I. PARA DORMIR

1.4K 164 311
                                    

Lo miraba.

La petición que con su suave voz, ahora frágil, casi le había rogado, rondaba por sus oídos.

Tenía miedo.

Pero ¿Qué más podía hacer?

-¿Qu-qué dijiste?

-Por favor papá, cuéntame cómo conociste a mi otro papá –y, con su mirada fija en el panorama de invierno que se mostraba tras la ventana, susurró- antes de que duerma para siempre.

Al pequeño siempre le había encantado como su padre le narraba hermosos cuentos, diferentes mundos, nuevas historias. Personajes valientes, enfrentándose a la adversidad que se anteponía en el logro de sus objetivos... siempre sacando una fuerza y coraje de donde parecía no haber.

Pero para ese joven aventurero, la sagacidad lo había abandonado. Ahora estaba solo.

Y solo quería oír como sus padres se habían conocido.

Como había nacido él.

El mayor tembló.

Quería refutarle, tal vez evadir el tema y distraerlo, al menos hasta que la hora llegue. Pero lo miró a los ojos y supo que no podía. Nunca podría.

Desde la primera vez que lo sintió en sus brazos, sentir su pequeña fragancia, sentirlo retorcerse mientras gritaba por la sensación del aire en sus pulmones, la vida...

Vida que dentro de poco terminaría.

Sabía que si no le contestaba, él no haría nada, solo le seguiría la corriente.

Su hijo era tan considerado...

-Tu padre se llamaba Osamu. Osamu Dazai.

Casi quiso llorar cuando vio sus ojos iluminarse.

Continuó cuando supo que no iba a ser interrumpido.

-Lo conocí cuando era muy pequeño, -se permitió sonreír, cosa que su hijo notó-. Era muy raro. Tal vez demasiado. Y aunque al principio lo negué, me empecé a enamorar de él. Le gustaba intentar suicidarse, amaba usar sus estúpidas vendas y aunque después supe por qué, eso nunca cambió. Su cabello era de un marrón color chocolate, igual que el tuyo –dijo mientras lo acariciaba-.

>>Éramos compañeros de la Mafia. Nos conocieron como el El Doble Negro cuando todavía éramos muy jóvenes. Esos tiempos sí que eran buenos... Pronto crecimos, ya casi nos hicimos adultos, y a pesar que consiguió nuevos amigos y pasaron muchas cosas, nunca lo dejé de amar. Ni siquiera cuando se fue.

Casi se quedó paralizado por la sensación abrumante de recordar.

-Pero después él volvió a mí. Ya no trabajábamos juntos, pero volvimos a intentar lo nuestro. Debo decir que al principio fue difícil, y las peleas eran casi brutales, aunque debo admitir que eran únicas y divertidas. No sé cómo, tal vez sigo sin saberlo, pero pronto... yo... bueno, nosotros te tuvimos a ti –azul claro contra azul oscuro chocaban, casi se podían sentir como ambos se fundían demostrando más amor que el otro solo en su mirada, sin necesidad de palabras-. Te amábamos. Él te quería mucho, aunque ni siquiera habías nacido –la mirada del pequeño niño fulguraban, por las lágrimas contenidas. Siempre quiso escuchar eso, más de lo que quisiera admitir-. Tal vez demasiado. Por eso fue que cuando estuve en peligro, él mismo se entregó. Su vida por la nuestra.

De sus ojos pronto cayeron lágrimas, como si dos hermosos cielos se hubiesen juntado y ahora lloraban una tragedia.

-Papá... él... ¿Fue mi culpa?

-No seas tonto, por supuesto que no. ¿Qué demonios podía hacer un neonato frente a los enemigos de la Mafia? Si de alguien fue la culpa, fue mía, no tuya. Así que cúlpame a mí, pero nunca a ti.

ANTES DE DORMIR |PremiosUNIVERSO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora