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Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

El estadio entero me abuchea. Me cubro la cabeza con las manos. Mis compañeros me miran, como esperando a que suelte alguna excusa que no tengo.

—La cagaste, compadre —dice uno—. Era más fácil meterla que tirarla afuera.

—Yo...

Atino a sonreír con nerviosismo. Todos fallamos de vez en cuando, no importa qué tan bueno seas. La diferencia es que mi error le acaba de costar la clasificación a mi equipo, a todo el país. Me desconecto del partido hasta escuchar el pitido del árbitro. Los noventa y tantos minutos se han completado, hora de volver.

¿Volver a dónde? Ya no queda nada.

EuforiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora