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Fue en ese momento y solo entonces que las campanas de la catedral dejaron de sonar, el cuerpo estaba ya sin vida sobre el suelo, pero creo que lo mejor será comenzar la historia desde el comienzo, una vez mas, pues quizás pudo haber quedado algún detalle sin mencionar.

El otoño se acercaba y en las calles ya podían verse como algunas hojas caían y otras tantas reposaban sobre la calle al igual que los panfletos de los candidatos a gobernador, era temporada de elecciones y se podía notar con solo girar la vista a cualquier lado, panfletos de los partidos principales y sus candidatos volando por las calles, carteles pegados en las paredes de los callejones, anuncios colgando sobre los tejados de algunos negocios, en esta temporada la gente se volvía loca pues todos querían demostrar su apoyo a los candidatos y su devoción hacia los partidos. Era bien sabido que mucha gente hacia todo esto por dinero, sin embargo siempre hay que recordar, que el dinero es el principal motor que impulsa a la gente a cometer locuras.

Parecía una temporada de elecciones como cualquier otra, la gente paseaba por las calles, las personas conducían a su trabajo con la prisa de todos los días, sin notar los pequeños detalles del día a día, los parques, como en cualquier temporada, se encontraban llenos de personas, en el parque central de la ciudad, que por ahora solo la llamaremos North City, se encontraban los dos candidatos principales de la contienda apoyados por su respectivo partido, de un lado podía verse un ondear enorme de banderines color azul, las personas con playeras blanquiazules, algunos usaban unas gorras ridículas con ojos saltones, otros con banderines que sobresalían de sus cabezas, los niños vistiendo playeras con la fotografía de un total desconocido, en el escenario, que parecía haber sido montado en tan solo unas horas, estaba el personaje principal de todo aquel circo, un hombre de unos cuarenta y pico, regordete, y con un pelo blanquecino debido a las canas, con un traje gris sudado pues a pesar de estar cerca el otoño el calor del verano aun se hacía presente, se le notaba una gran confianza en sí mismo y una sonrisa tan hipócrita que parecía que había practicado toda su vida, y pudo haber sido así.

Del otro lado, como podía esperarse, banderas color rojo tratando de ondearse más fuerte que su competencia, las personas que se encontraban de ese lado lucían un poco mayores, el partido rojo había sido aquel que había durado más tiempo en el poder, pues durante algunos años no había ningún otro que se le pudiera comparar, estos años habían sido los necesarios para ganarse el apoyo de la gente de mayor edad, pues a pesar de todo, no era un mal partido, sin embargo las nuevas generaciones exigían algo más que lo cotidiano, salir de lo convencional y sobre todo llevar la contraria a la gente de mayor edad. En el escenario podía observarse un hombre también de cuarenta años, poco mas, poco menos, usaba un traje negro, más formal y su mirada era fría y aguda, era delgado, tenia cabello negro arreglado tanto que se podía decir que era un peluquín.

Ambos candidatos terminaron su discurso al mismo tiempo, con un gran y clásico "Gracias Por Su Voto", y al finalizar esa mítica frase las personas aplaudieron y agitaron sus banderines, por un lado la gente roja vitoreaba a su candidato, mientras los azules aplaudían y silbaban al suyo. Luego de que los candidatos se retiraron entre la multitud, comenzó la gran fiesta del parque central donde se vendía comida, se hacían bailes para todas las edades, se disfrutaba de música en vivo y se podía apreciar que a pesar de estar en contra aun podían convivir entre sí, tanto azul como rojo disfrutaban en armonía en aquel parque, frente a la catedral de la ciudad uno podia ver como las personas de todas las edades se divertían y pasaban un rato agradable en compañía de amigos y personas desconocidas que, aun si su opinión política era diferente, los unía el ser ciudadanos de la misma ciudad, los unía el parque, esa catedral ubicada justo al centro de la ciudad donde las campanas se hacían sonar cada hora, resonaban en toda la ciudad, y el numero de campanadas acompañaba a la hora que aparecía en el reloj de su torre principal, desde esta podía apreciarse todo el parque y gran parte de la ciudad también, era una hermosa vista sobre todo para apreciar los atardeceres del otoño que se acercaba cada día mas, amenazando con llenar de rojo las calles de la ciudad.

Mientras la gente disfrutaba de aquella fiesta los candidatos se dirigían cada uno a sus hogares, el candidato por el partido azul, que desde ahora llamaremos Oliver, vivía en algún lugar de la zona acaudalada de la ciudad, describir el lugar seria un dato irrelevante, Oliver era casado, tenía una hija llamada Tina quien siempre lo recibía con los brazos abiertos, a pesar de ser un hombre hipócrita y pretencioso frente a sus seguidores en casa era otro, era un esposo y un padre cariñoso, un hombre ejemplo, nunca dejaba que su hija sintiera necesitar de él pues siempre que se le requería en casa hacia lo imposible para estar ahí, eso era algo que su esposa Mía y su hija apreciaban mucho, Oliver era querido por su familia, y era reciproco pues se sentía "El hombre más afortunado al tener una familia tan maravillosa" según sus propias palabras en el discurso de la tarde.

El candidato del partido rojo, por otro lado, era un hombre que vivía cerca del centro, contrario a Oliver, el candidato rojo, a quien llamaremos Glen, no era casado, vivía con su madre en un departamento lo bastante amplio para dos personas, llevaba una vida sencilla y tranquila, Glen era más dedicado a su trabajo, pues todo el tiempo estaba encerrado en su estudio, sin embargo eso no significaba que descuidara su hogar, pues siempre estaba al tanto de las necesidades de su madre despues de todo "La familia lo es todo, mi madre por ejemplo, lo es todo para mi" como dijo en su discurso, ambos candidatos se debían totalmente a sus familias, aun así eso no impedía que ambos idearan nuevas tretas y maneras de desprestigiar a su rival, pues esto era un gaje en el oficio de candidato a cualquier puesto político, debías recibir un poco de lodo para poder ser capaz de arrojarlo de vuelta, esta práctica se ha llevado de esta manera desde mucho tiempo atrás, me atreveré a decir que incluso desde antes que la democracia existiera, sin embargo la treta que jugaron aquel día no era nada usual, pues ninguno de los dos se podía esperar lo que sucedió. Mientras Glen descansaba en su viejo sofá viendo un programa de televisión con su madre recibió la llamada que cambiaria todo, el teléfono sonó varias veces antes de que Glen se animara a contestar, pues pensaba que de nuevo seria alguna llamada de broma en su contra, sin embargo al contestar el teléfono y escuchar las palabras que venían del otro lado del teléfono quedo paralizado.

─ ¡Como pudiste hacerlo, es solo una niña! ─ gritaba la voz del otro lado ─ ¡Devuélveme a mi hija!

Claramente reconoció la voz de su contrincante, de su rival de elecciones y su alguna vez compañero de escuela, Oliver.

El rojo de North CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora