Estuve un rato más en el hospital, aunque el anciano ya había despertado no se encontraba al 100% hablaba conmigo sin saber exactamente de quien se trataba, decía muy poco en realidad. Hablaba de todo menos de lo que podía ayudarme; aunque dijera mucho tampoco le estaba prestando mucha atención, todo lo que pensaba recaía en Rafael y la grandiosa noche que pasaríamos juntos. El anciano por fin se quedó dormido, dieron las cinco en punto, tomé mi bolso y salí de la habitación.
Busque mi celular, tenía un mensaje de Rafael:
"Te invito unas copas, en el bar de siempre y después vamos a tu departamento ¿de acuerdo? Estoy ansioso por volverte a ver"
Sonreí como una estúpida. Respondí rápidamente confirmando mi asistencia al bar, ya no necesitaba cocinar, decidí ir directamente al salón de belleza. Iba caminando hacía mi coche cuando escuche la voz del residente.
-¡Aglae! –gritó y voltee, iba acompañado de Anet, lo miré fijamente –Yo... bueno, quería ver si aceptas salir a tomar una copa conmigo.
Arquee una ceja y abrí mis ojos como platos, esto definitivamente no me lo esperaba
-¿Perdón?
-Quisiera conocerte más y me encantaría que fuéramos amigos, creo que podemos comenzar por una copa –sonrío
-Mmmm, ¿no crees bastante precipitado? –yo sabía perfectamente que significaba "con unas copas cualquier hombre se lleva a la cama a una chica", me lo dijo Rafael varias veces.
-¿Un café?
-No te darás por vencido ¿cierto?
-Efectivamente, no lo haré
Busque en mi bolsa mi tarjetero, saque una tarjeta y la extendí hacia él.
-Ahí viene la manera en la que me puedes contactar –le sonreí, tomó la tarjeta y también sonrío
-¿Eso es un hoy no podemos salir? –dijo mirando la tarjeta
-Efectivamente, tengo bastante trabajo además ya tengo una cita, lo siento
-No importa, estaré por aquí bastante tiempo y creo que puedo esperar
Le sonreí, subí a mi coche y maneje hasta el salón de belleza, el cambio de look seguía en pie. Me cortaría el cabello y me lo teñiría, rojo sería el color perfecto. Entre y salude a mi amigo, le dije lo que quería y sonrío, dos horas después me miraba frente a un espejo, mi ropa desentonaba con el maquillaje, no importaba, pasaría a una tienda departamental a cambiar también mi guardarropa, había decidido que hoy era el mejor día para hacer los más grandes cambios en toda mi vida.
Pase a la tienda de ropa y pedí la ayuda de esos modistas que se la viven ahí haciendo crecer en los clientes necesidades, hoy tenía ganas de ser una consumidora, mi cuenta estaba llena y podía darme algunos gustos de vez en vez. El tipo me lleno de faldas, vestidos ajustados, pantalones tipo piel, me llevo dos o tres prendas de cada uno, pedí lencería sexy, como la llamaba Rafael, que más daba, ahora vivía sola, era yo quien me encargaba de mí y mis cosas, al diablo todo junto con los prejuicios de mis padres.
Llegue a casa y me cambie de ropa, elegí unos pantalones tipo piel negros, una blusa roja corta, de esas ombligueras, una chamarra de piel rojo quemado y unas zapatillas negras. Sonreí para mí misma frente al espejo, parecía una chica mala, y eso me gustaba, el pantalón resaltaba mis glúteos y la blusa mis pechos, estaba perfecta para Rafael, salí de la casa a las nueve en punto, maneje hasta el bar de siempre, entre e inmediatamente vi a Rafael, sonreí, me miraba como si fuera otra persona, camino hacia mí y me beso, fue un beso intenso, pego mi cuerpo al suyo, era exactamente lo que mi cuerpo pedía desde hace meses.
-Estas guapísima –sonrío de nuevo y puso sus manos en mis pompas las apretó.
-Gracias –dije sin ocultar mi gran emoción
-Te tengo una sorpresa, espero que no te moleste
-¿Una sorpresa? ¿Qué es?
-Traje a algunos amigos conmigo
¡¿Qué demonios?! Yo sabía perfectamente lo que eso significaba, de pronto todas mis ganas desaparecieron, mi cuerpo se enfrío por completo, era una de sus fantasías, lo había dicho hace tiempo. Mire para todos lados, debía buscar algún pretexto para salir de ahí.
-¿Por qué no me avisaste?
-No creí que te molestará –dijo tomándome de la mano y tratando de darme un beso el cual esquive
-Necesito un trago –él me miro extrañado pero asintió
-¿Estas molesta?
-Debiste habérmelo dicho, que tal si no quería que invitaras a nadie –llegamos a la barra del bar y pedí un tequila doble, el pego su cuerpo al mío por detrás, sentí su erección, mi cuerpo se estremeció, pero no al grado de volverme loca
-Te va a gustar, yo sé lo que te digo
-No lo creo –dije molesta
-¿Qué demonios te pasa? Te vez preciosa y me encantaría compartirte con mis amigos, nada saldrá de tu apartamento, o si quieres nos vamos al hotel de siempre.
-Ya no quiero nada
El barman me dio el tequila doble y me lo tome de un sorbo, puse el caballito en la barra y con seguridad pedí otro, sentí como el tequila iba pasando por mi garganta hasta llegar a mi estómago, la sangre comenzó a hervirme, al barman me dio el otro tequila y lo bebí como agua, me sentía más tranquila.
-Yo creo que tu cuerpo ya se relajó un poco y tú también, anda nena, te va a encantar, si quieres pasamos a comprar una botella de tequila, eso es lo de menos.
-Ya te dije que no –dije volteándome y quedando frente a él, lo mire a los ojos, vi su rabia contenida
-No soy tu prostituta
-¡Mira niña estúpida! Te recuerdo que fuiste tu quien fue a buscarme –me tomo del brazo, sentí como su mano me apretaba, el dolor me invadió de inmediato
-Vete al diablo... -le dije y le escupí en la cara, el cerró los ojos y en ese momento alce una de mis rodillas le di un golpe bajo, él se dobló, y salí corriendo, me dirigí a la puerta, en el camino me fui quitando mis zapatillas y las eche a mi bolso, detrás de mí escuchaba mi nombre
-¡Aglae! ¡Aglae!
Yo corría con más rapidez, mi auto estaba en un estacionamiento cercano, sentía que mis piernas fallaban, hasta que caí completamente de frente y cerré mis ojos, sentí unas manos fuertes y firmes, tomándome de los brazos ya haciendo que me levantará del suelo
-No puedes irte en el estado en que te encuentras
La voz que acaba de hablar no era la de Rafael, abrí los ojos poco a poco y vi a mi ángel salvador, era el residente, sus ojos verde azabache me miraban fijamente, no pude contener el llanto y lo abrace, lo abrace con fuerza, él correspondió el abrazo, sentía como sus manos acariciaban mi cabello.
-Tranquila, estoy contigo y no permitiré que te hagan nada; préstame las llaves de tu auto yo manejo, solo dime a dónde vamos
Sonreí me separe de su pecho, me limpie las lágrimas, saque las llaves de mi bolso, entramos al estacionamiento, pedimos mi coche, abrío la puerta del copiloto y subí, que extraño, instantes después me encontraba diciéndole mi dirección.
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Historia de una prostituta.
AlteleLa historia de dos jóvenes que se cruzan en un hospital. En estudiante de medicina que detesta a los ancianos y que debe hacer sus residencias en la especialidad de Geriatría y una joven periodista que trabaja para un famoso publicista que se encuen...