Parte única

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Saldrás por la noche a buscar un pañuelo, pero perderás la noción de espacio, no sabrás donde te encuentras. Te encontrarás con calles húmedas y la luz de neón que brilla sobre el escaparate de algún bar. Hurgarás en los bolsillos de tu chamarra de piel y en tu pantalón de mezclilla, pero no encontrarás nada más que un cigarro arrugado, un boleto de tren y una llave sola, sin ningún accesorio que la haga especial o que indique su procedencia; pero tú solo querrás un pañuelo, así que caminarás.

Sentirás frío a pesar del movimiento de tu cuerpo recordarás el abrazo cálido de aquella muchacha perdida que algún día encontraste pero que ahora se funde con las fantasías de tus sueños, y necesitarás un pañuelo y lo buscarás de nuevo entre los bolsillos de tu chamarra y, nuevamente, no lo encontrarás; así que seguirás caminando.

Llegarás a un callejón cerrado, tus pies te pedirán un receso que proporcionarás poniendo tu trasero sobre la banqueta húmeda. El frío te impedirá pensar claramente pero tu confusa imaginación permanecerá activa y verás, a través de una ventana de la casa contigua, el resplandor de una pantalla acompañado por el ruido de unas teclas siendo presionadas rítmicamente, y tendrás la certeza de que es alguien que estará escribiendo lo que ahora te estoy contando. No soportarás que alguien te espíe a través de sus manos así que te levantarás, volverás sobre tus pasos y seguirás caminando.

Te detendrás ante un café solitario. Sus ventanas enmarcan un grupo de jóvenes absortos en una discusión que parece interminable, serán tres hombres y una mujer. Por sus gestos creerás que su tertulia se ha acalorado violentamente y por esa razón será impertinente entrar a calentarte un poco. Pensarás en como la soledad crece entre las multitudes y no te quedará otra opción más que seguir caminando.

Una sed terrible irá creciendo con cada paso. Un viejo mendigo estará orinando en una esquina dentro de una botella de tres cuartos que alguna vez albergo un fino vino merlot francés. El mendigo descubrirá que lo miras y te ofrecerá, con una desdentada sonrisa, el contenido de su mingitorio portátil. Lo increíble es que te quedaras pensando si aceptar el presente o no antes de empujarlo a un lado para pasar de largo y, cada vez con más prisa, seguirás caminando.

Se acumularán en tu cuerpo el cansancio, la desesperación y la sed. La humedad de las calles te irá sofocando hasta dejarte gateando. De las sombras saldrá un hombre trajeado que te ayudará a levantarte y caminar unos pasos, luego se alejará de ti deseándote buenas noches y recomendando ir con más cuidado. Sentirás tu cuerpo menos pesado y, buscando un pañuelo por tercera vez, descubrirás que has perdido tu llave, tu boleto y tu cigarro. Y así, resignado y sofocado, por las calles de la noche seguirás caminando.

Dos cuadras adelante encontrarás una mujer junto a la puerta de un bar. La verás y pensarás que es la mujer más hermosa que te has encontrado. Tendrá el pelo oscuro, ojos marrones y la piel de marfil, apenas notará tu presencia cuando te dispongas a entrar al bar para calmar tus dolores. Sobre la puerta un letrero anunciará el nombre. 'Petras' podría llamarse o quizá se llame 'La Utopía', pero eso te dará lo mismo, el nombre no afecta el sabor de las bebidas. Al pasar la puerta te encontrarás con un local casi vacío, tal vez solo un par de parejas acompañen el ruido de la televisión: un partido de fútbol armoniza el ambiente, da igual quien juegue, el resultado estará condenado al olvido. Irás directo a la barra a pedir una cerveza oscura y te sentarás solo en un rincón dando la espalda a la puerta de entrada. Se acercará la mujer que encontraste fuera, se parará un instante detrás de ti y posará sus manos sobre tus hombros luego se sentará a tu lado y te preguntará: "¿Qué sentimos?" Tú, confuso por la extraña y repentina pregunta, tal vez solo atines a decir: "Ahora mismo no siento nada". Y seguirás perdido en tu bebida y en la contemplación de la más hermosa mujer con la que jamás te hallas encontrado. En ese momento habrás olvidado completamente que necesitabas un pañuelo y, quizás, olvidarás tu camino.

La mujer acercará sus labios a tu oído y susurrará su nombre: "Natalia". La resonancia de aquellas palabras te transportará a mundos que creías imposibles. Penetrarás su mente y le dirás tu nombre; ella, a su vez, acariciará tu esencia y se fundirán en un solo ser, una sola existencia hasta que el culmen del éxtasis restablezca las conciencias individuales. La tomarás de la mano y saldrás con ella a las calles húmedas de la noche y ahora, junto a ella, seguirás caminando.

Caminarán despacio disfrutando el frío nocturno entre infinitas calles. Recordarán tiempos que nunca existieron y añorarán un futuro que se antoja incierto, que pareciera más bien efímero como el movimiento de una burbuja de jabón. Vivirás los minutos más felices de tu existencia junto a la mujer más hermosa que pudieras haber encontrado. Pero al doblar una esquina se encontraran de frente con un pequeño conejo blanco de ojos rojos pero con una sonrisa maliciosa que, al parecer, sol tú podrás ver. El conejo correrá en la dirección contraria a tu presencia. Ella susurrará: "Sabes que siempre te he querido" y avanzará en persecución del conejo que apenas doblaba por otra esquina. Tú la seguirás, pero la perderás de vista y al dar la vuelta por la esquina en que desaparecieron te encontrarás solo nuevamente. A lo lejos se escuchará el llanto de un niño. Y volverás a caminar por las calles oscuras de una ciudad sin nombre.

Te darás cuenta de cuánto necesitas un pañuelo. Llegarás a una pequeña plaza con una fuente en el centro. Solo se escuchará el ruido del agua cayendo. Buscarás una banca para reposar tu fundamento y encontrarás una cercana a ti. Verás que junto a ella se encuentra un hombre sentado y cabizbajo como si estuviese reflexionando o durmiendo. Te percataras que alrededor de él y sobre su ropa crece lentamente una mancha oscura, estará muerto. Reconocerás que es el mismo hombre, ahora despojo de hombre, que unos momentos antes ayudo a que tu andar fuera más liviano. Recordaras el cigarro perdido y lo encontrarás en su bolsillo. Descubrirás también que en la bolsa de su saco hay un pañuelo, lo tomarás y te alejarás caminando por las calles oscuras de la ciudad sin nombre.

Por fin teencontrarás un jardín sin flores que te parecerá vagamente familiar. Ya sin unobjetivo patente podrás sentarte a descansar. Y sacarás el pañuelo que tantocamino te costó transitar. Recordarás a la chica perdida de los abrazos cálidosy a la mujer más hermosa con la que te hayas encontrado y con el pañuelolimpiarás del amanecer de tus ojos el azul del cielo.

Una ventana a ninguna parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora