Gigil.

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Terminé de empacar las cosas que necesitaría mi ángel para ir de excursión con su escuela, y sentí unos brazos rodearme el cuerpo desde atrás.

—¡Hyung! Voltéese y míreme.

Obedecí a mi chico y me encontré entre los brazos de un ser lleno de luminiscencia.

—¿Si, Minnie?

—Solo quería agradecerle por ayudarme a empacar mi ropa, ya sabe, yo soy muy torpe y nunca se me dan las cosas bien.

Lo miré con incredulidad. ¿Minnie estaba hablando enserio?

—Pero ¿Qué dices, bebé? Si se te dan un montón de cosas excelentemente.

Sus preciosos ojos se iluminaron como un faro, y entendí su pregunta silenciosa.

—Existir, ser tan hermoso como un rocío iridiscente sobre una rosa de primavera y cantar se te da de maravilla, por hablar de cosas superficiales.

Sus mejillas se tornaron rojas, y por un momento sentí la necesidad urgente de pellizcar esas lindas superficies, aunque supe controlarme.

Minnie odiaba que me fijara en sus cachetes, ya que, según él, eran feos, aunque para mí, eran las cositas más adorables del planeta, aparte de su existencia, claro.

—¡Hyung! Me avergüenza...

—Lo siento, bebé.

Sin poder resistirme, apreté su cuerpo contra mi pecho y absorbí profundamente su fragancia, que me recordaba al petricor.

—Hobi hyung...

Su repentino silencio me hizo apretarlo más contra mí, sin realmente interesarme si le asfixiaba, porque sabía que mis brazos jamás le harían daño.

—¿Sí?

—Lo amo. 




Acendrado [HopeMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora