Mis pequeñas luces, mis pequeñas angeles.

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Sientes que ya todo llegó a su límite, en donde no puedes respirar bien, donde piensas y crees que tendrás ese dolor en el pecho en lo que te resta de vida, en donde lloras y lloras sin paras hasta dolerte la cabeza, donde gritas con los ojos cerrados fuertemente contra la almohada, donde sientes falta de amor, donde ya te sientes muerta.

Ese momento en el que piensas que nada vale la pena, que no vales la pena, que eres la peor cosa en este mundo, que has sido tan estúpida e idiota, en donde crees que ya no sirves.

Ese momento en el que ya todo acabo para ti, sucede algo.

Sucede lo mejor que te puede pasar en la vida.

Lo único que veo es pequeñas luces blancas y muy fuertes adentrandose a un pozo negro, tratando de alumbrar cada parte de el para que pueda ser un pozo con vida y color. Es difícil, pero nunca se rinden.

Eso es lo que veo, luces blancas como ángeles entrando en mi vida, tratando de repararme y arreglarme, y aunque no puedan nunca se rinden, porque terminaron agarrándole cariño a ese pozo que se convirtió en su lugar favorito y nunca quisieron separarse de el.

Y aunque el pozo siga siendo miserable siente que esas luces que le hacen compañía le han salvado la vida, y aunque se sienta culpable de que las lucesitas merezcan lugares mejor que ese no quiere dejarlas ir, porque ya el pozo no podía seguir viviendo sin sus pequeñitos rayos y sus
resplandores.

Y ahí te das cuenta lo agradecida que estas al conseguirte con esas luces como ángeles en tu vida oscura, porque conocen el desastre que eres, sin embargo, se quedan, y hay que agradecerles.

Y en ese punto de la vida en el que sentía mis ojos cerrarse, aparecieron ustedes, mis pequeñas luces.

Gracias por todo lo que han hecho y perdón por el desastre que soy. Las amo más que tanto.

Esprit solitaire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora