1. Amor Prohibido. [Romance]

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               La Universidad de Lockwood era la más antigua y prestigiosa de todo el estado, donde los hijos de los magnates podían estudiar lo que quisieran debido a sus enormes fortunas que les permitirían vivir cómodamente con cualquier trabajo mientras despilfarraban su dinero, y todos estaban cómodos con eso... Todos, menos Sophie Dankworth. Su cerebro privilegiado de lectora compulsiva la obligaba a saber que algo mejor que eso existía, así que se había negado rotundamente a seguir las reglas de la sociedad en la que vivía para perseguir un sueño... Y a la persona que ama.

~ ~ ~

Se encontraba sola en una mesa de Starbucks, con la vista fija en un libro que realmente no estaba leyendo debido a los problemas que le causaban la ruptura con Thomas. No significaba que lo extrañara ni que lo siguiera queriendo, al contrario: estaba segura de que nunca lo había querido y que se había engañado a sí misma durante todo este tiempo.

Estar con Thomas era agradable, pero quizás solo se sentía así porque estar con él era lo que todos esperaban de ella, todos esperaban que una Dankworth estuviera con alguien como él; al fin y al cabo, la familia de ella había fundado el pueblo -el cual tenía adyacencias con minas de azufre- y tenían una herencia que no se podía perder, así que Thomas era el mejor candidato para estar con ella ya que su padre ahora era el Primer Ministro y poseían el mismo nivel de prestigio y fortuna. Sin embargo, Thomas no era la persona con la que quería estar; de hecho no se atrevía a estar con nadie que no fuera económicamente aceptable para sus padres, al fin y al cabo ellos habían concedido todos y cada uno de sus caprichos: desde el verano de compras en París, hasta comprarle a Ulises, el caballo que había querido cuando decidió que practicaría Equitación -aunque solo duró tres clases-.

¿Quién, en su sano juicio, había dejado que ella naciera en un mundo donde se esperaban cosas de ella que no la hacían feliz? ¿Por qué tenía que tener "deberes" desde antes de nacer? Era sencillamente injusto. Por lo menos estaba segura de que Thomas sería feliz con alguna de las chicas que lo perseguían, o quizás encontrara a alguna modelo operada que quisiera sentarse durante horas en un evento social a sonreír falsamente y a criticar a las chicas que habían decidido repetir vestido, como todas las demás.

Suspiró, a sabiendas que ese era el destino que le deparaba a ella y del cual no podía negarse a menos que...

—Va por la casa –le dijo el chico que atendía en la caja mientras colocaba un latte de vainilla en frente de ella.
—Gracias, Julian –respondió, haciendo un recorrido visual desde su mano a lo largo de su brazo, para finalmente detenerse en sus ojos color café y hacer un esbozo de sonrisa. Él se sentó en frente de ella.
—Ya vamos a cerrar y tú aún sigues en la misma página desde que llegaste –se burló. Sophie frunció el ceño, fingiendo estar molesta y dándose cuenta de que estaban solos en la cafetería.
—¿Tu trabajo es tan aburrido que te fijas en el número de movimientos que hacen tus clientes? –aló una ceja con una media sonrisa, decidida a ganar la conversación.
—Solo cuando me interesa la persona –se apoyó en el respaldar del asiento, seguro de que había ganado cuando no recibió respuesta por parte de ella–. ¿Estás bien? –preguntó, había oído los rumores de su ruptura con el hijo del Primer Ministro.
—He estado mejor –se encogió de hombros–, pero no es por lo que tú piensas.
—Entonces deberías considerar mi propuesta –le sugirió, sonriendo como un niño.
—Ya sabes que no es tan simple para mí –le respondió ella bajando la mirada, intentando ocultar sus intenciones de aceptarla, como había estado pensando desde el momento en el que se lo propuso.
—Tú solo lo estás haciendo complicado. –Sophie no pudo evitar reír mientras seguía mirando hacia sus manos, las cuales estaban en su regazo y no paraban de moverse debido al nerviosismo.
—No es eso...
—Claro que lo es. –Julian no desistiría, nunca había dado señales de hacerlo luego de que se armó de valor para proponérselo–. El primer paso para que dejara de ser complicado era terminar con Thomas.
—No lo hice para aceptar tu propuesta –murmuró, pero él pareció no haberla escuchado. Alzó la mirada para encontrarse con esos ojos marrones, que ni por un segundo habían dejado de brillar–. ¿Y cuál se supone que es el siguiente? –él no respondió de inmediato.
—Sal conmigo.
—Estás loco –negó con la cabeza, deseando no ser Sophie Dankworth y ser alguna otra chica; quizás una de esas que tenía una beca, así Julian Matthews y Sophie podían tener algo en común que no fuera el fútbol.
—Vamos –insistió, alargando la última sílaba–. Tu padre no tiene por qué enterarse.
—Mi padre tiene gente que me sigue a todos lados –giró la cabeza para ver cómo había un hombre sentado en una banca justo a fuera del Starbucks mientras leía un periódico que era de la semana pasada–. Se enterará antes de que yo misma lo haga. –Julian rio.
—No puedes estar segura de eso.
—Conozco a mi padre –lo miró, subiendo un poco el tono de voz–, se perfectamente de lo que estoy hablando.
—Entonces solo nos queda una solución –dijo, ensanchando su sonrisa. Las palabras de ella jamás le afectarían, él no tenía orgullo y sabía que a pesar de complicarse la existencia con sus problemas de apellido, ella deseaba más que nada en el mundo poder estar con él.
—No voy a ir a hablar con mi padre acerca de esto, si es lo que piensas –respondió, adelantándose a lo que ella pensaba que él quería decirle–; ya lo he hecho y salió mal, por eso es que tuve que comenzar a salir con Thomas.

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