Al encuentro.

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Una cabellera rubia asomó por una de las esquinas del pasillo. Una silueta se recortó en la penumbra, surcando el pasillo con silenciosos movimiento, como lo haría un gato en plena cacería.

Era Yuri Plisetsky, quien escapó de su habitación en plena madrugada para correr al encuentro de alguien...

–Llegas tarde. –Dijo una voz autoritaria y grave, que lo recibió una vez que cerró la puerta del cuarto.

–Tks...–El rubio refunfuñó, pues su orgullo le impedía quedarse callado ante su puntilloso compañero, sin embargo... Cuando estaba con él, todo era diferente.

Se giró para encontrarse con el más bajo a escasos centímetros de él, lo había abordado en el poco tiempo que le llevó cerrar la puerta, ya que estaba de espaldas.

–Te llevo esperando desde hace un rato...–Le susurró Altin, peligrosamente cerca de su oreja.

Al rubio se le escapó un entrecortado suspiro, aunque no de pesadez sino... De contenido placer.

–No he podido venir antes...–El rubio desvió la mirada, un tanto sonrojado.– He tenido entrenamiento de...

–Ah, sí. He oído que estabas practicando ballet... –El moreno, le acarició la barbilla al rubio, obligándole así a que lo mirase directamente a los ojos.

Plisetsky se perdió en aquellas pupilas: en su color oscuro como el café. Su tacto era cálido y su piel suave, era tan irresistible que, en lugar de satisfacer, daba más hambre... Hambre por sentirlo cerca, porque lo tocase, porque lo evadiese con sus caricias y atenciones.

–Llevo un tiempo aprendiendo ballet –Corrigió a su amante, mientras acariciaba su pecho, empezando por su abdomen y subiendo hasta su cuello, para entrelazar los dedos, tras la nuca de su amado. – Y te sorprendería saber lo elástico que se puede volver el cuerpo...–Mientras hablaba, adelantó una de sus piernas, para acariciar con su muslo la intimidad del azabache.

Altin tomó aquello como una declaración de guerra en toda regla... Entrecerró los ojos y frunció el ceño, no porque estuviera molesto, sino porque aquellos encuentros furtivos cada vez lo excitaban más.

«Es como un gato en celo...»

No hizo falta que el rubio lo provocara mucho más, pues Altin se lanzó a sus labios, empujándolo sobre la puerta, rodeándolo con sus brazos y profanando los labios del ruso con un salvaje beso.

–M-mm...–Plisetsky reprimió un gemido en la boca de Altin, en parte de molestia, ya que dio con la espalda en la puerta, sin embargo, aquella rudeza de su amante la encantaba a pesar de ser demasiado orgulloso como para admitirlo.

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–¡A-ah...! Es-espera...

Poco tiempo después de ese salvaje beso, Plisetsky yacía en la cama del moreno, atrapado entre su amante y las sábanas arrugadas.

Estaba ruborizado y acalorado, respiraba entrecortadamente debido a la excitación.

–Ah, mírate...–Susurró Altin, mientras lo liberaba de su camiseta, mirándolo con impío deleite cuando dejó si blanco pecho al descubierto. Sus sonrosados pezones, pronto fueron atrapados por los dedos de su amante, de los cuales, eran estirados con cuidado.– Apenas te he tocado y ya estás excitado.

–¡A-ahh! Ngh...–El ruso se agarró a las sábanas con fuerza y cerró las piernas alrededor de la cintura de su amante, temblando de puro placer.

–Veo que me has echado de menos estos días, Yuri. –Dijo con firmeza su amado, mientras se inclinaba y lamía sus labios.

Era cierto... Se notaba: había estado tan ocupado últimamente que ni siquiera había podido hacerle esas visitas a Altin casi como cada noche tras los entrenamientos. Por ello estaba tan desbocado, por eso, con apenas unas caricias, su intimidad, notable bajo la ropa, reclamaba atenciones.

En un momento dado, casi como si lo necesitase, agarró con firmeza los hombros de Altin y, con las rodillas, lo impulsó para poder girarlo y empujarlo sobre la cama. Plisetsky quedó sentado sobre la cintura de Altin, a ahorcajadas, apresándolo con sus piernas y frotando suavemente su erección en la intimidad del patinador. Lentamente...deleitándose en el roce que le provocaba un placer creciente y que, la necesidad de satisfacer, crecía.

A Altin le fascinaba esa parte tan salvaje del ruso: esa que le instaba a dorminarlo, a pesar de la clara diferencia de estatura de ambos.

El moreno le hizo un favor, liberándolo de sus pantalones y arrojándolo sin cuidado, para dedicarle la atención que tanto demandaba el ruso.

–M-mm...-Mientras tanto, el rubio atrapó el cuello de su amante para besar y succionar su piel.– ¡Ah...ngh..! –Se interrumpió varias veces debido a la masturbación y se agarró a la camiseta de su amante, la cual, no tardó en quitarle para poder acariciar con impunidad su pecho.

–N-no sigas...–Balbuceó el ruso, con el cuello perlado de sudor y una expresión desdibujada de exquisito placer en su rostro.– No voy... No voy a aguantar...

Altin lo miró con cruel deleite, a pesar de su excitación, podía mantener más la calma.

–¿Ah, no?...–Preguntó con media sonrisa y estrechando firmemente la punta de la excitación del ruso con los dedos y masajeándola con el pulgar.– ¿Y qué quieres que haga? Vamos, Yuri... Dímelo. Suplica.

De haber sido otro, lo hubiera fulminado en el preciso instante en que le ordenó aquello, pero tratándose de Otabek...¿Cómo podía negarse? Además, había algo en esa voz grave y en esas órdenes duras que le excitaba.

Se obligó a contenerse, pues no podría aguantar mucho más antes de llegar al climax e hizo fuerza para hablar.

–P-por favor...–Empezó a decir.– Te quiero dentro de mi... O no podré aguantar.

Antes si quiera de que murmurase aquellas súplicas, su amante ya estaba listo: tomó el bote de lubricante que guardaba cuidadosamente en un doble fondo del cajón en la mesita de noche. Lo abrió. Dejó caer el viscoso líquido aromático en la rosada entrada del rubio y lo huntó con su propio glande, realizando en aquel punto tan íntimo unas austeras caricias. Estaba tan duro que no le costó realizarlo, y entonces, cediendo a su deseo, lo penetró casi por completo.

–¡A-aaahhh!

–Ronronea más bajo, gatito...–Susurró su amante, con ese deleite cruel mientras iniciaba unas lentas embestidas que, poco a poco, ganaban más fuerza y se adentraba más profundo en su interior.–

–E-es tu culpa...–Balbuceó el ruso mientras describía un rítmico movimientos de caderas, una vez que se acostumbró a tenerlo en su interior.

Gemía entrecortadamente, de vez en cuando, se mordía el labio inferior para contener aquellos gemidos, aunque se sentía derretir con cada embestida.

Altin lo observaba desde su posición, sintiéndose acalorado cuanto más profundizaba en su interior. Era estrecho, cálido... A pesar de que no era su primer encuentro, lo disfrutaba como el primero.
En un momento dado, volvió a atrapar su erección para masturbarlo.

–¡A-ahhh! No...–Balbuceó con un hilo de saliva recorriendo una de las comisuras. Por si no tenía poco, ahora se sentía desfallecer.

No pudo soportarlo más, pues se inclinó sobre el ruso, ya que las fuerzas lo abandonaban.

–¡N-nnngh!...

Con un gemido entrecortado, terminó manchando a los dos con su semilla: salpicó el abdomen de su amado azabache, antes de desplomarse sobre él... Únicamente, para luego, recibir el climax de su amado en su interior.

A pesar de haber consumado una vez más su furtiva relación, quería que la  noche nunca se acabara...

Noche Ardiente〖One Shot +18〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora