Álex está en la puerta del bloque de alguien muy especial para ellos, esperando a Blanca y a Victoria.
Álex En línea: ¿Dónde estáis? ¡Sois unas tardonas! Siempre soy yo el que llega antes.
Manda el mensaje a través WhatssApp. Y es que es verdad, ¡siempre es él el que llega primero y le toca esperar!
Victoria En línea: Lo siento, ya me olvidaba que tú eras "Don Puntual". Y no te cabrees mucho, que ya estamos muy cerca.
Al leer el mensaje, Álex mira a lo lejos. Exactamente, ve a Blanca y a Victoria acercándose. Cada una lleva una bolsa, que contienen las cosas que necesitarán.
—¿Empezamos ya? —dice Álex, un poco cabreado por la tardanza de aquellas dos.
Ellas asienten, y de la bolsa que lleva Blanca empiezan a sacar pétalos de diferentes flores secas. En la acera de enfrente del edificio empiezan a esparcirlas y luego, poco a poco, van construyendo letras, uniéndolas y formando tres palabras diferentes. Cuando ya lo tienen todo listo, Victoria es la que se encarga de llamar a la sorprendida. Marca su número de teléfono y espera dos bips. Antes de sonar el tercero, descuelgan al otro lado del teléfono.
—¿Qué pasa, Vicky? —pregunta Laura al otro lado del teléfono, con un toque de mosqueo y tristeza en la voz.
—Asómate a la terraza.
—¿Cómo? Vicky, ya es casi de noche y hace frío. ¿Para qué voy a salir?
—Hazme caso y sal —y, sin decir nada más, cuelga.
Cada uno de los tres se ponen en su posición a esperar a que salga Laura. Cuando se asoma al balcón, vestida con el pijama, los tres gritan a la vez:
—¡Feliz cumpleaños!
—¿Qué te creías, que nos habíamos olvidado? —grita Blanca.
—Con lo pesada que eres es imposible —añade Álex.
Laura, desde su balcón, lee: «FELIZ CUMPLEAÑOS, WINTER». Está escrito en el suelo con pétalos de rosa y únicamente iluminado por la luz de una farola y la poca luz que queda de esa tarde de mediados de diciembre.
Laura se mete dentro de la casa. Los otros tres se quedan un poco descolocados, sin saber muy bien qué va a hacer la chica, aunque al poco tiempo sale del portal con una sonrisa de oreja a oreja. Se ha arreglado un poco más. Se ha puesto unos tejanos y una sudadera roja, y lleva su cabello negro recogido en una coleta alta. Nada más llegar, los cuatro se funden en un abrazo.
Ella está encerrada en su habitación, sentada en el suelo, mirando a la nada con un folio en la mano, que ni siquiera sabe por qué lo tiene. Pero únicamente puede pensar en aquellos cuatro amigos. Hoy es el día de Laura y lo sabe. Lo tiene apuntado en su almanaque. Ella misma lo apuntó hace un par de meses, y ahora se odia por eso. El trece de febrero, un día antes de San Valentín... ¡Ya lo recuerda! Exactamente lo apuntó el día seis de enero, que Laura le regaló un almanaque... ¡Se odia! ¡Los odia!
La ira se apodera de ella. Empieza a gritar y destroza el folio en numerosos cachitos, esparciéndolos por todos lados.
Se levanta y se tira contra la cama. ¡Odia a todos!
Llaman a la puerta, aunque ella no contesta. Sin embargo, a los pocos segundos, esta se abre. Es su madre.
—Cariño, que ahora acabo de caer. ¿Hoy no es el cumpleaños de tu amiga Laura? —dice la madre, desconociendo lo que ocurrió entre los cuatro amigos y ella.
Pero no se va a quedar con los brazos cruzados. Tiene que hacer algo. No sabe qué, pero tiene claro que se tiene que vengar.
Esto no quedará así.