El cigarro de después

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Se sentó frente al cuerpo sin vida, observándolo, empapándose de cada detalle para poder revivir la escena más tarde. Hacía tan solo unos segundos, estaba apretando el cuello de la mujer contra sus manos. Notó que cada vez necesitaba menos fuerza para sujetarla. Le excitaba tener en sus manos el poder de elegir entre la vida y la muerte de sus víctimas pero, a pesar de la sensación que le producía, una parte de él sabía que aquello no estaba bien y tenía que terminar. Se prometió que sería la última vez, de la misma forma que lo hizo todas las anteriores.

Se quedó observando su trabajo, valorándolo, admirando el rostro de la mujer, que ahora yacía inerte en el suelo. Sus ojos abiertos y el pálido rostro denotaban el terror de su último instante de vida. El hombre no intentó reprimir la sonrisa que ahora se le dibujaba en el rostro. Había sido un buen estrangulamiento. Se lo había pasado bien. Satisfecho, encendió un cigarro mientras miraba a los ojos al cadáver de la mujer. Le mostró la cajetilla de tabaco abierta y, tras darle la primera calada al suyo, le ofreció:

-¿Quieres uno? Esto no va a matarte.

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