Yuanfen

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Frente a él se encontraba algo realmente asombroso, nunca había visto nada semejante. En cuanto vislumbró a aquel cervatillo corriendo a gran velocidad hacia un punto específico del bosque, supo que algo extraño iba a ocurrir, cosa que corroboró al encontrarse cara a cara con esa especie de humano mecánico. Koda no era un muchacho realmente curioso, lo que le favoreció y le ayudó a no meterse en problemas, sin embargo, aquella vez, bajo la sombra de un sauce decadente, Koda se mostró como un auténtico fisgón. Aquel cuerpo, tendido sobre la grisácea hierba y magullado a causa de los espinos que se alzaban furiosos sobre él, le llamó la atención de una forma peculiar.

Se acercó sin vacilar y se agachó para encontrarse a la misma altura que el contrario. Si ya estaba maravillado por tal hallazgo, aún lo estuvo más cuando vio el brazo biónico que el forastero poseía. Lo rozó con suma delicadeza hasta que se sintió lo bastante confiado para toquetearlo y jugar con él. Los cables rotos de dicha extremidad soltaban chispas con cada movimiento que Koda realizaba, algo que el muchacho calificó como una especie de fuego volador que desaparecía sin retorno alguno. Rio con cadencia, emitiendo un gracioso tintineo. Sin previo aviso, las piernas del humano mecánico convulsionaron, asustando a Koda, quien no pudo sino retroceder arrastrándose por el suelo hasta posicionarse unos metros más lejos del extraño ser. Lo vio, desde dicha distancia, ponerse en pie como si nada hubiera sucedido y mover la cabeza de un lado a otro, como buscando algo. Cuando la vista del desconocido se posó sobre Koda, se acercó a grandes zancadas hasta situarse frente a él.

––Buenas tardes, humano con cuernos. ¿Serías tan amable de indicarme por dónde puedo regresar a la gran ciudad? Debo arreglar unos asuntos con el desdeñoso presidente. Presento mis disculpas, nunca debí decir eso sobre nuestro soberano ––parloteó el humano mecánico, observando a Koda desde unos centímetros más arriba; era más alto.

Koda frunció el ceño, sin entender nada de lo que el hombre decía. ¿Qué significaba ciudad? ¿De qué estaba hablando el forastero?

––¿Entiendes mi idioma? ––cuestionó el otro ser, agitando la mano frente al rostro de Koda––. Escucha, no tengo mucho tiempo, mi presidente necesita mi ayuda para incorporar las nuevas fábricas.

Koda volvió a mostrar su expresión ceñuda, signo de que estaba realmente confundido con las palabras de aquel ser. Tal vez si llevaba al extraño junto a su abuela, ella entendería algo de lo que hablaba. Sin siquiera abrir la boca, Koda agarró el brazo del forastero para llevarlo consigo y comenzó a correr a una velocidad excesivamente rápida, aunque tal vez no lo suficiente para el humano mecánico.

––¿Ya sabes de lo que te hablo? ––le preguntó en mitad de la carrera.

Koda rio con musicalidad, provocando que un tintineo brotara de su garganta e hiciera que el ser mecánico lo observara con interés. Nunca había escuchado algo tan melodioso, y le resultó, cuanto menos, curioso. Minutos más tarde, ambos se encontraban frente a una cueva con una tenue iluminación.

––¿Qué hacemos en este lugar? ––cuestionó el forastero mientras Koda le arrastraba al interior de la gruta.

Lo siento, no entiendo ni un solo concepto de los que estás mencionando, resonó en la mente del humano mecánico, quien se sorprendió al escuchar dicha voz en su cabeza.

––¿Has sido tú? ––le preguntó el forastero al armonioso muchacho con cuernos de ciervo en su cabeza. Koda asintió, cerrando los ojos al reír feliz––. Eres realmente peculiar.

Podría decir lo mismo sobre ti, eres tan diferente a todos los que viven por aquí. Cuidado, tienes una piedra frente a ti, le advirtió Koda al recordar que aún caminaban a oscuras por la gruta que conducía a su exótico hogar. Mi nombre es Koda.

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