2. La huída.

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Me quedo un par de horas más sentado, quiero corroborar que la valla siga sin funcionar para después comenzar a planear como escapar de este asqueroso lugar.

La campana suena avisando la hora de la cena. Me levanto del lugar ahora completamente seguro que esa valla esta descompuesta y me dirijo al comedor. Me alegra saber que éstas serán de las últimas comidas asquerosas que voy a ingerir, pero no quiero emocionarme demasiado. Ahora debo limitarme a no decir alguna palabra sobre la valla de la muralla descompuesta.

El menú de esta noche es sopa helada y un plato de frijoles rancios. Ni hablar, tengo algo de hambre y creo que lo mejor es llenar la barriga.

Busco a mis amigos entre las mesas y los encuentro sentados al fondo del comedor, como siempre. Trato de borrar cualquier rastro de felicidad y poner mi cara de "odio a todos" mientras que camino hacia ellos y me siento a lado de Matt.

– ¡Hey Roy! –saluda Joss amistosamente.

– ¿Dónde estuviste? –pregunta Matt mirándome un tanto preocupado.

–Estuve pegándole a los costales de entrenamiento y después me quedé dormido –miento.

–Ya veo, te perdiste lo que hicimos Matt y yo –comienza a lucirse un poco Joss.

– ¿Qué diablos hicieron ahora? –pregunto, un tanto preocupado.

–Verás, queríamos hacer una pequeña travesura y bueno... –Joss observa a su alrededor para asegurarse de que no haya algún guardia muy cerca de nosotros o alguien pueda escuchar nuestra conversación. –Hicimos volar uno de los escusados.

Matt comienza a reírse y Joss le da un codazo en el brazo para que se calle, quien enseguida se detiene y se pone un tanto serio.

– ¿Recuerdas que encontramos esas bombas explosivas en el almacén de escobas? –me pregunta Matt, mordiéndose el labio para ocultar una sonrisa.

Por supuesto que me acuerdo. Fue un día que nos castigaron y esperábamos en el almacén de escobas para que nos dieran nuestros deberes por cumplir. Sin embargo, tardaron en llegar y comenzamos a explorar la sala. En uno de los estantes había una caja llena de bombas. Matt y Joss decidieron llevarse unas por si necesitásemos alguno de ellos para algún caso. Cuando inspeccionan el cuarto, no pueden encontrarlas, pues están enterradas bajo tierra, debajo de la cama de Matt, lugar que nunca revisan. Por eso no se han dado cuenta de nuestra peligrosa posesión.

–Sí, lo recuerdo.

–Bueno, tomamos dos y decidimos colocarlos bajo el escusado y los prendimos –continua Joss sonriendo de medio lado.

–Tuvimos que salir corriendo. Afortunadamente, son de mecha larga y nos dio tiempo de alejarnos sin levantar sospechas. Para cuando estábamos lejos... ¡Boom! –Matt golpea con su puño derecho su palma izquierda.

–Parte de la pared del baño quedó destrozada –Joss prosigue con la historia.

–Son un par de idiotas ­–digo seriamente mientras juego con la comida. –De verdad, idiotas.

¡Un momento! Esas bombas explosivas son algo potentes, pudieron volar un escusado sólo usaron dos. Si usáramos varias, podríamos volar cualquier cosa. Desde nuestra celda, hasta la muralla, y si la muralla cae podríamos salir corriendo.

–Joss.

Joss voltea a verme, expectante.

– ¿Cuántas bombas explosivas nos quedan?

Joss mira el techo y se queda pensando por unos segundos, haciendo cuentas con su mano derecha.

–Quedan 5.

Ilusión.Where stories live. Discover now