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La noche de la inundación estaba en la habitación de Fabre tomándole una fotografía a un osado colibrí verde que se posó en su ventana en plena lluvia del congelante invierno de 1994.

Recuerdo que no era más grande que mi puño y el aleteo que desprendía era muy distinguible entre el sonido de las pesadas gotas que caían. Rezaba por el que aguantara unos segundos más mientras prendía mi Canon EOS-500 para capturar tal sublime momento y apenas desprendí el flash de la misma el pequeño ave desapareció.

No quise verificar si la fotografía había salido bien al instante porque sabía que me preocuparía por si no el resto de la noche, pero me di cuenta que esa fue la primera vez que había usado el flash de la Canon

Y que era la primera vez que había visto un colibrí.

Y la primera vez que estaba en la casa de Fabre.

Conocí a Fabre en el 56to Festival de Cine de Rodio en agosto de 1994. No exactamente en una proyección de película, sino que lo encontré recogiendo una piedra peculiarmente roja en la azotea del evento.

-Es para mi colección- me dijo.

-¿Tienes muchas?

-84.

Recuerdo que me contó que le gustaba hacerlo desde pequeño y había heredado la colección de su padre cuando se las dejó en una bolsa de tela para que se distrajera en un parque zonal mientras lo abandonaba a los 4 años.

-¿Estaba aburrida la película?- preguntó mientras se sacaba conejos de la espalda luego de estar agachado un largo rato.

-Bullets Over Broadway.

-Allen-soltó un largo suspiro mientras se sacudía las piernas-. Costras, el señor no descansa nunca.

-De hecho subí porque el olor del maíz me daban ganas de vomitar.

-Bueno. Bienvenido a la azotea.

-Creo que ya voy a regresar.

-¿No te asusté, cierto?

Con esas palabras me di cuenta que Fabre no se veía para nada como un chico de temer: no debía sobrepasar los 20 años, me llevaba media cabeza y tenía brazos y piernas marcadas. Tenía una expresión involuntariamente seria y unos anteojos rojos con lunas grandes y cuadradas que enmarcaban sus pupilas oscuras. Sin embargo, su cabello castaño lacio y labios delgados le daban una apariencia tierna.

-No, para nada.

Se sentó en el borde del edificio y por un momento pensé que haría algo estúpido pero solamente se recostó en el suelo dejando sus piernas colgando en el aire.

-¿Fumas?

Me di cuenta que en aquel punto ya no valdría la pena retomar Bullets Over Broadway así que me acerqué a él y me senté a su lado, no me recosté sobre mi espalda tal como él lo hizo pero me apoyé hacia atrás con mis brazos.

-No.

-Nunca lo hagas- acto seguido sacó un cigarro de su bolsillo derecho y un encendedor del izquierdo. Luego lo prendió y desprendió una bocanada de humo hacia el cielo-, sino terminarás siendo un fracasado.

Reí.

-¿Cómo así?

Lo pensó por un rato mientras aspiraba otra tanda de tabaco.

-Pues te darás cuenta que dañará tu salud y vivirás convenciéndote que cada cigarro que fumes será el último y como obviamente no lo será te acostumbrarás a la idea de que no tienes capacidad de decisión y serás un fracasado.

-¿Y por qué lo haces?

-Porque ya soy un fracasado- entonces supongo que notó mi expresión de confusión-. Pero no porque fume.

Hubo un largo silencio pero no fue incómodo porque me di cuenta que tenía que haber uno.

-No pareces tan mayor así que puede que lo dejes cuando te aburra.

-Costras, gracias por tu apoyo. Tengo 17 años.

Me sorprendí por su respuesta así que volteé a mirarle bien la cara. Tenía los labios fruncidos y la expresión acalorada como si le incomodara ser evaluado.

-Los lentes te hacen parecer mayor.

Se los quitó un instante y los limpió con su polera.

-Eres el primero en decírmelo, todos creen que tengo 10 años cuando los traigo puestos.

Diría que reí más de lo normal porque Fabre se detuvo a los dos segundos, seguro siempre repetía el chiste.

-Bueno, definitivamente no puedes verte menor que yo- afirmé.

-Lo dudo. ¿Cuántos años llevas en este mundo?

-16.

-Pues tienes una sonrisa muy marcada para esa edad.

Entonces sí se hizo el silencio incómodo, pero no pareció importarle mucho porque seguía concentrado terminando de fumar lo más rápido posible.

-Me llamo Rodrigo, por cierto.

-¿Rodrigo...?

-Valladares.

-Yo Fabre.

Me dio extrañeza por unos segundos.

-Nunca había escuchado un nombre así.

-Y nunca lo harás.

-¿Y cuál es tu apellido?

-Yo no tengo apellido, Rodrigo Valladares-dijo justo antes de acabarse el cigarro por completo.

Te Espera El Sol (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora