Cabeza alta, cuerpo recto y sonrisa forzada, es lo único necesario para certificar que todo está bien, que no ha pasado nada. Son los únicos gestos necesarios para evitar preguntas o situaciones incómodas. La vida es como una tormenta, nos guardamos las cosas para dentro hasta que llega el momento de explotar y soltar todo, solo que sé que ya no será junto a ellos. Sé que hoy será la última vez que vea a mamá preparar su habitual pizza margarita de un viernes por la noche, sé que será la ultima vez que me pelee con Katy por quitarme la ropa y sé que será la última vez que vea la cara embobada de papá frente al televisor viendo esos programas de coches que tanto le gustan. Será la última vez, de todo. Aceptar esto no es fácil, pero es la única solución, la única alternativa, al menos por el momento. Cuando pensaba que la vida de un adolescente era complicada no me refería a esto, ni mucho menos. Creía que este tipo de cosas eran imaginarias, que no existían,o al menos que solo existían en televisión. La realidad es mucho más dura que lo que parece, pero lo único que puedo hacer es seguir con el plan, no queda otra. Se lo prometí a él, y él lo dijo corro peligro. Si me quedo el destino será trágico, y no solo para mí, también para los que me rodean. Él lo dijo, ante esto no hay opción, si lo rechazas acabarás con la vida como la conoces. Para él fue muy fácil, a mi no me lo parece. Dejar a tu familia, tus amigos, tu vida...solo por ser...raro. Raro, raro es la palabra, así es como me siento, rara. Nunca he sido normal o así es como lo he sentido, mamá decía que era normal sentirme así y que se me pasaría, sin embargo esto confirma mi teoría. No puedo contárselo, no puedo decirles lo que ha pasado hoy, me tomarían por loca o peor, me llevarían al psicólogo y los otros se enterarían. Hoy es un día complicado y tengo la impresión de que lo continuará siendo a partir de mañana. Lo que ha comenzado siendo una mañana normal y corriente ha acabado convirtiéndose en el principio de una lucha por la supervivencia, una lucha con "La resistencia".
Amanece, el sol muestra sus primeros rayos a través de las pequeñas rendijas que se descubren en mi persiana. Abro los ojos, veo la habitación y por un momento me hace daño a la vista. Me desesperezo incorporándome sobre la cama, el reloj marca las siete de la mañana de lo que será un día de clases. Salgo de la habitación tras ponerme las zapatillas y entro en el baño. El cansancio me empaña la vista. Cojo el primer cepillo que encuentro en el cesto de la estantería y empiezo a peinarme. Modelo mi pelo con el cepillo dejando caer cada uno de los mechones sobre los hombros mirándome en el espejo. Una vez estoy satisfecha con el resultado dejo el cepillo en su sitio y una sensación de aturdimiento me inunda la cabeza. La cabeza comienza a darme vueltas y rapidamente esta sensacion va bajando al pecho. Siento una opresión en el pecho que por un momento me hace pausar la respiración y sentirme inconsciente. La mirada se me empieza a nublar y sé que he perdido la conciencia cuando veo un flujo verde correr por mis venas. Cierro los ojos como intento de recuperar la consciencia y tras varios segundos mis esfuerzos dan sus frutos. Me encuentro ante una habitación vacía. Me digno a ignorar lo que acaba de ocurrir y me visto rápidamente. Tras desayunar salgo de casa y en tan solo cinco minutos me encuentro frente a la puerta del instituto. Kyle me espera en la entrada, así que aislándonos en nuestra propia burbuja entramos en el edificio. El típico edificio de piedra gris, hoy brillante debido al efecto de la lluvia repleto de ventanas en sus dos pisos de clases. Subimos las tres primeras escaleras de acceso a la puerta principal revestida de rejas metálicas. El edificio por dentro no es mucho peor que lo que promete en su fachada. Un pasillo de paredes pintadas de un azul grisaceo y suelos marmolados con puertas de madera a ambos lados del pasillo. Paseamos por el laberinto de clases hasta llegar al aula 322, la clase de biología. La Sr. Stones ya está preparada para dar pie a la clase de histología animal. Ordena sus apuntes fijándose en el libro de tejidos animales mientras observa como entramos cada uno de los alumnos tras sus gafas. Nada más tocar el primer timbre se levanta de su sitio y enciende el proyector. Saco los apuntes y los coloco sobre la mesa tomando nota de cada información adicional que va saliendo de su boca en los márgenes de los folios. Miro la imagen que se proyecta en la pizarra digital, tejido sanguineo. Al momento se me vuelve a la cabeza la misma sensación de aturdimiendo y rápidamente vuelve al pecho. Noto la misma presión en el pecho, pero esta vez es tan fuerte que siento como me aplasta el corazón. Levanto la mano y pido ir al baño, la excusa de la emergencia femenina siempre funciona. Corro hacia el final del pasillo y entro en el baño. Me miro en el espejo, he palidecido y tengo los ojos inyectados en sangre. Bebo agua intentando reducir los daños, pero nada sirve. Cierro los ojos como esta mañana, tal vez paralice los daños. Todo esfuerzo es inútil y me doy por vencida cuando una punzada repentina se me clava en el corazón deteniendo mi respiración y reduciendo mi ritmo cardiaco. Apenas dura unos segundos, pero el dolor es tan fuerte que me parece toda una vida. Me giro y me miro a el espejo, el corazón me va a cien, los nervios me acechan. La luz de la habitación comienza a temblar, y a cada segundo que pasa se enciende y se apaga de forma intermitente. Abro el grifo del agua y esta empieza a correr por el lavabo. Extiendo las manos y observo como aquella masa de agua empieza a llenarse de una corriente eléctrica. Observo mis manos, la expresión de mi cara se vuelve un poema, me pellizco pensando que esto es un sueño, pero no, es tan real como la vida misma. Una especie de corriente eléctrica recorre mis manos de arriba a abajo en un bucle continuo. El miedo me llena y con ello la corriente se vuelve cada vez más intensa. No puedo seguir aquí, debo irme, si me descubren me llevarán al hospital o me tomaran por rara o algo parecido. Me meto las manos en el bolsillo central de la sudadera y ando a paso calmado hacia la sala anterior. Me acerco a la mesa de la profesora, me invento una excusa y salgo de allí lo antes posible. Son solo las ocho menos cuarto, papá y mamá estarán trabajando así que no sabrán si he vuelto a casa. Me cubro la cabeza con la capucha y ando sobre mis pasos hacia casa. Al llegar a la puerta principal saco las llaves y entro. Saco las manos de la sudadera, siguen cubiertas por la misma corriente eléctrica, solo que la intensidad es menor. Entro en mi habitación y me tumbo sobre la cama, no encuentro ninguna explicación lógica a esto, simplemente no tiene sentido. Doy vueltas en la habitación de un lado a otro buscando cualquier tipo de respuesta cuando un golpe tras de mí atrae mi atención.
-Relájate, no es para tanto.
Al fondo observo la ventana, completamente abierta de par en par. Frente a mí se encuentra un chico, alto, de ojos azules y pelo negro azabache. Mantiene una mirada de indiferencia con una pequeña sonrisa dibujada en el lado derecho de la cara y las manos metidas en sus tejanos oscuros.
-¿Quién eres y qué haces aquí?. -pregunto manteniendo las distancias.
- Eso no importa, lo que importa es que sé lo que eres y necesitas mi ayuda.
-¿Para qué necesitaría la ayuda de un desconocido? Y te equivocas, no sabes quien soy.
-Hace un momento estabas soltando chispas por las manos, me parece que si necesitas mi ayuda.
La habitación se queda invadida por el silencio. Mi sorpresa al saber que me acaba de pillar me ha hecho inconsciente de saber que decir. Él sin embargo, dipuesto a romper el silencio, continua explicándose.
-Necesitas mi ayuda, la ayuda de "La resistencia". Es cuestión de vida o muerte, debes creerme.
-¿Qué se supone que debo hacer? ¿y qué es "La resistencia"?
-Debes dejar tu vida y venirte conmigo sino las cosas pintarán mal para tí y para quien te rodea.
-Vale, ahora sí que no te creo. ¿Por qué se supone que debo creerte?
-Porque en el que coche que hay aparcado frente a tu puerta hay gente que quiere hacerte daño por lo que eres y si sigues aquí también a tu familia. Mientras tu estes a salvo, tu familia también y aquí no ganarás nada, no hay otra opción.
-¿Dejar a mi familia? ¿Así?
-Es la única forma de protegeros. Coge una mochila y mete lo esencial, nada de móviles ni aparatos electrónicos. Intentaré despistarles, a las doce pasaré a por tí.
Asentí con la cabeza y al segundo la figura del chico desapareció y la ventana se cerró. Sentí que el mundo se me desplomaba, que todo se me hechaba encima. ¿Qué esto que me está pasando? ¿Por qué a mí? Todo parece tan irreal, pero es la verdad, no queda otra opción. Y es lo que he hecho hasta ahora, resignarme a que no queda otra opción. Saco del estante bajo del armario mi mochila rosa con flores de colores y la vacío. Dejo mi teléfono móvil en una esquina del escritorio y comienzo a sacar ropa, tres camisetas y dos pantalones, lo poco que cabe en la mochila. Meto también unos guantes y la cartera con todos mis ahorros, si necesito comprar algo debo asegurarme de tener dinero. Miro mi habitación, sera la última vez que la vea. Son todavía las once así que decido aprovechar cada momento que me queda en esta casa. Kate esta en salón, junto con mamá y papá viendo una película. Me uno a la escena con una bolsa de patatas que saco del estante superior de la cocina. La película va llegando a la escena final y cada minuto que pasa se hace más difícil mantener el peso de los párpados. Según van pasando los minutos cada uno de los integrantes de mi familia va desapareciendo tras el pasillo al meterse en su respectiva habitación. Aguanto despierta hasta que Kate decide retirarse, es ese el momento en que abrazo a mi hermana con todas mis fuerzas y vuelvo a mi habitación. La penumbra de la noche invade todos los puntos de la ciudad haciendo que cada una de las pequeñas luces artificiales de las farolas irradien pequeños focos de iluminación en las calles. Se me escapa una lágrima a lo que le sigue otra y las bombillas de las farolas comienzan a temblar. Mis lágrimas no cesan hasta que el crujido de una de las bombillas me sorprende. Veo la ventana abrirse sola y miro la hora en el reloj despertador, las doce. La misma figura de antes aparece de la nada frente a mi cama ofreciéndome una mano.
-Vámonos.-susurra apuntando a la ventana.
Con la mayor sigilosidad que somos capaces de mantener abandadonamos la habitación. Él me agarra de un brazo y tira de mí indicando el camino con un dedo, le sigo sin quejarme y sin articular palabra hasta salir de la ciudad y adentrarnos en el bosque. Después de caminar un buen rato, llegamos a un claro.
-Aquí no corres peligro, pero tenemos que llegar a "La resistencia".
-¿La resistencia?
-Sí, "La resistencia".
Se aparta a un lado y se mete detrás de un conjunto de árboles. De repente, un estruendoso ruido procedente de los árboles procede a envenenar el tranquilo bosque. Una moto sale disparada de detras de los arbustos y para frente a mí.
-Sube, vámonos.
-¿Adónde?
-A un lugar donde estes segura.
Me subo a la moto y le rodeo la cintura con los brazos asimilando que este es el comienzo de lo que será el cambio más grande de mi vida.
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Thunder: La tormenta se desata
Ficção AdolescenteQue difícil es aceptar los cambios, que tu vida sea de una manera y que en cuestión de segundos cambie a ser de otra. Las repentinas direcciones de la vida son difíciles de encajar para todos nosotros. Pero si a esto le unimos ademas el tener que ac...