La ayuda es un arte. Como todo arte, requiere una destreza que se
puede aprender y ejercitar. También requiere empatía con la persona
que viene en busca de ayuda. Es decir, requiere comprender
aquello que le corresponde y, al mismo tiempo, la trasciende y la
orienta hacia un contexto más global.
La ayuda como compensación
Los humanos dependemos, en todos los sentidos, de la ayuda de
otros. Únicamente así podemos desarrollarnos. Al mismo tiempo,
también dependemos de ayudar a otros. Quien no es necesario,
quien no puede ayudar a otros, acaba solo y atrofiado. La ayuda,
por tanto, no sólo sirve a los demás, también nos sirve a nosotros mismos.
Por regla general, la ayuda es mutua, por ejemplo en la pareja, y
se regula por la necesidad de compensación. Quien recibió de otros
aquello que deseaba y necesitaba, también quiere dar algo, para
así compensar la ayuda.
Muchas veces, compensar mediante la devolución sólo es factible
hasta un cierto límite, por ejemplo en relación a nuestros padres.
Lo que ellos nos dieron es demasiado grande como para poder
compensarlo dando. Así, en relación a ellos, sólo nos queda reconocer
el regalo y agradecerlo de todo corazón. En este caso, cuando
pasamos lo recibido a otros -por ejemplo, a nuestros propios hijos-,
logramos compensar a través del dar y también logramos la consiguiente
descarga.
El dar y el tomar, por tanto, se mueven en dos niveles: por una
parte, entre iguales, donde se mantienen en un mismo nivel y requieren
reciprocidad. Por otra parte, entre padres e hijos o entre
aventajados y necesitados, donde se presenta un desequilibrio.
Aquí, el dar y el tomar se asemejan a un río que transporta más
allá aquello que recoge. Este dar y este tomar son más grandes:
su mirada abarca también lo posterior. En este tipo de ayuda, lo
donado se expande. El ayudador se ve transportado e integrado en
algo más grande, más rico y duradero.
Esta ayuda supone que antes hayamos recibido y tomado nosotros
mismos. Sólo así sentimos la necesidad y la fuerza de ayudar también
a otros, sobre todo cuando esta ayuda nos exige mucho. Al mismo
tiempo supone que aquellos a quienes pretendemos ayudar necesitan
y desean aquello que somos capaces de, y nos disponemos a, darles.
De lo contrario, la ayuda resulta vana; separa en lugar de unir.
ESTÁS LEYENDO
Ordenes de la ayuda
SpirituellesJORNADAS DIDÁCTICAS EN ZURICH, 2003 El arte de la ayuda La tristeza La relación de triángulo La ayuda sistémica La acusación La relación terapéutica El ruso La ayuda al servicio de la reconciliación Comentario Sinti y romanís El duelo que libera Lo...