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Agua brota de las grietas, Los pétalos de rosa caen por la mesa. Así es como me veo yo, el florero de la abuela.
Cuando nuevo quitaba el aliento, manteniendo sus flores intactas sin importar el viento. Con mi brillo atraía las miradas; despertando la envidia a todo el que pasaba.
Era fascinante para el visitante, Avivaba sentimientos que no sabía que llevaba dentro.
Pasó el tiempo y me hice viejo, Como la abuela, mi dueña.
Demacrado y descuidado, Sin agua limpia, Sin pintura. Con las mismas flores de hace meses.
Albergo esperanzas de rejuvenecer, Y con ayuda de sus retoños componerme.
La emoción recorre mis tallos por el rayo de sol que atraviesa la ventana al lado de un cuadro; La puerta rechina, anunciando una visita.
¡Trae pintura! ¡Pinceles! Es todo lo que he estado añorando. Pero espera, hay algo extraño.
Lo colores son opacos. Los trazos son delicados, amansados.
¡Vaya cambio!
¿Qué está pasando? Algo viscoso y rojo ensucia mi agua, no estoy a gusto.
No traigan flores, ¡sigo roto! Pintan mis pedazos, los juntan, los pulen.
El agua está en su sitio, Las grietas ya no existen. Flores de colores vivos me acompañan, con mi pintura contrastan.
Las miradas vuelven a mí, no son felices o envidiosas; son tristes y enfadadas.
Un rayo de sol vuelve a escabullirse por la ventana, pero yo ya no siento nada.
