Capítulo 2: Tú viajas en un asteroide y yo en una estrella fugaz.

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"Él posee ojos tan azules como el océano, como el más perfecto día de verano. Y cuando los miras es imposible apartar la mirada. Su sonrisa derrite glaciares, y la luna y las estrellas envidian su belleza, pero él es tan cruel..."


Ocho años después. 


Lunes 6:00 a.m

-¡Harry! ¡Harry, ya despierta muchachito haragán!.- Anne daba fuertes e insistentes golpes en la puerta del cuarto buscando despertar a su hijo – ¡Son las seis Harry, llegarás tarde si no te apuras!.-

El rizado se dio la vuelta en el mullido colchón, cubriéndose hasta la cabeza con las finas mantas, en un intento en vano de opacar los gritos de su chillona e histérica madre. 

Observó por el gran ventanal que tenía a un costado de la cama. El día afuera  estaba precioso, el sol del verano pegaba en las hojas de los esponjosos árboles dándoles la apariencia de estar hechos de oro y a lo lejos se podían oír leves cantos alegres de las madrugadoras aves.

Suspiró pesadamente. Él esperaba que algún milagro divino hiciera de ese día uno lleno de catástrofes, algún tipo de huracán o algo por el estilo, solo para poder salvarse de su primer día en aquella horrible institución.


Durante estos últimos años, Harry había cursado en la Holmes Chapel Comprehensive School. Pero debido a su comportamiento despreocupado y su baja calificación en cada una de las materias por la depresión que solía atacarlo, su madre había decidido trasladarlo a una institución de mayor severidad y rigidez en la educación. 

Corría el rumor de que los alumnos más problemáticos de cada una de las escuelas de Inglaterra eran llevados hacía allí cuando sus instituciones ya no podían manejarlos. Pero Harry decidió ignorar ese rumor, solo para calmar su nerviosa mente. Era suficiente la preocupación y el nerviosismo que tenía debido a hacer contacto con gente nueva como para también agregarle que ,quizás, el primer día en esa escuela se toparía con matones que lo regresarían a casa con unas cuantas palizas en el rostro. Eso definitivamente no era bueno.


Tomó una gran bocanada de aire juntando valentía para enfrentarse a lo que sea que estaba por venir, y se levantó perezosamente de su cálida cama.

Su rizado cabello lucía más desastroso de lo normal aquella mañana, así que optó por usar unos beanies verdes para ocultar el desastre. Se colocó una playera gris de algodón, y jeans negros ajustados al cuerpo. La mañana lucía agradable y cálida y no vio razón para llevar un abrigo, así que simplemente se  dirigió al pequeño cuarto de baño que estaba situado en su misma habitación  y guardó en su morral todos los medicamentos que necesitaría para esa larga jornada. Quedó un momento estático en el lugar y tragó en seco mientras se preguntaba  si en esa nueva escuela también habría idiotas que hicieran de su día a día un martirio sólo por el hecho de estar enfermo. Se contestó a sí mismo al instante. Por supuesto que sí, es decir, todas las escuelas tenían a ese típico grupito de patanes que se aprovechaban de los débiles y desprotegidos. Esas desagradables personas que parecían ser felices con las desgracias ajenas. Después de todo, una escuela no era una escuela sin ese tipo de personas. Al igual que las clásicas chicas zorras que se acuestan con medio colegio, que sus cuerpos poseen más huellas digitales que un teléfono público, el grupito de nerds inteligentes que van y vienen de la biblioteca, las personas hipócritas que se hacen los buenos con medio mundo y luego hablan mal a sus espaldas, o las personas que simplemente pasan desapercibidas menos para las bromas, y en ese tipo de personas se incluía Harry.

Our Star. {Larry Stylinson} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora