2º Relato

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EL ENCUENTRO Y EL SUCESO







Narrado en Lures.

Año 1700

Cinco años antes:

Es el día de las Presentaciones, la Corte Real de todos los reinos viene a presentarse ante los hijos de los reyes para poder contraer matrimonio. La Isla Lazago, reino de fuego, trae a su primogénito para poder contraer matrimonio con la princesa y conseguir hijos poderosos y fuertes. Pero, ¿Cómo iban a poder enamorarse agua y fuego? Por otro lado, Raar tiene todas las de perder con la guerra que hubo hace un siglo. La princesa se niega a casarse con un gigante de Tiva. Y en las Islas Tefi... tan fríos que no existe el amor.

Y aquí es cuando aparezco yo, la consejera real. Como deber de trabajo y amiga, está en mi mano ayudar en todo cuanto pueda a la princesa. Debatiendo las ideas que le puedo aportar a ella sobre los mejores candidatos, me desconcentro de mi camino, chocando con alguien... ardiente, literalmente.

–¡Au! ¿No te das cuenta que puedes hacer daño a una Seide con tu fuego?

–¿No te das cuenta que puedes hacer daño a un Feire con tu agua?

–Podría haberme hecho daño, se supone que no puedes andar por estas partes de palacio. –El susodicho alzó una ceja.

–¿Ya nos hablamos de tú a tú? ¿Y esa confianza? ¿Y usted si puede?

–¿Sueles hacer muchas preguntas? Estás en frente de la consejera real de Lures, tengo autorización de andar por donde me plazca.

–¿No sabe quién soy?

–¿Lo debería saber?

El chico sonrió y asintió.

–Supongo que nos veremos pronto, señorita consejera real de Lures. –Ironía en sus palabras.

–Eso espero.

Las Presentaciones se estaban dando a cabo. Al lado de la princesa, veía cada pretendiente de los distintos países, arrodillándose, intentando impresionar a mi amiga.

–¡Príncipe Efímero de Raar! –El Bufón presentaba mientras todos mirábamos curiosos.

–¡Gigante Teer de Tiva!

–¡Felx de las Islas Tefi!

–Y, por último, ¡Príncipe Carlos de la Isla Lazago! –se arrodilló ante nosotros un chico de estatura media, de mirada socarrona y unas ganas enormes de comerse el mundo...

–Le deseo un buen día princesa, y sobre todo a usted, consejera real. –El chico se levantó tras decir eso y se retiró.

¡Qué mal educado! ¡Qué falta de respeto a la princesa!

En la actualidad:

¡Bum! El palacio se volvió a tambalear. Cuatro años. No le veía final a esta guerra. Todo por mi culpa... ¡Rain, estúpida! ¿Vas y te enamoras del prometido de la princesa? ¿Echas todo a perder solo por un chico? Encima un Feire. Estoy condenada al olvido.

Vergüenza es lo que me consume cada día, agobiada por no querer seguir con este amor tan verdadero... Y tan prohibido.

Todo iba bien, hasta que Carlos abandonó a la futura reina de Lures por la entrometida consejera real. Yo. La estúpida consejera real, ¡oh vamos! ¡Tampoco se me daba tan mal!

Ese amor solo fue lo que hizo explotar la bomba. Haciendo surgir varias rivalidades entre Lures y Lazago que se traían desde hacía siglos.

¡Bum!

–¡Socorro! ¡Qué alguien me ayude! –Corrí siguiendo la voz del grito. Pasé pasillo por pasillo, corriendo.

–¡Quédese quieto! ¡Ya voy!

Corrí y corrí. ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! Lazago no para de atacar. Enamorada del príncipe que quiere destruir mi país. Fantástico. Llegué al sitio de donde provenían los gritos y me encontré a un Sílfide. ¿Una sílfide? ¿Pidiendo ayuda?

–¡No te quedes ahí parada y ayúdame! –Ante el grito reaccioné y fui a ayudarla. La levanté y la senté en el suelo, ella, casi inconsciente, me apartó y se sentó sola.

–¿Qué te ha pasado?

–Me he caído con una bola de fuego, casi muero quemada. Mis alas se han roto, no puedo volar –empezó a tocárselas e intentar levantarse –sea como sea, tengo que llegar a mis islas, ahí estaré a salvo. Ni siquiera sé porque me he metido en esta guerra. –Me miró con su frío rostro. –¿Puedo saber quién me ha "salvado" la vida?

–Rain, consejera... –No. Ya no lo eres, recuerda, tonta. –Solo Rain.

–¿Tú eres ella verdad? Deberías estar muerta, eres la causante de todo esto.

Acostumbrada, lo ignoré. Fui a otro pasillo y cogí unas cuantas vendas para cubrir sus alas. Se las envolví sin decir nada, conteniendo las ganas de llorar.

–Deja que te ayude. –Miré a mi derecha y vi a un ninfo apoyado en la pared.

–¡Ah! ¿Se puede saber quién eres tú? ¡Me has asustado! –El ninfo se empezó a reír.

–Shain, Bufón de Raar y doctor de entretiempo, a sus servicios, señorita. –Suspiré, un doctor. Menos mal.

–¿Lo puedes curar?

–Por supuesto.

Pasó media hora, el proceso era lento, pero lo consiguió.

–¿DÓNDE ESTÁ ELLA?

Normalmente, cuándo se oyen esa clase de gritos, se refieren a mí. No es que sea prepotente, pero estoy en la lista negra de muchas personas. Cansada. De todo esto, quiero acabar.

–¡Aquí estoy! ¡Venga a por mí!

–¿Qué haces? ¿Estás loca? ¡Te matará! –Nunca había visto a una sílfide preocupada.

–Eso es lo que quiere todo el mundo.

–¡Rain!

–¡¿Carlos?! ¡Te odio! ¡Dijiste que me querías delante de todo el mundo, y luego me abandonaste para iniciar una guerra contra mí! ¿Cómo puedes hacer esto? ¿Por qué no me mandaste cartas? ¿Y AHORA VIENES Y TE PRESENTAS COMO SI NADA? ¡Déjame y vete! ¡Prefiero morir a tener que estar contigo!

Él solo sonrió.

–¿Quién hace ahora las preguntas a quién?

–¡LÁRGATE!

–Wow, parejita, deberíais calmaros. –Maldito bufón.

–¡No digas que me calme!

–¿Y quién es este? –Preguntó Carlos.

–Eso no te incumbe. Vete a seguir con tu guerra y déjanos en paz.

–La guerra ha terminado. Cuatro años buscándote, intentando contarte lo egoísta que se ha vuelto mi país, casi echándome del trono por amarte. He firmado un tratado de paz con la princesa hace diez minutos. Estamos libres, tú, yo, todos. Así que, perdona mi osadía por este acto tan atrevido y peligroso. –Se acercó corriendo, y, cogiéndome por la cintura me besó. ¡Au! ¡Qué daño! Pero dios sabe cuánto lo quería. Se separó y me dijo:

–Te quiero.

–Te quiero. –Le susurré al oído.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2017 ⏰

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