Cap 1: Sueño Vergonzoso

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POV Gumball

Perdido en mis pensamientos, paseándome por mi gran habitación, solo y aburrido, dejé que mi mente vagara por cada recuerdo del día de hoy.

Ya era tarde y podía sentir cómo el sueño se apoderaba de mis párpados, haciéndolos pesar. Me había desocupado de mis responsabilidades como príncipe en el reino, y qué mal suena que lo que más esperaba en todo mi día era poder descansar de la tediosa jornada.

Me di una corta ducha; sentía cómo el agua fría se deslizaba por mi espalda, calmando mis sentidos. Era una paz que, aunque durara pocos segundos, era realmente la mejor sensación que podía sentir en ese momento antes de irme a dormir, ayudándome a conciliar el sueño.

Pasear en ropa interior por mi habitación me hacía sentir tan imprudente, por más normal que fuera. Observé que una de las puertas de mi clóset estaba entreabierta y, al acercarme para cerrarla, algo llamó mi atención entre toda mi ropa.

Y cómo no lo iba a hacer, si entre toda la ropa de tonalidades rosas y blancas, esa camisa negra era lo que más resaltaba. Él me había regalado esa camisa hace ya muchos años. El uso que le daba anteriormente solo era para dormir, ya que era muy cómoda, y un día simplemente dejé de hacerlo por empezar a sentir este deseo de dejar de estar tan aferrado a él y que siempre se paseara por mi mente.

Querer dejar de estar aferrado a él, a su camisa, que era la única pertenencia física de él que tenía; querer dejar de pensar en su tacto, sus besos, el oír su risa, su olor...

Dejé el gran ventanal del balcón cerrado, así como la puerta de mi habitación. Y, con un gran pesar en todo el cuerpo, arrastrando los pies como un esclavo en su límite, me metí en la cama. Mañana mi horario no era tan apretado, así que la idea de poder dormir un poco más realmente sonaba acogedora.

Acomodé las inmensas sábanas blancas hasta mi cintura y, después de estirarme seguido de un largo suspiro, me dispuse a dormir.

Esta era una de las mejores partes del día, pero hoy el destino estaba muy decidido a que mi hora de descanso se aplazara.

El ruido que se producía por el tocar de los cristales del ventanal me hizo abrir los ojos, fastidiado. ¿Quién será a esta hora? Es molesto, realmente muy molesto.

Me levanté, hostigado, y fui rápidamente hacia el ventanal. De manera brusca, empujé las puertas de cristal para adentrarme en el balcón. Me apoyé en el barandal, dándome cuenta de que no había nadie.

—Qué raro, debí haberlo imaginado —murmuré. Al notar que estaba solo, me dirigí a cerrar el ventanal y así poder volver a la cama.

Ya dentro de la habitación, aseguré la ventana y las cortinas. Pero al dar un paso, una sensación inesperada recorrió mi cuerpo; de repente, unas manos firmes pero delicadas me agarraron de las caderas, levantándome unos centímetros del suelo. El toque era frío; mi corazón dio un vuelco.

Ese contacto me hizo sentir vulnerable, en una mezcla de temor y anhelo que me dejó sin aliento.

—¡Ahh...! Hmm... —unas manos largas y frías me cubrieron la boca, con uñas que parecían cuchillos.

¿Esto es un secuestro? El pánico me atravesó como un escalofrío desde las yemas de mis dedos hasta la punta de mis pies.

—Shhh... no grites —susurró una voz familiar, ¿Marshall?

—Marshall, ¿qué haces aquí...? —pregunté, temblando. Su aliento helado recorrió mi cuello mientras sus labios lo tocaban, y me sentí atrapado entre el miedo y una confusión inquietante. ¿Por qué estaba sucediendo esto? Me sentía expuesto y vulnerable, como si todo el mundo pudiera ver lo que estaba sucediendo.

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