Capítulo 16

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Oikawa siempre había sido como uno de esos genios que aparecen cada diez años. Él sabía lo que era, y totalmente consciente de ello, se aprovechaba demasiado y a veces lastimaba a los demás. Por ejemplo, confundía la admiración de Kageyama con envidia, o los monosílabos consejos de Ushiwaka como un cuestionamiento a sus habilidades. Sus celos de saber que alguien era mejor que él crecían y crecían en su interior, volviéndolo tóxico y repelente. Sólo Iwaizumi lo soportaba. No siempre, pero sí para siempre. Cuando lo vio irse en aquel tren la última vez no podía evitar pensar que nunca se liberaría de él. Ni en tres años ni en cien. Ahí estaba dando vueltas en sus pensamientos, casi diariamente, molestando, incordiando, como si estuviera aún a su lado.

Quería creer que no era el único al que le pasaba eso. Que ver a Oikawa completamente arreglado, con traje y la mirada socarrona no le hacía explotar el tórax. Que no deseaba muchas cosas de él que le eran imposibles.

A fin de cuentas, que no era el único al que le gustaba su mejor amigo. Proceso ferviente, profundo y doloroso. Había muchos adjetivos calificativos intelectuales que utilizaría. Pero sólo un nombre para ello: desiderátum.

Quería librarse de la culpa que le provocaba aquel desiderátum. Quería echársela a otra persona y huir de aquello como el más perfecto de los cobardes. Pero lo reconsideró esa noche. Porque aunque no quisiera, la mejilla de Oikawa se frotaba contra la palma de su mano, la sonrisa verdadera seguía estando ahí para él, y ese Iwa-chanhmIwa-chan que moría en su boca mientras lo besaba eran lo único bueno del mundo.

Pero hay que rebobinar.

—Felicidades. Nos alegramos de su compromiso. Oikawa y yo esperamos que puedan casarse como corresponde y les vaya muy bien.

—Muchas gracias, Iwaizumi. Gracias por venir.

Era surrealista la idea. Aquello de acudir a la fiesta de compromiso de dos hombres que anunciaban que se casarían. Dos hombres. Pero eso les daba tan igual.

Podrían ser ellos, pero no. Esta vez se trataba de aquellos dos padres cuervos de los que todos eran conscientes de que algún día se casarían. Sawamura y Sugawara, si hasta sus apellidos conectaban.

Él y él. No había mujeres en aquella relación, y no les interesaba.

Iwaizumi le estrechaba la mano a Sugawara, con el que no tenía tanta relación si lo comparaba con Daichi.

—Hablando de Oikawa, ¿dónde está?

—Incordiando a Kageyama, seguramente —respondió como si estuviera acostumbrado—. Aparecerá por aquí en seguida.

—Fantástico, muchas gracias por venir, chicos —repitió.

La sonrisa de Koushi se le salía de la cara y no daba abasto de estrechar manos y recibir gratificaciones. Se casaba. Era edad de hacerlo; o al menos de empezar a pensarlo, probablemente. Veintitrés años cada uno, y querían estar el resto de sus días juntos.

—¿En dónde lo harán? —carraspeó Iwaizumi, tieso como un palo—. Me refiero... A casarse.

—En Brasil, casi confirmado —sonrió Sugawara saludando de mano a unas personas.

—Bra... ¿Brasil?

—Sí, siempre nos gustó.

—Qué... Bueno.

Miró hacia todos lados inexplicablemente nervioso. El peligris lo notó, e interrumpió su tarea de anfitrión para tratar eso.

—Iwaizumi —le señaló un lugar más apartado del salón de fiestas. Hajime lo siguió dubitativo—. ¿A ti te gusta Oikawa? —preguntó sin rodeos.

Desiderátum [Haikyuu!!].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora