Kuroko no era el típico chico normal.
No tenía un par de padres que halagaran su buen promedio y desempeño en la universidad. Pero si tenía una madre cariñosa que le apoyaba en sus decisiones, le daba respuestas serias y concisas cuando tenía una duda y horneaba deliciosos pasteles de manzana. Tenía un par de características especialmente diferentes a las de otras madres, características como correr desnuda por la playa y sembrar marihuana a escondidas en la terraza. Pero la amaba con todo y sus rarezas.
Él mismo no podía juzgarla, su propia apariencia y actitud no eran algo con lo que se pudiera tratar.
Con una perforación en el labio, otras cuatro en cada oreja, delineador negro, chaqueta de cuero, pantalones rasgados y, por si fuera poco, una serie de tatuajes y símbolos tribales adornando varias partes de su menudo cuerpo, Kuroko era visto en la universidad como un chico sin respuesta, tal vez un bravucón o un renegado.
Aunque la gente que hablaba a sus espaldas o, en dado caso, hasta frente a sus narices, cada vez que encendía un cigarrillo o se recargaba en un muro para pasar el rato fumando, tenían una idea equivocada de él.
Si, vamos, parecía el típico estereotipo de chico malo, problema andante, pateador de traseros, renegado de la sociedad o lo que fuera, pero definitivamente no era nada de eso. La gente solo lo juzgaba por su apariencia.
¿Qué sabes tú de mi?
Se preguntaba cada vez que veía a alguien murmurando cosas sobre él. No obstante no le molestaba en demasía. Él, a diferencia de toda la bola de juzgones que le pisaban los tobillos, tenía sus propios asuntos y no se metía con nadie. Pasaba sus horas correspondientes en clase y cuando no tenía alguna, vagaba por la universidad, perdido en un cigarro o platicando con Aomine, uno de sus pocos amigos. No se metía en líos como todo mundo sospechaba.
Su apariencia, pese a ser la principal causa de su conflicto con la escuela, le gustaba mucho. Los colores oscuros eran cómodos, los diseños sentaban de maravilla en su piel porcelana y las piezas atravesando su suave piel eran como obras de arte para él. Podrían llamarlo loco, pero todo el mundo tiene algo de locura. Kuroko era libre y joven para hacer de su cuerpo lo que deseara, mientras no hiciera preocupar a su madre, claro.
Se paraba todos los días en la misma pared, a veces con compañía, a veces en soledad, y miraba a la manada de borregos elitistas que tenía por compañeros pasar la verja de entrada. No los odiaba, pero vaya que eran un dolor de huevos cada vez que lo veían hablando con alguien y al instante sacaban especulaciones sobre bandas, droga, peleas y sexo. Gracias a ellos era una especie de leyenda andante, todo sin que él lo deseara.
Todos los días era lo mismo, ellos lo miraban de mil y un formas y él los miraba a todos sin interés. Bueno, casi a todos.
Llegaba un punto cúspide donde sus mañanas se alegraban, casi parecía sacar chispas por los ojos cuando aquello sucedía, cuando cierta persona entraba campantemente por la entrada, pasando de largo a todos, incluyéndolo, y daba vuelta a su mundo.
Esa persona de roja cabellera, ojos bicolores y expresión dura. Para Kuroko era muy jodida su situación, porque esa persona era ni más ni menos que el rey de los elitistas, un bastardo de mierda que trataba a todo mundo como su tapete y por quien Kuroko tenía un enamoramiento de ya un par de años.
Akashi Seijuro entraba todas las mañanas pavoneándose brillantemente por los pasillos de la universidad. Las chicas suspiraban por él y los hombres no estaban muy lejos de hacer lo mismo. Era la máxima figura en la escuela, un símbolo de inteligencia inigualable y talento inconfundible. Lamentablemente, no era secreto que para todos él era inalcanzable. Se juntaba con un número limitado de personas, casi selecto, y por obvias razones, no tenía parejas.
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INESPERADO [AKAKURO]
FanfictionEl conocerse fue simplemente inesperado. Pareja:AkaKuro Extensión: Tres capítulos Estado:Terminada