Inmarcesible.

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Rodeé su pequeño cuerpo con mis brazos y lo sentí apoyarse en mí, mientras observábamos las vistas que Jeju nos ofrecía, aprovechando que los niños estaban con sus tíos Jung Kook y Yoon Gi.

—El paisaje es hermoso, aunque no es más precioso que tú.

—Hobito, por favor.

Percibí el tacto de sus pequeñas manos sobre las mías, que reposaban en su abdomen, y sonreí al sentir las yemas de sus deditos acariciando mi anillo de boda, el mismo que hace doce años colocó en mi dedo anular izquierdo.

—Te amo, bebé.

—Te amo, Hobi.

Apoyé mi barbilla en su hombro y escuché a lo lejos las voces de nuestros acompañantes. Era gracioso oír como Yoon Gi regañaba a los niños por corretear, reír y robarse la atención de su esposo, Jung Kook, mientras este le reprendía por su egoísmo.

—¡Papis, tío Sugar no nos deja jugar con tío Cookie!

Mi hijo mayor llegó hasta donde Ji Min y yo estábamos, jalando a su hermano menor-mayor y a su hermana, la más pequeña.

—¡Vengan acá, mocosos!

—¡Yoon Gi!

Los dos adultos se acercaron y entre gruñidos de Yoon Gi y sonrisas apenadas de Jung Kook, se excusaron (En realidad, solo Kook lo hizo, pero contemos al anciano) por no poder controlar a los pequeños.

—Niños, discúlpense por hacer correr a su tío Yoon Gi, ya saben que él tiene una edad avanzada y ese tipo de cosas le hacen daño.

Carcajeé junto a mis hijos al ver la expresión de rabia del mayor de todos, notando como Jung Kook intentaba no reírse y escuchando como Ji Min me regañaba, aunque también le había hecho gracia el comentario.

—¡Papá! ¿Podemos ir a jugar adentro? ¡Di que sí!

Mi hija, Hye Ji, y sus hermanos mellizos, Baek Ho y Chan Ho, le rogaron a Ji Min para que les diera permiso, ya que sabían que, por mí, no había problema. Mi ángel, hastiado de los lloriqueos de los niños, les concedió permiso, y sin esperar más, estos se adentraron a la caballa frente al mar, arrastrando a Jung Kook y a un Yoon Gi harto de la existencia de mis criaturas.

—Soy muy flexible con ellos ¿Verdad?

Ji Min bajó la mirada hasta mi agarre, que aún se mantenía, y le di un pequeño beso en la piel de su cuello, notando con orgullo como se estremecía por el contacto.

—Claro que no, eres un gran padre y estoy orgulloso de ti, bebé.

—Hobito...

—Vamos adentro, ¿Si? Ya es tarde.

Deshice mi agarre, remplazándolo por mis dedos entrelazados por los suyos, y lo jalé hacia dentro de la casa. Vi de reojo a mí ángel y aprecié como el cielo contrastaba y armonizaba con su hermosura.

Me alegro de haber tenido la suerte de encontrar a alguien puro, sin manchas: Tan acendrado; y no me arrepiento de nada, porque ahora está a mi lado, cuidando la flor de nuestro amor, una flor inmarcesible y sempiterna, junto a los retoños de esta, nuestros pequeños hijos. 



Acendrado [HopeMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora