesiempre presente para las necesidades emocionales y que pueda tener unpapel social extremadamente útil. Pero eso no significa en absoluto que lareligión tenga que ser inmune a la comprobación, al escrutinio critico, alescepticismo. Resulta sorprendente el bajo nivel de discusión escéptica de lareligión que se da en el país que Tom Paine, el autor de The Age of Reason,contribuyo a fundar. Sostengo que los sistemas de creencias que no soncapaces de aceptar la critica no merecen ser. Aquellos que son capaces dehacerlo posiblemente tengan en su interior importantes parcelas de verdad.La religión solía proporcionar una visión, normalmente aceptada, de nuestrolugar en el universo. Ese ha sido, con toda seguridad, uno de los objetivosprincipales de los mitos y las leyendas, de la filosofía y la religión, desde quehan existido los seres humanos. Pero la confrontación entre las distintasreligiones y de la religión con la ciencia ha desgastado esos puntos de vistatradicionales, por lo menos en la mente de muchos.(*) La forma deencontrar nuestro lugar en el universo se consigue examinando el universo yexaminándonos a nosotros mismos —sin ideas preconcebidas, con la mentelo más abierta que podamos. No podemos empezar totalmente de cero, yaque afrontamos el problema con ciertas inclinaciones, debidas a nuestro 369origen hereditario y ambiental; pero, una vez comprendidos esos prejuiciosartificiales, ¿no es posible arrancar de la Naturaleza nuestros conocimientos?--(*)El tema no deja de tener su ironía. Agustín nació en África en el año 354a. J.C. y en su juventud fue maniqueo, un adepto de la visión dualista deluniverso según la cual el bien y el mal están en conflicto en términos deigualdad, visión que más tarde fue condenada por herética por la ortodoxiacristiana. La posibilidad de que el maniqueísmo no estuviese acertado se leocultó a Agustín cuando estudiaba astronomía. Descubrió que incluso lasfiguras principales de la fe no podían justificar sus misteriosas nocionesastronómicas. La contradicción entre teología y ciencia en materiaastronómica constituyó el impulso inicial que le condujo hacia el catolicismo,la religión de su madre, la misma religión que siglos más tarde persiguió acientíficos como Galileo por mejorar nuestros conocimientos astronómicos.Agustín se convirtió posteriormente en San Agustín, una de las principalesfiguras de la historia de la Iglesia católica y su madre se convirtió en SantaMónica, en honor de la cual recibió su nombre uno de los suburbios de LosAngeles. Bertrand Russell se preguntó cuál hubiese sido el punto de vista deAgustín en cuanto al conflicto entre astronomía y teología si hubiese vividoen tiempos de Galileo.--Los que propugnan religiones doctrinales —aquellas que priman undeterminado cuerpo de creencias y que desprecian a los infieles— estánamenazados por el valiente afán de adquirir conocimientos. Dicen que puedeser peligroso profundizar demasiado. Mucha gente ha heredado su religión aligual que el color de sus ojos: la consideran algo sobre lo que no hay quepensar con detenimiento y, en cualquier caso, algo que escapa a nuestrocontrol. Pero aquellos que sienten en lo más profundo de su ser una serie decreencias, que han ido seleccionando, sin excesivos prejuicios, de entre loshechos y las alternativas, han de sentirse atraídos por los interrogantes. Eldisgusto hacia las dudas relativas a nuestras creencias es la señal de alerta 370del cuerpo: ahí se encuentra un bagaje doctrinal no examinado yposiblemente peligroso.Christian Huygens escribió en 1670 un interesante libro en el que hacia unaserie de especulaciones atrevidas y premonitorias sobre la naturaleza de losdemás planetas del sistema solar. Huygens era muy consciente de quemuchos consideraban objetables sus especulaciones, así como susobservaciones astronómicas. «Pero tal vez dirán», pensaba Huygens, «queno nos corresponde a nosotros ser tan curiosos e inquisitivos en esas Cosasque el Supremo Creador parece haber conservado para su propioConocimiento: Ya que al no haber deseado llevar más allá el Descubrimientoo Revelación de ellas, no parece sino presunción investigar en aquello queha considerado oportuno esconder. Pero hay que decir a esos caballeros»,proseguía atronadamente Huygens, «que es mucha su pretensión dedeterminar hasta que punto, y no más allá, debe caminar el Hombre en susBúsquedas y la de imponer limites a la Actividad de los demás Hombres;como si conociesen los Limites que Dios ha impuesto al Conocimiento; ocomo si los Hombres fuesen capaces de superar esos Limites. Si nuestrosAntecesores hubiesen sido hasta ese punto escrupulosos, todavía seriamosignorantes de la Magnitud y la Figura de la Tierra, o de que existe un sitiollamado América.Si consideramos el universo como un todo, encontraremos algosorprendente. En primer lugar, encontramos un universo que esexcepcionalmente bello, construido de forma intrincada y sutil. Sobre sinuestra apreciación del universo se debe o no a que formamos parte de él —sobre si lo encontráramos bello, independientemente de como estuvieseconstituido el universo— no pretendo dar una respuesta. Pero no existe lamenor duda de que la elegancia del universo es una de sus propiedades másnotables. Al mismo tiempo, no puede cuestionarse que existen cataclismos ycatástrofes que se repiten periódicamente en el universo y a la escala mástemible. Se dan, por ejemplo, explosiones de quásares que posiblementearrasen los núcleos de las galaxias. Parece probado que cada vez queexplosiona un quásar, saltan por los aires más de un millón de mundos y 371que innumerables formas de vida, algunas de ellas inteligentes, quedanbrutalmente destruidas. No es ese el universo tradicionalmente benigno dela religiosidad convencional de Occidente, construido para el provecho de losseres vivos y, en particular, de los hombres. De hecho, las enormesdimensiones del universo —mas de cien mil millones de galaxias, cada unade las cuales contiene más de cien mil millones de estrellas— ponen demanifiesto la inconsecuencia de los acontecimientos humanos en el contextocósmico. Vemos al mismo tiempo un universo muy bello y muy violento.Vemos un universo que no excluye al dios tradicional de Oriente u Occidente,pero que tampoco requiere uno.Creo intensamente que si existe un dios o algo por el estilo, nuestracuriosidad y nuestra inteligencia han de ser proporcionadas por ese dios.Seriamos desagradecidos para con esos dones (así como incapaces deemprender ese tipo de acción) si suprimiésemos nuestra pasión por explorarel universo y a nosotros mismos. Por otro lado, si ese dios tradicional noexiste, nuestra curiosidad y nuestra inteligencia son las herramientasfundamentales para procurarnos la supervivencia. En ambos casos laempresa del conocimiento es coherente tanto con la ciencia como con lareligión y resulta esencial para el bienestar de la especie humana.
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EL CEREBRO DE BROCA
No FicciónTitulo Original en ingles: Broca's Brain Traducción: Doménech Bregada (Cap 1 al 7) y José Chabás (Cap 8 al 25) de la 1 edic. de Random House, Inc., Nueva York, 1970. (c) 1974, 1975, 1976, 1977, 1978, 1979, Carl Sagan (c) 1981, Ediciones Gribaldo, S...