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Estábamos en el sofá sentados los dos, bueno yo estaba sentada y Paulo estaba en mi pecho apoyado, su espalda en mi pecho. Estaba totalmente dormido y no se movía ni un milímetro. Lo más gracioso era la posición porque estaba entre mis piernas, estirado, y las mías estaban enganchadas en su cintura. Caín por su parte estaba dormido en los brazos de Paulo, que lo abrazaba cual peluche. No si vaya estilo más activo llevamos… Era una bonita estampa vernos ahora. Sentí a alguien andar en la puerta y no me sorprendió ver a Alicia entrar en la casa. Se acercó hasta la entrada del salón y se rió al vernos, intentaba no hacer ruido para no despertar a su hijo pero el perro se empezó a mover y despertó al argentino.

-Maldito perro… -dijo Paulo comenzando a moverse.

-Amor si me dejas salir puedes seguir durmiendo. -le susurré al oído, aún estaba algo somnoliento.

-¿A dónde vas? -contestó tumbandose completamente en el sofá.

-Tu madre vino, no voy a dejarla sola. -dije arrodillandome y acariciandole el pelo.

-Maldita mujer… -cerró los ojos y escondió la cara en el cojín.

-Paulo es tu madre. -reí.

-Ya, pero yo quería estar solo con vos.

-Bueno, más tarde. Ahora duérmete.

-¡Eh! -me señaló su boca antes de que me fuera.

-Eres un niño mimado -dije para luego dejar un beso corto en su boca, a lo que sonrió -. Pero que muy mimado.

-Mientras me mimes vos…

Salí del salón cerrando la puerta y negando con la cabeza para dirigirme a la cocina. Allí estaba Alicia con una taza de café en la mano y sonriéndome cuando entré. La saludé con dos besos y me propuso cocinar algún dulce, vale, he descubierto que a esta mujer le encanta la repostería.

-Mi hijo y vos hacen muy buena pareja.

-Gracias. -dije chupando el dedo que tenía chocolate.

-Espero no te molestes pero desde que te conocí me gustaste más que tu hermana. Ella fue muy linda con nosotros pero sabía que algo no encajaba.

-Tranquila, no pasa nada.

-¿Qué hacen?

Paulo apareció por la puerta, con el pelo totalmente despeinado, cosa que me causó risa, y me abrazó por la espalda. Saludó a su madre antes de abrazarme. Alicia se disculpó y fue al baño. Paulo aprovechó e hizo que me girara para verle.

-¿Por qué te has levantado ya? Podías haber seguido durmiendo.

-Y bueno, olí la comida y a mi me encantan los pasteles. Más comerlos que hacerlos.

-¿Entonces te gusta esto? -mojé mi dedo en el chocolate y lo puse delante de su cara, él a final chupó el dedo.

-Muy rico pero y si pruebo así.

Mojó su dedo y me apartó el pelo y pasó por mi cuello hasta mi mejilla y labios dejando un rastro de chocolate. Lo siguiente que sentí fueron sus labios haciendo el mismo recorrido que había hecho con su dedo. Sonreí, más que por lo sensual del gesto porque me estaba haciendo cosquillas. Mis manos fueron rápidamente a las suyas que intentaron colarse por debajo de mi camiseta.

-Paulo, por mucho que me encante esto, tu madre está aquí.

-¿Dónde yo no la veo? -dijo mordiendo mi mejilla suavemente.

-No aquí, literalmente, sino aquí, de en la misma casa.

Me miró desde arriba, ¿por qué son tan pequeña a su lado? La verdad es que Paulo me pasaba un poco en altura y era el doble de persona que yo. Me sonrió vagamente y dejó un beso en mi frente para sentarse ahora en la mesa. Yo fui detrás de él y me senté en su regazo y puse un puchero.

Torino |Paulo Dybala|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora