Capítulo 9

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Corre que nos van a ver.— Tengo catorce años aproximadamente, la adrenalina circula rabiosa por mi sangre, estoy corriendo como alma que lleva el diablo porque acabo de escaparme del colegio, mi uniforme de falda escocesa y saco rojo no me colabora mucho que digamos en estas labores de escape, menos mal que siempre me ha gustado hacer deporte, el trote diario sumado a mis exigentes prácticas de tenis me mantiene en forma.

—Espérame Seulgi no soy tan rápida. —Escucho a Irene detrás de mí, está agitada, nunca fue buena deportista, escasamente aprobaba educación física y eso con ayuda de trabajos escritos, está transpirando como nunca antes, sin embargo es un misterio para mí como aún conserva su cola de caballo bien puesta, si el profesor Lee la viera en estos momentos estaría orgulloso de su esfuerzo.

No te quejes tanto, solo corre. —Volteo a verla, se mueve atareada con la pesada carga que representa su maleta llena de libros, no entiendo, si no es necesario llevarlos todos los días, ¿por qué hacerlo? solo río por su mala condición.

—Eso intento. —Contesta entrecortada.

—Aquí vamos a estar bien. —Le señalo el lugar mientras descargo la pesada maleta que tengo en la espalda, caminamos a paso lento a la cima de una colina a buscar sombra debajo de un gran árbol, nos recostamos en el césped tratando de normalizar la respiración, deslizo mi mano por mi pecho, mi corazón esta como un caballo desbocado.... pasan varios minutos en la que estamos en completo silencio, no de esos incómodos, de esos en los que disfrutas de la compañía de la otra persona sin necesidad de hablar, levanto mis manos intentando delinear las figuras que se forman cuando los rayos de sol se filtran entre las hojas. —Sabes... nunca pensé que fueras capaz de escaparte, jajaja van a pensar que soy mala influencia para ti. —Volteo a verla con una sonrisa amplia.

—Te dije que iba hacerlo...solo lo hice. —No puedo evitar reír, me asombra que Irene haya cumplido lo que dijo, ella que siempre es la niña buena que nunca se mete en problemas... de pronto siento como mi mano es tomada por ella, me agrada, es cálida, volteo a verla, nunca antes había sentido este cosquilleo en mi estómago, trago saliva, es miedoso sentir algo por primera vez pero no puedo evitar que me guste.

—Gracias. —Dibujo una sonrisa tímida que ella me corresponde de inmediato, su mano no me suelta y mi cosquilleo no desaparece, nunca antes me había sucedido, solo hasta ahora, solo con ella, ¿qué tiene ella de diferente?

—¿Sabes? Me gusta tu sonrisa, valió la pena todo, aunque mañana nos vayan a castigar... te dije que haría que volvieras a sonreír. —Irene me saca de mis pensamientos, es cierto, desde que mi nana murió, no lo había vuelto hacer, nada parecía lograrlo, la extraño muchísimo.

—Es verdad... nunca te creí capaz. —Levanto mis hombros.

—Intento cumplir lo que digo. —Justifica su acción osada.

—Sabes, creo que me agradas... mi nana me dijo una vez que valemos por lo que somos capaces de cumplir. —Esa frase marcaría mi vida para siempre... para bien o para mal hace parte de mi filosofía de vida.

—Creo que tú también me agradas. —Hala mi mano llamando mi atención. —Seulgi quiero que me prometas que siempre seremos amigas y siempre sostendrás mi mano... como ahora.

—Yo... —Suspiro pesadamente, no sé qué responder, no soy de tener amigas... pero quiero intentarlo. —Está bien, lo prometo. —Ella sonríe, una sonrisa amplia y sincera, está feliz con mi respuesta.

Y yo también me siento feliz, nadie había logrado sacarme de mi depresión, solo ella pudo con algo tan simple... de pronto nos sobresaltamos al escuchar pasos aproximarse acompañados de ladridos de un perro, es fácil darnos cuenta que se trata del jardinero del colegio, nunca nos gustó, se nos quedaba viendo raro en los descansos, siempre solo, excepto por su perro de ojos amarillos que combina con el pelaje del mismo color con algunas manchas blancas, deben estar indagando los alrededores, aunque no entiendo qué hace aquí en horas de trabajo, nos ocultamos detrás del gran árbol tratando de pasar inadvertidas.

La Promesa | SeulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora