Capítulo 2

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Querido diario:

21 de Julio de 2016.

Después de descansar toda la noche, he podido ver lo que pasó ayer con otros ojos, y he entendido que no tiene más importancia. Me he propuesto empezar el día con ánimo, ya que hoy me toca entrar a las 7:30 am para hornear pan. Así, con todas las barras metidas, me he puesto a jugar a un juego que se llama Pixel People, al que llevo enganchada mucho tiempo.

Mi jefa me ha sorprendido sentada, y se ha puesto hecha una furia. Me ha gritado que soy una irresponsable, que se me iba a quemar el pan (¡que estaba recién puesto! ¡Ni había empezado a hacerse!) y que el próximo desliz que tuviera iba a mandarme a la calle. Es tremendamente injusta conmigo. Aun así, en ese momento lo dejé pasar.

Sobre las diez de la mañana, entró mi chico. Ésta vez no tan sonriente como siempre. Tiene unas ojeras profundas y marcadas, y una expresión cansada. No he salido de la barra esta vez, sino que he dejado que Amanda, mientras enarcaba una ceja, le atendiera. Cuando me ha pasado el pedido- un americano-me ha preguntado qué había sucedido para que no atendiera a mi cliente habitual. Con un gesto de mano, le he dado a entender que no le tenía que dar más importancia.

Mientras preparaba el café, me ha mirado con una intensidad que aún no he sabido descifrar. He intentado concentrarme en la máquina, pero ha sido en vano. Para mi desgracia, Amanda estaba ocupada con unas señoras mayores cuando su café estaba listo, así que tuve que llevárselo a la mesa. He dado un rodeo para tranquilizarme, ya que después de lo sucedido ayer, lo último que quiero es que piense que realmente me importa.

Ya en su mesa, he sentido un hormigueo en mi brazo que me ha sorprendido y ha hecho que se me derramara el café encima suya. Era su mano.

Sorprendentemente, Regina se encontraba en el Downtown también, lo que es raro en ella. Después de verlo todo, me ha montado un numerito. He estado a nada de perder mi trabajo. Cuando ella me ha gritado que me despedía por patosa, él se ha metido en la discusión. Le ha dicho a Regina que había sido culpa suya, que no merecía que me despidieran ni que me trataran así, que debía disculparse porque podía perfectamente denunciar a la cafetería por tratar mal a sus empleados y clientes. Mi jefa ha apretado los dientes, me ha lanzado una mirada asesina y me ha mandado a limpiar el estropicio y al cliente.

He ido a por la fregona, que Amanda ya había sacado del almacén. Me ha susurrado que tuviera cuidado, y luego se ha puesto a atender al resto de mesas que aún estaban perplejas. Traté de tardar el mayor tiempo posible, aunque inevitablemente, el suelo acabó limpio.

He ido con el chico al almacén, y con un trapo húmedo he empezado a tratar de limpiar su camisa.

-Me llamo Wallace. Siento haberte tocado el brazo de repente. Te he metido en un lío.

Me he quedado pensativa unos instantes, y no he sabido qué responder. He optado simplemente por seguir limpiando su ropa.

-No te quedes callada, por favor. Lo siento de verdad. Y también siento lo de ayer.

He tenido que levantar la mirada, puesto que no esperaba una respuesta así.

-¿Qué sientes exactamente?

-Haberte dado mi número, para luego responderte que quién eras. No estaba totalmente seguro de que lo hubieras visto, pero cuando me hablaste, no era un buen momento. No puedo darte más explicaciones. Después intenté hablarte de nuevo, pero habías bloqueado mi número.

-Ah, bueno. Sí, sí que lo hice.

-¿Me desbloquearías? Vamos a hacer como que nunca ha pasado. Y vayamos a cenar, es mi mejor forma de recompensarte por haberla liado hoy. Y ayer.

-No, lo siento. No ceno con desconocidos.

Wallace suspiró.

-Bueno, si cambias de opinión, házmelo saber.

¿...y si no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora