El timbre de mi casa sonó exactamente a las 7 de la noche mientras estaba nervioso en mi cuarto esperando su sonido desde las 6. Me vi una vez más en el espejo detrás de mi puerta y verifiqué que mi madre seguía tomando su siesta desde las 5 tranquilamente en su cuarto antes de bajar a la entrada principal. Luego abrí la puerta.
-Hola.
-Hola.
La tensión del momento me hizo acordar a la noche en que nos conocimos en la azotea del Festival, se notaba que iban a haber mil momentos de silencio en nuestro diálogo.
-Sígueme-le dije cerrando la puerta luego de que entrara.
Subimos rápidamente las escaleras, verifiqué que mi madre seguía durmiendo y me dirigí de frente a mi cuarto, luego me senté en mi cama.
-Oye, lo siento mucho-decía Fabre mientras cerraba mi puerta-. He estado viniendo hasta acá pensando en cómo decírtelo y en verdad lo siento mucho.
-¿Qué eres?-vi la expresión de confusión en su rostro y decidí cambiar de pregunta-¿Quién eres?
Fabre se acercó a la cama, tenía el labio inferior temblando y su mirada no definí un punto fijo, luego la dirigió al suelo.
-Nunca vas a poder conocer toda la miseria que he vivido en tan poco tiempo-dijo.
-Lo di...
-Espera-levantó su mirada y era notorio que estaba a punto de llorar, tragó un poco de saliva pensando que eso rompería el nudo que notoriamente se había formado en su garganta-. Lo que me dijiste en el 801 es cierto, yo...
-Solo dije que estabas ebrio...
-No, Rodrigo-entonces esta vez si se quebró, pero logró sentarse en el suelo frente a mí-, yo solía ir a estos lugares constantemente y hacer cosas peores de las que hice ese día porque mi vida es mierda.
-No lo es.
-Sí carajo, lo es-Fabre seguía llorando-. Pasé cosas horribles junto a la familia con la que vivía antes de venir acá, los Carson, antes de vivir con Bianca.
Se quitó los lentes rojos y los dejó en el suelo para frotarse y limpiarse los ojos.
-En los últimos días en los que estaba con ellos-siguió-, fui al 801 con una persona en su carro.
-¿Quién era la persona?-no sabía si estaba siendo muy duro con Fabre, pero solo quería saber por qué su comportamiento era tal como era.
-Eso no importa.
-Sí importa-escuché un suspiro proveniente de Fabre, que estaba mirando al suelo aún sin ponerse los lentes.
-¿Recuerdas que te dije que los Carson tenían sextillizos de 18 años y que yo tenía 16 entonces?
-Sí-dije luego de recordar nuestra caminata hacia el 801.
-Llegué a tener una buena relación con uno de ellos, Piero. Salíamos casi todos los días solos o con sus amigos y un sábado me ofreció ir a la discoteca de Rodio juntos. Me pareció muy extraño porque siempre íbamos con su familia y nunca por separado.
Fabre estaba temblando de pies a cabeza, y yo estaba empezando a hacerlo también.
-Entonces acepté, y en la noche fuimos en su carro con la excusa que saldríamos con amigos. Todo iba muy bien y nos divertíamos como siempre cuando llegamos, pero comenzó a pedir bastantes piñas coladas ese día, tomé casi el cuádruple de lo que llegué a tomar contigo anoche.
Se limpió una lágrima que ya estaba por su quijada y siguió contando.
-No sospecharía nada, claro, nosotros ya habíamos tomado antes juntos en algunas salidas. Eran casi las 2 de la mañana, pensaba decirle que ya era momento de regresar, pero Piero seguía yendo y volviendo del bar por más bebidas y yo ya me sentía muy mareado. Le reclamé que ya habíamos tomado bastante y se molestó, ambos estábamos muy ebrios, rompió uno de los vasos en el suelo y salí del 801 corriendo.
Su voz se había quebrado en la última palabra y suspiró una vez más.
-Entonces llegué al carro y cuando él me alcanzó, me metió en el asiento trasero a la fuerza, luego entró él y cerró la puerta con seguro. Era mucho más fuerte que yo, llegó a sostenerme bajo sus piernas y se sacó el pantalón antes de sacarme el mío. Me obligó a tocárselo y meterlo a mi boca, pero yo me movía constantemente. Cuando quiso voltearme por completo yo lo tumbé y calló al hueco entre los asientos delanteros y traseros. Y justo en ese momento la seguridad del 801 rompe la ventana y llega a abrir la puerta.
Fabre estaba hablando entre lágrimas, pero ya no parecía importarle.
-¿A quién crees que le creerían los padres de Piero? Me acusó de intentar violarlo ese día y por falta de evidencia solo me reasignaron a una nueva casa de acogida, con Bianca.
-Fabre, yo...
-Cuando me dijiste que ya estaba ebrio recordé todo lo que pasó esa noche, Rodrigo.
-Lo siento, Fabre.
-No tienes por qué, malogré toda nuestra salida anoche.
Fabre ya estaba más tranquilo, se limpió de nuevo los ojos y volvió a ponerse los lentes.
-Bueno, estuvo divertida para mí-le dije y él rio por primera vez desde que llegó a mi casa. Yo también sonreí y Fabre se quedó mirando tiernamente mi rostro-. Aunque no lo fue tanto cargarte hasta tu casa. ¿Bianca dijo algo?
-Estaba dormida.
Entonces nos quedamos en silencio unos segundos.
-Oye lo siento por haberte hecho que me cuentes eso, sé que fui un poco duro.
-De hecho gracias-dijo sonriendo-. Fue bueno decírselo a alguien.
Me bajé de mi cama y me senté a su lado para ofrecerle un gran abrazo que él no dudó en rechazar.
-Que mal que estas cosas te pasen a ti-dije sonriendo y él me imitó.
-No te preocupes. Se siente bien escapar del demonio.
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Te Espera El Sol (Gay)
Short StoryRodio, Invierno de 1994. -Entonces, ¿nunca has besado a una chica? -Pues no. -¿Por qué? Eres lindo, Rodrigo. -¿Puedes dejar de hacer eso? -¿Qué cosa? -Comportarte así... conmigo. -Costras, solo trato de ser yo. -Un chico no va por ahí diciéndole a o...