Parte Única

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Siglo XVI

Hace unos días, el Zar Georgi lll nos mandó a destruir unos edificios de madera por el peligro que representaban ya que podían provocar un incontrolable incendio.

Tuvimos que evacuar a los habitantes de ahí: unos simples borrachos y delincuentes. Un desperdicio de humanidad. Nadie lamentaría que no tengan hogar.

—Una vez terminen de evacuar a esos indigentes tendrán que destruir todos esos edificios y limpiar el área al final—fueron las órdenes de Yakov Feltsman. El Zar lo dejó a cargo de esto.

—¡Sí, señor!—gritamos todos al unísono.

Cuando terminamos nuestra tarea regresamos al palacio para nuestra próxima indicación. Nos sorprendimos al ver un gran grupo de personas recibiendo indicaciones de Feltsman.

—...¿Entendieron?—dijo con firmeza.

—S-sí—respondieron temerosos.

—¡Nikiforov!—me llamó.

—Sí, Señor—respondí cuando me acerqué.

—Tú y Plisetsky llevarán a éste grupo a la zona de construcción.

Hicimos un saludo y di la indicación de que me siguieran. Antes de emprender la caminata mi mirada se posó en los ojos color chocolate de un chico algo temeroso.




Plisetsky y yo los dejamos en su zona de trabajo. Entre Mila, Yuri y yo los vigilamos, pero yo sólo me enfocaba en un trabajador.

—Tienen que ir de extremo a extremo y tomar las medidas de cada uno—indicaba el chico a los demás obreros.

Ninguno nos miraba a los ojos. Parecían tenernos miedo y es aceptable. Los tres cargábamos armas casi del tamaño de nuestro cuerpo que bien pueden ser intimidantes.

El frío todavía no era salvaje como suele ser pero igual estos obreros no parecían estar acostumbrados a tan bajas temperaturas. Mila y Yuri lo notaron más no recibimos indicaciones de darles mantas o algo para calentarse.

—¡Descansen!—ordené pero no hicieron caso.

—¿No escucharon? ¡Dijo que descansen!—aseveró Yuri. Seguían trabajando.

—Al momento de trabajar sólo reciben órdenes de él—dijo Mila señalando aquel chico de cabello negro que no paraba de dar indicaciones.

—Hmm...

Me acerqué al chico ese pero no pareció darse cuenta.

—Oye—tuve que hablarle.

—¡Ah! S-sí, se-señor—respondió poniéndose firme mirándome a los ojos ligeramente sonrojado.

—Eh...—por alguna razón me quedé sin palabras.

—¿Señor? ¿Se encuentra bien?—preguntó él obrero acercándose a mi.

—Dile a tus trabajadores que descansen. Ya llevan muchas horas—dije a duras penas.

—Lo siento señor, tenemos poco tiempo para terminar esto así que no podemos descansar—respondió esta vez con una verdadera firmeza.

Adiós a tus bellos ojos 《Viktuuri》【One-Shot】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora