Sangre

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Jihoon se aferró a la mano gruesa que lo levantaba del suelo y apretaba su garganta al mismo tiempo. El aire no ingresaba a sus pulmones y su visión ya estaba siendo bloqueada por puntos negros. Miró al chico que lo intentaba matar: amaba tanto a Mingyu que, incluso en esas circunstancias, le parecía la persona más hermosa del mundo. Aún con el ceño fruncido, los ojos dilatados por la ira, los colmillos que –al no ser mostrados en su usual sonrisa –resultaban aterradores, Mingyu seguía siendo el amor de su vida.

Y, como un tonto, no supo cuidarlo bien.

Era su culpa. Sabía que el moreno tenía problemas de inseguridad y, subestimando el miedo de Mingyu de perderlo, aceptó la amistad de unos chicos de la universidad. Se llevaban bastante bien, hasta se los presentó a su novio para que confiara más en él. Por un momento creyó que estaría bien, Mingyu salía con ellos y pasaban buenos ratos, aunque al final de la noche le hubiera tenido que dar toda su atención.

Pero luego, Soonyoung empezó a difuminar la línea que tanto Jihoon como Mingyu habían marcado. Y Jihoon encontró que no le molestaba tanto. Jamás le sería infiel a su hermoso moreno, pero era agradable ser cercano con alguien más y no asfixiarse con la única presencia de Mingyu.

Entre más aceptaba a Soonyoung en su vida, más agresivo se tornaba Mingyu. Pero él era Lee Jihoon, creía que podía controlarlo. Después de todo, su novio era un bebé gigante y él quien lo cuidaba. Era imposible que Mingyu le lastimara.

Y, mierda, cuánto se equivocó.

Pataleó con desesperación, buscando de alguna manera que sus piernas encontraran una superficie de la cual apoyarse e intentando pedirle perdón a Mingyu. Las lágrimas rodaban sin permiso por las mejillas de ambos, rompiendo sus corazones y almas; gritando en silencio por un abrazo que el menor no permitía que se dieran.

Luego de ver los labios morados de Jihoon, lo lanzó al suelo y se dirigió a la cocina, dejando al pequeño con una tos incontrolable en su intento de respirar. Jihoon quería levantarse, esconderse en sus brazos y decirle lo mucho que lo amaba, que Soonyoung no era nadie y su relación no rayaba de la amistad; sin embargo, su cuerpo no reaccionaba. La pérdida de oxígeno estaba cobrando su factura y no le dejaba ir tras el dueño de su vida.

Escuchó el ruido proveniente de la cocina, ollas cayendo al suelo, vidrios chocando contra la pared y rompiéndose en pedazos, los gritos fúricos de Mingyu, el tintineo de los cubiertos. Poco después, su novio volvió a aparecer por la puerta, con un cuchillo en mano.

─Tú rompiste el mío, ahora es mi turno, Jihoonie. –Gruñó con una horrorosa mueca de dolor en su rostro y Jihoon asintió. Mingyu tenía razón, estaba herido por su culpa y tenía que asumirlo. Haría cualquier cosa para que su moreno volviera a sonreír.

Mingyu se hincó a su lado y lo tomó por el hombro, impidiendo que se moviera; aunque Jihoon no planeaba hacerlo. Lo único que se permitió fue tragar –ignorando el dolor creciente de su garganta –y susurrar con una voz ronca y quebrada:

─Solo tuyo, mi amor.

Y sin más, Mingyu le clavó una estaca de celos, inseguridades y abusos al corazón.

Divina Trinidad • WONHAN-CHEOLSOO-JIGYU •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora