Prólogo

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Ahí se encontraban ellos, la pequeña niña de cabellos oscuros con su amigo predilecto. El par del cual les hablo no sobrepasaban los doce años, ambos de ojos cafés y el chico con cabello castaño; disfrutaban de su mutua compañía, la estrujaban y exprimían tanto como les era posible, pues eran consientes de que juntos no mucho les quedaba.

La verdad era que la amistad forjada en ellos era única y especial, después de todo su relación era mucho más fuerte en un simple año que muchas por décadas.

Eran muy distintos, al joven le era de lo más sencillo hablar, mientras que ella tenía una singular forma de hacerlo y esto, principalmente, fue lo que les llevó al momento presente aquí; al pequeño Karlo le daba curiosidad sus gestos, Alheli lo calificó como agradable.

Su relación era peculiar, pues jugaban lo primero que se les ocurría, podían hablar por horas o simplemente él escucharla cantar, puesto que esto le era tranquilizador; ella le felicitaba por sus dibujos y entre sí se apoyaban, peleaban por el quién era un mejor amigo y se mantenían al margen de todos lo demás, ajenos a las personas que les rodeaban.

Algo armonioso a decir verdad, el sosiego que se mantenía puro y pleno sin embargo, en su momento finalizó dejando en ambos un vacío que les sería difícil llenar, ¿Tendrían que aceptar su despedida como un final? Posiblemente les hubiese sido menos doloroso el que fuese así, pero en los dos el arte del recuerdo fue más espontáneo. 

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