Suicidas

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Tú eras el castillo de fuegos artificiales de mi San Juan.
Eras la chispa de mi único mechero.
Eras mis ganas de comerme el mundo.
Eras el sirope de fresa diluido en mi cubata.
Eras el puente de mi alma suicida.
Y las mañanas de mi verano azul.
Y el salitre de mi piel.
Y el cigarrillo de mi amanecer.
Y no sé cómo explicarte que hiciste que dejase de creer en la diplomacia.
Y me diste ganas de decir: Buah, qué bonita es la vida.
Y no sé cómo decirte lo preciosa que estabas con tu chaleco de nitroglicerina.
Y no sé cómo decirte que lo único que quería era atentar la vida contigo.

Escritos sumergidos en vodka y desesperación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora