Capítulo cinco

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Eros Becker me estaba esperando allí. En un camino lleno de árboles espinosos pero habían troncos con fuego colgando en... ¿En el aire, en serio? Que cutres.

Había un cartel enorme delante mío. Brillaba como un diamante pero era de oro el cartel.

Diamante dorado... Ahora lo entiendo. Aquí si existe la mezcla de materiales, en la Tierra no.

<< Morirás y escucharás los llantos, gritos o rabietas de tus seres queridos, pero solo en tu mente. >>

Me aparté del cartel y me estaba mirando con cara de asco. Le devolví la misma cara.

- Que alegría verte... - comenté.

- Yo también te quiero, Aneu. - respondió.

- En fin... ¿Y esto qué es? ¿Qué hago aquí?

- Bienvenida a la muerte. O mejor dicho en latín: mortem. Supongo que has leído el cartel... Es lo que hay. Yo también los escucho. - yo no escuchaba nada aún.

- Yo no oigo nada. 

Me tomó de la mano y me hizo girar... Una, dos, tres vueltas... Y cambié de ropa. Iba como él. Pero yo llevaba el material ese mezclado. Un colgante con calavera de diamante dorado, una pulsera, el estampado de la camiseta con una frase: Out fame. Pantalones cortos y rotos negros. Llevaba zapatos, qué detalle...

- Ahora sí. - empecé a escuchar como alguien lloraba... Aneu estaba llorando. Quería volver allí. - Serás como yo si vienes aquí, o te hacen venir. - me tocaba la piel. Lo sentía. Trajo a una especie de demonio, pero solo era rojo. Me tocó la cara. No lo notaba. - Podemos pasarlo bien mientras muchos nos miran... Puedo traer a quién sea aquí. Solo por torturarle.

Empecé a llorar. No dejaba de escuchar el llanto de Aneu, los gritos de rabia de Elián y el sufrimiento de Mirt. Estaba de rodillas con mis manos en la cabeza. ¿Cómo iba a seguir así?

Me levantó y me cogió del brazo. 

- Vamos, tengo que llevarte, como tu "novio" cuando pasabas por la ciudad donde naciste.

Estaban esas luciérnagas que daban luz de un rojo oscuro y habían rosas... Negras. Rosas negras. Mi sueño hecho realidad. Pero no las podía tocar.

- Cielo... Solo son rosas. Tampoco te vas a morir por tocarlas. - me apartó del camino y me iba llevando... Parecía un laberinto.

No lo parecía, lo era. Tenía que atravesar ese camino con él, lo que más me fastidiaba.

Caminé, pero la tortura de escuchar a Areu llorar me entristecía demasiado. Odio estar triste. Le solté del brazo y empecé a correr. Llegué al centro del laberinto. Tenía cuatro opciones.

- ¡No puedo más! - estallé a llorar.

Eros me enseñó una bola de cristal donde se veía a Areu llorando. Ya iba saltando por correr.

- ¡BASTA! ¡BASTA! ¡BASTA! - seguí corriendo y llegué a una entrada diferente... ET ULTRA decía.

Era de color blanco, no te dejaba ciega, pero casi. Debajo de mis pies notaba escalofríos. Era como la niebla. La entrada solo era como una especie de niebla... Y no sé qué más. El tacto es agradable.

- Hey Aneu... Antes de que te vayas... Siento haberte jodido así el camino. Pero soy así. Aunque me sepa mal, no creo que me perdones y vuelvas. Vayas donde vayas, te veré siempre. Al menos que desaparezcas. - me dio un beso en la mejilla. Escalofríos. - Vete, por favor.

Es cuando entré en esa niebla... Noté como se iba mi piel, mi carne, mis uñas...

Era como sentirme "libre". Solo era un espíritu. Con alas, pero era un espíritu.

No sé cómo veo, pero puedo ver. Cuando caminaba me sentía igual, como si no llevase peso.

Me lo encontré.

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