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Estar en aquella situación se había vuelto más un hobby, pues una vez más tenía tres cabezas sobre mí, observándome, preocupados, mientras mis ojos se acomodaban ante la luz de luna que entraba desde el tragaluz del techo directamente hacia mí

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Estar en aquella situación se había vuelto más un hobby, pues una vez más tenía tres cabezas sobre mí, observándome, preocupados, mientras mis ojos se acomodaban ante la luz de luna que entraba desde el tragaluz del techo directamente hacia mí.

—Podría acostumbrarme a esto —comenté, soñolienta, observando el plato de moras silvestres a un lado de mi pequeño colchón y el gran vaso de agua, que ataqué, desesperada, aun con la mirada de James, Nibs y Peter sobre mí.

—En realidad, agradecería que dejaras de desmayarte cada cinco minutos —Peter puso sus ojos en blanco, pero lo ignoré.

No sabía si recordaba o no lo que había pasado en aquel sueño, pero si lo hacía, lo disimulaba muy bien, pues cualquier rastro de amabilidad que pudiese haber quedado, se había borrado del mapa.

El aire fluía normalmente por mis pulmones de nuevo, y los latidos de mi corazón se habían regulado. ¿Por qué de pronto estaba teniendo súbitos desmayos? ¿Estaba mi presión demasiado baja?

Aún seguía confundida por todo lo que estaba pasando, y el hecho de poder estar enferma no hacía más que elevar mi angustia. Me sentía como atrapada entre la espada y la pared, pero no porque tuviese que tomar una decisión o algo parecido, sino porque podía sentir algo puntiagudo haciendo presión en mi estómago, amenazando con atravesarlo. Había una sensación de peligro que se deslizaba por mi sistema nervioso lentamente y se arraigaba a mis venas. Me atacaron unas potentes ganas de llorar sin control.

—¿Cómo te sientes? —preguntó James, haciendo el amago de tocar mi frente, pero siendo interrumpido por la mano de Nibs, que indicó con la cabeza que no me tocara. Lo agradecí, pues de todas maneras me hubiese echado hacia atrás.

—Mejor, creo —susurré, observando sus tres rostros que denotaban preocupación, incluso el de Peter, lo cual me sorprendía.

Todo se tornó silencioso, solemne e incluso un tanto tétrico. Nadie se atrevía a decir palabra, y mientras tanto los ojos de Peter iban desde el rostro de Nibs al mío y viceversa.

No le di mucha importancia, pues tenía cosas más urgentes en las que pensar como, por ejemplo, el porqué de mi repentina debilidad, o por qué seguía en ese extraño lugar y no recordaba nada de lo que había pasado.

¡Ah, maldita sea!

—¿Crees que puedas ponerte de pie?

Volteé una vez más hacia Peter y lo observé en silencio, sin darme cuenta de que la pregunta era obviamente hacia mí. ¿Para qué demonios quería que me pusiera de pie?

—Tal vez —respondí, cautelosa. Observé a Nibs en busca de una explicación, siendo este en el que más confiaba, pero al ver que no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando, lo dejé en paz.

—Creo que te vendría bien un poco de aire fresco.

Arrugué mi entrecejo profundamente al escucharlo, pero se esfumó de inmediato.

Lullaby | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora