II

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Cupido:

Algo acarició mi mejilla haciendo que empezara a salir de mi oscuro limbo, estuve inconsciente mucho tiempo y lo único que vi fue negro, no como los humanos que pueden llegar a imaginarse mundos fantásticos con solo dejarse llevar, ellos sueñan, eso hacen, yo jamás he soñado ni nunca lo haré, los espectros no soñamos y tampoco dormimos, pero ese momento de inconsciencia creo que sería denominado dormir. Abrí un ojo lentamente mientras me incorporaba, a mi lado había una pequeña bola de pelos que movía la cola en todas direcciones, se le veía cómodo, un gato muy peludo y de pelaje blanco y naranjo ronroneaba acostado a mi lado.

Lo miré y éste al sentirme se levantó, estiró y de manera altanera, levantó la cola y saltó de la cama para salir del lugar en el que estaba. Ahora que podía ver atentamente el lugar en donde me encontraba observé todo, hasta el mínimo detalle, era una habitación de cuatro paredes verdes claro, yo me encontraba sobre la cama en una esquina junto a una ventana que tenía un pequeño sobresalido perfecto para poner decoraciones o cojines, en la otra esquina se encontraba una especie de armario y a su lado una mesa con silla.

Me levanté lentamente, no sentía nada extraño en mi cuerpo, pero con un poco de cuidado repasé mentalmente mi ser para asegurarme de que todo estuviera ahí, lo único que sentía dentro de mi que me hacía mucha falta, era el gran peso de mi alas, que hasta éste momento quería que estuvieran conmigo, eran como unas amigas, yo no las controlaba, ellas lo hacían a mí, ellas me guiaban siempre hasta donde yo tenía que estar, ellas, ellas me hacían cupido.

Caminé lentamente hasta la puerta, al salir me encontré en un pasillo vacío, nada se escuchaba en todo el lugar, pero una corriente de aire me recorrió completamente, comencé a caminar hacía donde yo sentía que provenía llegando a una sala la cuál sólo tenía un gran librero, una mesa de centro pequeña y un sillón normal, pero detrás de este se encontraban dos puertas abiertas de par en par, con cortinas blancas que se movían con gracia a causa del viento, me acerqué cruzando el portal y llegando a un balcón no muy grande. Mi concentración de los detalles se perdió al darme cuenta del lugar en el que estaba parada, era un piso muy alto de algún edificio del cual se podía ver la ciudad, unas cuantas montañas a un lado y el mar al otro, el día estaba empezando, el sol estaba subiendo a su cúspide glorioso y yo contemplé todo, cómo la primera vez que pude salir, el día que me liberaron de el lugar oscuro, todo completamente hermoso.

Una pequeña ave medio azulada se posó en la barandilla a mi lado, me observó por segundos antes de comenzar a ver el paisaje a mi lado, ambos estábamos quietos, callados contemplando sin molestar al otro, comenzó a cantar de una manera hermosa y luego desplegó sus alas dejando que el viento las golpeara y luego se elevó y se fue. Algo me invadió haciendo que por unos momentos cerrara los ojos y con el viento sintiera como era estar volando, me sentía libre y eran los únicos segundos al día en el que sabía que no era nada más que un ave que la lleva el viento a su destino.

Un ardor me comenzó a molestar en el antebrazo y un poco asustada miré hacía el lugar, parte de la punta de la flecha que ya no estaba completa comenzó a desaparecer nuevamente, abrí los ojos con lo que yo creo, fue susto, al ver que mis pies ya no tocaban las baldosas del balcón. Me tiré al piso sin pensarlo dos veces y al impactar con él, dejó de arder. Estaba volando, estaba flotando sobre las baldosas dejándome llevar, ¿cómo pude hacerlo?, estaba imaginándome sobre el mar, el viento golpear mi cabello y la brisa fresca rodeándome, no, debo dejar de pensar en esas cosas, no puedo seguir perdiendo tiempo.

  — ¿Cupido? — La voz masculina se escuchó desde dentro de la casa, intenté incorporarme pero al intentarlo mis piernas me traicionaron, caí ésta vez de rodillas. David salió detrás de las cortinas y al verme en el suelo se acercó y rápidamente ayudó a que me parara, ésta vez ya pude hacerlo bien. — ¿Qué hacías ahí afuera? — Preguntó alarmado el chico que ahora me dejaba con cuidado en el sillón.

Sick MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora