CAPÍTULO 2

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Noto el bramido del dragón reverberar a través de mi cuerpo en el momento que atraviesa el techo del edificio. Me escuece un poco cuando los cristales y las astillas de piedra me cortan las manos y la cara, pero se me olvida al sentir un fuerte tirón en el estómago y ver como las casas de Londres van empequeñeciendo debajo nuestro.

Enseguida ganamos velocidad y me acuerdo que todavía estoy empapada cuando el frío me cala hasta los huesos. Siento el viento rugir en mis oídos mientras el dragón sube cada vez más alto, cada vez más rápido. Empiezo a temblar de frío y miedo sin quererlo, hasta que noto los brazos de Harry rodearme desde atrás, sujetándome.

Es la primera vez que me toca desde que nos acostamos en casa de sus tíos. No fue algo planeado, de hecho fue... raro, fue torpe... y también fue increíblemente dulce. Pero desde entonces... ¡¿cómo he podido ser tan obtusa y desmandada para estropear nuestra amistad hasta el punto de que Harry no pueda ni mirarme a la cara?!

Me apoyo en su pecho y, armándome de valor, lo intento de nuevo:

-Harry – grito para que me oiga por encima del bramar del aire. Él se tensa detrás de mí, pero no contesta, fingiendo que no me ha oído.

-¡Harry yo...! – pruebo gritando más fuerte, pero consigo el mismo resultado. Resignándome, suspiro y al menos me permito disfrutar de su abrazo.

"¿Cuántos días esperaste desde que me fui antes de follártelo?"

Bueno, ya tenemos respuesta a esa pregunta, doscientos dieciséis. Doscientos dieciséis días para convertirme en la zorra que Ron decía que era. La zorra que se acuesta con el novio de su mejor amiga.

La perfecta, insufrible y sabelotodo Hermione Granger, es una puta. Bueno, al menos así me sentí cuando me desperté al día siguiente, desnuda y sola en la cama. Intenté buscar mil explicaciones para no encontrar a Harry a mi lado, pero todas se derrumbaron como un castillo de naipes cuando vi desde el altillo de la escalera que había dormido en el sofá, como todas las noches.

Creo que nunca me he sentido más vulnerable en toda vida. Y patética, tengo que añadir patética a la lista. Porque es realmente triste que el chico con el que pierdes la virginidad ni siquiera se quede contigo a pasar la noche. Sobre todo si estás enamorada de él.

Y lo peor fue ver a Harry derrumbado, con los codos apoyados en las rodillas y las manos cubriéndole la cara. Seguramente buscando las palabras para decirle a su mejor amiga que lo que han hecho ha sido un error y él ama a otra chica, pensando cómo decirle a la chica que ama que se ha acostado con su mejor amiga. Porque todavía somos amigos, ¿no? Ya no lo sé.

El problema habían sido los besos. Después del que compartimos al huir de la Mansión Malfoy hubo tantos que perdí la cuenta. Dobby se encargaba de cuidar a los demás, y Harry casi siempre estaba conmigo; y cada vez que se iba a hacer cualquier cosa, se despedía con un beso. A veces en la mejilla o en la frente y, de vez en cuando, en los labios.

Durante unos días todo fue bien. Él me cuidaba como a una princesa y yo, a pesar de estar fatal, me sentía en una nube. No quería pensar ni en Ron, ni en Ginny, ni en nadie. Quería ser un poco egoísta por una vez en la vida, y disfrutar de tener a Harry solo para mí. Hasta ante ayer...

"Vamos Harry, me parece ridículo que estés durmiendo en el sofá cuando aquí hay espacio para los dos", le dije al enterarme de que todas las camas estaban ocupadas y yo le había robado la suya, desterrándole al sofá. Al final insistí tanto que acabó accediendo.

Y luego esa misma noche... me sonrojo con solo recordarlo: el sudor, sus labios... Harry dentro de mí...

"Espera, Hermione..."

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