Sixteen

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Emma

Paulo habló con el hombre que le vendió la cabaña, hizo el depósito de dinero en una cuenta bancaria, y por fin la cabaña era de él. Todavía estaba yo arriba del auto mientras él terminaba de arreglar todo con ese señor.

Si es así de afuera, ni me imagino como es adentro

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Si es así de afuera, ni me imagino como es adentro. Saludó al hombre y con una sonrisa, que no se le borra desde que apareció en mi depto, abrió la puerta del acompañante y me besó muy cortamente, agarró mi mano y bajé. Caminamos hasta la puerta de entrada, y ahí me dió la llave para que yo misma abra, no entiendo porque estaba cerrado si él había entrado a la casa junto al hombre.

- Paulo es

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- Paulo es... - me interrumpió y abrazó mi cintura luego de cerrar la puerta.

- Sh. - seguimos caminando luego de mirar todo en el comedor y cocina. Una pequeña escalera de madera nos topamos y subimos.

Un pasillo con tres puertas, la primera era la del baño, el baño más hermoso que vi en mi vida, dí media vuelta y seguimos caminando.

Abrimos la segunda puerta, las piernas me flaquearon y no hubo mejor idea que apretar su mano con más fuerza para después besar sus labios

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Abrimos la segunda puerta, las piernas me flaquearon y no hubo mejor idea que apretar su mano con más fuerza para después besar sus labios.

- La parte mas importante de la casa

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- La parte mas importante de la casa. - susurró. Reí y me hice la desentendida.

- Para dormir, ¿no? - pregunté.

- Sí, dormir. - ironizó. - ¿Si no que podriamos hacer? - soltó mi mano y muy lento abrazó mi cintura. - ¿Te muestro que podríamos hacer? - susurró en mi oído.

Tiré mi cabeza para atrás, no sé bien que era, su tacto, su voz, o lo que hace mucho no lo hacemos. Besó mi cuello y lo succionó, todo con sensualidad. Dí vuelta y agarré su mano para acercarnos a la cama, cuando quedó parado al lado de la cama saqué su remera, volví a besarlo y el me empujó arriba de esos pétalos, había sido el detalle más lindo que alguien tuvo conmigo en toda mi vida.

Se subió sobre mí y en segundos me desvistió, dejando incontables besos y mordidas por cada parte de mi cuerpo. Su sonrisa satisfecha se extendía más con todos los gemidos que yo largaba. Abrió mis piernas y sacó mi última prenda para luego subirse otra vez sobre mí y con una mano me estimulaba ahí abajo. Volvió a besar mi cuello y minutos después, sin dejarme llegar al orgasmo, dejó de hacer lo que anteriormente hacía y bajó su pantalón junto con su bóxer. Me penetró sin previo aviso.

- AHHH - grité, sonrió y luego suspiró volviendo sus penetraciones más fuertes, me besó y ahogamos nuestros gemidos con un beso lleno de pasión y, sobre todo, amor.

Unas intensas penetraciones seguían presentes en la habitación, gemidos que se mezclaban con miradas que lo decían todo, acariciaba mi cara cada dos por tres y en un momento parece que se cansó de la posición, me levantó sin salir de mí y me sentó sobre la mesita de un costado, enrollé mis piernas en su cintura y así seguimos un rato.

-Te extrañaba. - confesé cuando juntos logramos llegar al orgasmo y nos acostamos en la cama, abriendo las sabanas y tapándonos, hacía mucho frío y la noche ya se hacía presente.

- ¿Y yo? - besó mi frente y me acomodó entre sus brazos. - No aguantaba no tocarte, besarte. - besó cortamente mis labios. - O abrazarte. - me abrazó más fuerte.

- Cuando queres sos muy tierno. - sonreí.

- ¿Querés comer? - preguntó rozando nuestras narices.

- Mmmmm, ya comí. - reímos.

Y así mi felicidad era cada vez más amplia, no paraba de sorprenderme. Comimos salmón grillado y sushi, tomamos un vino perfecto para la ocasión y luego nos sentamos frente a la chimenea para hablar abrazados una gran parte de la noche. Desde hoy este iba a ser nuestro refugio, el refugio de los amantes.

La kinesióloga -Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora